La intolerancia a la lactosa es un trastorno digestivo causado por la falta de lactasa, la enzima encargada de descomponer la lactosa, el azúcar presente en la leche y sus derivados. Esta deficiencia impide su correcta digestión, lo que puede provocar síntomas como hinchazón, gases y diarrea. Además, existen diferentes tipos de intolerancia, desde la primaria, que aparece con la edad, hasta la secundaria, derivada de enfermedades intestinales, y la congénita, de origen genético.
Aquellos que padecen este trastorno digestivo deben emplear otras alternativas al lácteo o bajar la ingesta de lactosa. Asimismo, las personas que tienen la sospecha de padecer esta intolerancia, suelen experimentar molestias digestivas entre 30 minutos y 2 horas después de consumir productos lácteos. Incluso pueden presentar, hinchazón y gases, dolor o calambres abdominales, diarrea o heces blandas o náuseas.
Sin embargo, existen varias pruebas que determinan la tolerancia a esta sustancia. Aunque la más común es el test de hidrógenos en el aliento. Este examen mide la cantidad de hidrógeno exhalado tras la ingesta de lactosa y permite determinar si el organismo es capaz de digerirla adecuadamente. Esto se explica con el efecto químico que se produce en el colon con la lactosa no digerida, pues esta emite el gas al ser fermentada por las bacterias intestinales. No obstante, según Medline Plus, también se puede hacer una prueba de sangre.
El desarrollo de las dos pruebas
La prueba de hidrógeno consiste en pedir al paciente que respire dentro de un recipiente con una forma similar a un globo. Después, deberá beber un líquido que contiene un porcentaje de lactosa. Seguidamente, habrá que esperar diferentes periodos de tiempo predeterminados para tomar las muestras de respiración para verificar los niveles de hidrógeno.
Generalmente, en un resultado normal apenas hay presencia del gas en la respiración. No obstante, una persona con intolerancia a la lactosa, que tiene problemas para descomponer y absorber la lactosa, tiene unos niveles superiores. De este modo, en las personas sin esta afección se detectan menos de 20 partes por millón sobre el nivel en ayunas. Mientras que si en la prueba se superan los 120 ppm sobre el nivel, se considera que el paciente es intolerante. Los interesados en hacerse este examen pueden disponer de él a partir de 60 euros en internet, según Clinica Subiza.
En cuanto a la prueba de sangre, el objetivo es buscar la presencia de glucosa en sangre, pues el cuerpo produce esta sustancia cuando se descompone en el intestino. Para el test, se toman algunas muestras, que se extraen del brazo mediante venopunción, antes y después de contener un líquido que contiene lactosa. De esta forma, la diferencia entre los resultados determinará si esa persona tiene intolerancia.
Los datos de la prueba en sangre se consideran normales si el grado de glucosa supera 30 mg/dL dentro de las dos horas siguientes a la ingestión de lactosa. No obstante, un aumento de 20 a 30 entre los test no es concluyente. En cambio, se considerará un resultado anormal aquellos que muestren menos de 20 mg/dL en las dos horas siguientes.
Preparación previa a la prueba
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Antes de realizar cualquier test, es necesario seguir una serie de recomendaciones para asegurar la fiabilidad de los resultados:
- No tomar antibióticos, ni realizarse un lavado intestinal o enteroscopia durante los 30 días previos.
- Evitar el consumo de alimentos de difícil digestión (legumbres, repollo, cebolla, pasteles) 24 horas antes del examen.
- No fumar, usar pasta dentífrica, pintarse los labios ni ingerir bebidas diferentes al agua en las 14 horas previas a la prueba.
- No hacer ejercicio físico al menos 30 minutos antes.
- No realizar la prueba si se está sufriendo diarrea en ese momento.
- Traer un cepillo de dientes para enjuagarse la boca antes del test.
La dieta recomendada el día anterior incluye huevos, jamón serrano, arroz blanco sin condimentos, carne magra o pescado blanco y bebidas como agua, té o infusiones, según el Hospital Universitario de Quirón Salud. Asimismo, se deben evitar cereales, pan, lácteos, dulces, frutas, legumbres, verduras y bebidas alcohólicas.