Ictus por estrés: cuál es la relación entre las dos enfermedades

El cortisol elevado de forma sostenida en el tiempo puede aumentar la presión arterial sobre las arterias, así como la resistencia a la insulina

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Imágenes que muestran el daño
Imágenes que muestran el daño sufrido por el cerebro tras un ictus (ShutterStock)

El ictus es la segunda causa de muerte más común en todo el mundo, provocando en España más de 23.000 fallecimientos anuales, según la Sociedad Española de Neurología (SEN). Además, se estima que solo el 50% de la población sabe reconocer los síntomas de un accidente cerebrovascular.

A pesar de que existen factores de riesgo no modificables, como la edad o la genética, muchos otros pueden ser controlados para reducir la probabilidad de sufrir un ictus. Entre estos factores modificables, el estrés se ha identificado como un elemento muy significativo en el desarrollo de eventos cerebrovasculares.

La Fundación Española del Corazón (FEC) ha destacado que el estrés crónico puede desencadenar una serie de respuestas fisiológicas que incrementan el riesgo de ictus. Según la FEC, el estrés puede provocar hipertensión arterial, un factor de riesgo clave para los accidentes cerebrovasculares. Además, el estrés se asocia con hábitos poco saludables, como una alimentación inadecuada y la falta de sueño, que pueden contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares.

Un estudio publicado en el Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry evaluó a 150 personas con una edad media de 54 años, comparándolas con 300 individuos sanos de la misma edad y área geográfica. Los resultados mostraron que aquellos que habían experimentado un episodio de estrés significativo en el año anterior tenían un riesgo casi cuatro veces mayor de sufrir un ictus en comparación con el grupo de control. Este hallazgo evidencia una clara asociación entre el estrés y el ictus.

El estrés crónico activa el sistema nervioso simpático y el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, lo que resulta en la liberación de catecolaminas y cortisol. Estos cambios hormonales pueden conducir a un aumento sostenido de la presión arterial, que puede dañar las paredes arteriales y facilitar la formación de placas de ateroma.

Al mismo tiempo, el cortisol elevado promueve respuestas inflamatorias que contribuyen al desarrollo de aterosclerosis, una condición en la que las arterias se endurecen y estrechan.

Además, el estrés puede inducir resistencia a la insulina y dislipidemia, ambos factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares por las alteraciones que produce en el metabolismo.

¿Puede la genética determinar tu salud mental? Un gen define cómo respondemos ante el estrés.

Cómo controlar el estrés

La Fundación Española del Corazón sugiere varias estrategias para controlar el estrés y, por ende, disminuir el riesgo de ictus:

  • Actividad física regular: el ejercicio ayuda a liberar tensiones y promueve la relajación. Se recomienda realizar actividad física moderada al menos cinco días a la semana durante 30 minutos por sesión.
  • Alimentación saludable: una dieta rica en frutas, verduras y fibra, y baja en grasas y azúcares, contribuye a mantener el estrés bajo control. Es aconsejable reducir el consumo de estimulantes como el café y el alcohol, ya que pueden potenciar el estrés.
  • Descanso adecuado: dormir bien es esencial para la salud mental y física. Establecer horarios regulares para acostarse y levantarse, incluso durante los fines de semana, y evitar cenas copiosas antes de dormir, puede mejorar la calidad del sueño.
  • Técnicas de relajación: prácticas como la respiración profunda, la meditación o el yoga pueden ayudar a reducir los niveles de estrés. La técnica de “respiración por coherencia cardiaca” es una herramienta útil para alcanzar un estado de relajación y bienestar.
  • Apoyo profesional: si el estrés es persistente o difícil de manejar, es recomendable buscar ayuda de profesionales de la salud mental, como psicólogos o psiquiatras.
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