Con la llegada de las vacaciones, los viajes en coche se vuelven aún más frecuentes, con largas horas en la carretera para poder reencontrarse con la familia. Con esta mayor afluencia de vehículos en las vías, hay que estar aún más atentos que de costumbre con la seguridad. En este contexto, la Dirección General de Tráfico (DGT) ha publicado un estudio titulado ‘20 años frenando los siniestros viales’, en el que habla sobre los radares que hay desplegados por todo el país.
La finalidad de esta investigación es dar a conocer el complejo sistema de radares en las carreteras españolas. La mayoría de ciudadanos percibe los radares como un control negativo y no como una herramienta para garantizar una conducción responsable y reducir la siniestralidad vial. Estos dispositivos se clasifican en tres tipos principales: radares fijos, de tramo y móviles. Su distribución responde a criterios de seguridad, transparencia y consenso entre las partes implicadas en la gestión del tráfico.
Transparencia en la ubicación de los radares
Desde los primeros planes de instalación de radares, iniciados en 2005, la DGT ha subrayado la necesidad de mantener una política de transparencia. La ubicación de estos dispositivos es pública y accesible, a través del mapa de radares disponible en su página web y mediante señales verticales y paneles informativos en las carreteras. Además, en las diferentes aplicaciones del móvil como Google Maps o Mapas, te avisan cuando tienes un radar cerca. Según la DGT, estos sistemas no buscan únicamente sancionar a los infractores, sino también disuadir frente a comportamientos de riesgo como el exceso de velocidad.
A pesar de los avances en la reducción de accidentes, la velocidad sigue siendo un factor crítico. En 2023, este factor estuvo presente en el 7% de todos los siniestros y en el 21% de los accidentes con víctimas mortales. En 2008, la velocidad inadecuada aparecía en el 14% de los accidentes con víctimas y hasta un 28% con víctimas mortales.
El primer plan estratégico de radares, implementado entre 2005 y 2007, priorizó la instalación en tramos sensibles donde la velocidad excesiva era la principal causa de accidentes. Los dispositivos se ubicaron principalmente en pórticos de señalización y cabinas blindadas en los márgenes de las vías, y se seleccionaron tramos de autopistas y autovías debido a la disponibilidad de infraestructura como fibra óptica para transmitir datos al centro de control. Pere Navarro, entonces director general de Tráfico, destacó en su momento la urgencia de actuar rápidamente en estas vías.
La DGT ha anunciado un nuevo plan que incluye la instalación de 150 radares adicionales. El 80% de estos se situarán en carreteras convencionales, el tipo de vía con mayor siniestralidad mortal, mientras que el 20% restante estará en autopistas y autovías. Además, se mantiene un equilibrio entre radares fijos (40%) y de tramo (60%), evitando concentraciones excesivas en regiones específicas.
La distribución geográfica de los radares sigue un enfoque homogéneo, con especial atención a las carreteras convencionales y puntos conflictivos como túneles y zonas de alta densidad de tráfico.