
“Can’t rush greatness”. Esa es la frase que Gabriel Guevara lleva tatuada en el brazo (“No te adelantes a la grandeza”) y que define su manera de entender la carrera y la vida.
Con apenas 24 años, el actor español se convirtió en un fenómeno internacional gracias a la saga de películas Culpa mía (2023), Culpa tuya (2024) y la próxima, Culpa nuestra, que ha batido récords en Prime Video.
Pese a que su ascenso fue vertiginoso, Guevara mantiene la calma. “Tengo tantas ganas que quiero hacerlo todo ya. Pero a la vez sé que no me puedo adelantarme a la grandeza”, comenta en una entrevista con Esquire.
Sin embargo, lo viral y el éxito no han llegado solo porque Guevara combina talento, carisma y una visión clara de su futuro en la actuación.
Aunque su imagen pública lo muestra como el chico atractivo del momento, él busca ir más allá de los estereotipos y consolidarse como un actor con una carrera sólida y variada.

Un encuentro inesperado y la pregunta sobre Jesús
Durante la sesión de fotos para Esquire, en un descanso acompañado por su representante, un grupo de tres personas sonrientes se les acercó. La situación parecía la habitual: fans que querían una foto con el actor. Pero esta vez hubo un giro inusual.
“Me acaba de decir Dios que tú bailas”, le dijo de repente uno de ellos, con acento del este de Europa. Gabriel, sorprendido, respondió: “¡¿Cómo?!”. El desconocido insistió: “Que me dice Dios que bailas”. Luego, la mujer que lideraba el grupo extendió las manos y propuso orar juntos.
La escena dejó a Guevara desconcertado. “Te juro que no hay cámara oculta”, le dijo su representante. Finalmente, el trío se retiró sin mayor insistencia.
Más tarde, en la entrevista, el actor comentó sobre su relación con la religión: “Yo creo que Jesús es un profeta, pero no el hijo de Dios. Creo que todos somos hijos de Dios, que trascendemos de una energía madre a la que llamo Dios.
“La Iglesia y todo eso… me parece sospechoso. Pero respeto todo, tengo amigos católicos y me parece guay, cada uno que haga y crea lo que quiera”.
Un amor por el arte que viene de familia
El destino de Gabriel Guevara parecía inevitablemente ligado al espectáculo. Su madre es la actriz y presentadora francesa Marlène Mourreau, y su padre, el bailarín cubano Michel Guevara.
“De niño trabajé varios años en el Teatro Real y lo mejor de todo era que lo hacía con mi padre”, recuerda.

Desde pequeño tuvo claro que quería ser actor. Sus primeros pasos los dio en el teatro: “De muy pequeño, cuando tenía unos ocho añitos, empecé a trabajar en el Teatro Real de Madrid como figuración.
Cuando acababa la obra y el público empezaba a aplaudir, aunque obviamente no me aplaudieran a mí, ¡guau!, es algo inexplicable pero me sentía increíble, realizado”.
La prensa rosa y el hecho de haber crecido con padres famosos hicieron que fuera muy reservado sobre su infancia.
“Prefiero no hablar de cómo era ser hijo de famosos en aquellos 2000 en los que la prensa no tenía miramientos con los menores”, dice.
Pero hay recuerdos que sí disfruta compartir: “Escuchaba discos de Céline Dion y Dalida con mi madre y mis abuelos, y hasta me arranco a cantar en francés cuando me habitan esos bonitos recuerdos”.
El éxito de “Culpa mía” y la presión de la fama

Desde el estreno de Culpa mía, su popularidad explotó. En Instagram, su cuenta acumula 7,2 millones de seguidores, y en cada evento en el que aparece, miles de personas lo aclaman. La presión de ser una figura pública es constante.
“No me lo dicen muy a menudo, pero gracias. Mis amigos sí me dicen que soy amable, pero la gente en general espera de mí que sea un borde (antipático)”, comenta sobre la percepción que tienen de él.
En cuanto al impacto del fenómeno Culpa…, reconoce que al principio la presión era mayor: “Desde la primera película ya sabíamos que lo iba a petar. Pero con el tiempo, viendo que a la gente le encantaban las tramas y la química que había entre nosotros, me fui quitando la presión”.
Sin embargo, con la fama vienen también los rumores, especialmente sobre su relación con Nicole Wallace, su coprotagonista.
“Es algo de lo que paso olímpicamente. A la gente le encantan los personajes y nos quieren juntar, pero una cosa es lo que ellos quieran y otra es la realidad”.
Y sobre los mensajes intensos que reciben él y sus parejas, añade con humor: “Yo también quiero que Peter Pan y Wendy estén juntos y no es así. O que Edward Cullen y Bella acaben juntos en la vida real y no ha pasado”.
El futuro: cine de acción, terror y Hollywood
Gabriel Guevara no se conforma con ser una estrella juvenil. Sabe que está en una etapa de exploración y aprendizaje, pero tiene claro su objetivo:
“Todavía no he llegado a ese punto de poder elegir proyectos. Sigo con el ‘sí’ a todo. Estoy empezando y cuantos más registros pueda probar, mejor”.
¿Y trabajar en el extranjero? “Sí, hay una estrategia. Tengo muchas ganas, pero por ahora sigo centrado en proyectos en España y no puedo moverme. De cara al futuro sí es cierto que probablemente pueda surgir algo fuera”.
Sus referentes son actores con carreras consolidadas en Hollywood: “Johnny Depp, Tom Hardy, DiCaprio y Bardem. Son míticos, puro talento. Cada vez que veo una peli suya que no he visto, me lanzo al momento”.
También le gustaría probar el cine de acción y terror. Y no le preocupa si en algún momento su imagen de ‘chico guapo’ lo encasilla.
“Claro que me afearía para un papel. Un personaje marcado, con máscara, más agresivo o incluso monstruoso da más soltura a la creatividad. Yo lo que quiero es jugar. Me apetece tener libertad. Porque es cierto que cuando tienes que hacer de guapete, hay que seguir unas instrucciones, ‘haz esto, esto y esto’, y así ochenta mil veces en cada toma.
“Es fácil, pero también un poco cansado. Siento que soy la copia de la copia de la copia. El chico guapo suele ser un cliché y los directores no quieren jugársela”.

El balance entre la ambición y la paciencia
Guevara no esconde que su ambición es enorme. “A veces nos peleamos un poco”, dice riendo. “Porque tengo tantas ganas que quiero hacerlo todo ya. Pero sé que no me puedo adelantar a la grandeza. Por eso me tatué Can’t rush greatness”.
Lo que más le importa, dice, es “tener una carrera bien alimentada de experiencias y cultura. Trabajar con los mejores y ser una esponja”.
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