Neil Young y la canción que emocionó a Hollywood pero perdió el Oscar

Un tema lleno de sentimiento cerró la aclamada película. Aunque no ganó el Oscar, logró emocionar a generaciones, según Far Out

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Neil Young cerró la película
Neil Young cerró la película con una canción que reflejó el dolor del protagonista (EFE)

En la historia del cine, pocas películas tuvieron un impacto social tan profundo como Filadelfia (1993), la obra de Jonathan Demme que puso en el centro del debate la epidemia del sida y la discriminación hacia la comunidad homosexual.

Además de la magistral actuación de Tom Hanks, que le valió el Oscar a “Mejor Actor”, la película se distinguió por su emotiva banda sonora, protagonizada por dos de los músicos más influyentes de Estados Unidos: Bruce Springsteen y Neil Young.

Mientras Springsteen aportó el tema de apertura con la esperanzadora Streets of Philadelphia, Young fue el encargado de cerrar el filme con una canción que debía capturar el dolor y la melancolía del protagonista.

Lo que comenzó como una simple petición del director, terminó convirtiéndose en una de las composiciones más conmovedoras del repertorio del músico canadiense.

Una petición a la altura de un himno

Cuando Jonathan Demme concibió la banda sonora de Filadelfia, tenía en mente una canción de rock que denunciara la injusticia y que acompañara la secuencia inicial de la película. En sus palabras a Rolling Stone, el director no dudó de que Neil Young era la elección ideal.

Para convencerlo, le envió una escena editada con Southern Man, uno de los clásicos del artista, buscando demostrar el impacto de su música en la narrativa visual.

Young, en ese momento en medio de reuniones con su banda Crazy Horse, aceptó el desafío y compuso una primera versión de Philadelphia.

El director consideró a Neil Young como la elección ideal para crear la banda sonora

Sin embargo, esta versión no convenció del todo a Demme, quien la consideró “demasiado bonita”. El director quería que Young se pusiera en la piel de Andrew Beckett, el personaje interpretado por Hanks, un hombre que enfrentaba la enfermedad y la marginación.

La respuesta del músico llegó seis semanas después en forma de una nueva canción, más desgarradora y profunda.

“Cuando la escuchamos por primera vez, todo el equipo estaba llorando”, recordó Demme en su entrevista. “Pensé: ‘Oh, Dios mío, Neil Young confía en esta película más que yo’”.

Un final melancólico y una interpretación inolvidable

Philadelphia cerró la película y
Philadelphia cerró la película y recibió una nominación al Oscar a "Mejor Canción Original"

El resultado fue una pieza minimalista, en la que la voz frágil de Young y un sutil acompañamiento instrumental transmitían toda la desesperanza y el anhelo de Beckett.

Philadelphia se convirtió en un cierre perfecto para la película, siendo nominada al Oscar a Mejor Canción Original.

El tema fue interpretado por Young en la ceremonia de los premios de la Academia, con una puesta en escena sobria en la que solo su voz y un piano de cola llenaron el teatro de emoción.

Sin embargo, en un giro inesperado, el premio fue para Streets of Philadelphia, la canción de Springsteen, un tema que, si bien abordaba la misma temática, tenía un tono más esperanzador.

El poder de la música en el cine

A pesar de no haber ganado el Oscar, Philadelphia de Neil Young se convirtió en un himno de la lucha contra el sida y en una de las piezas más emotivas de su carrera. Su minimalismo, alejado de las grandes producciones orquestales que suelen acompañar los créditos finales en Hollywood, reforzó la intimidad del filme y dejó una huella indeleble en la audiencia. Décadas después, la canción sigue siendo recordada como una de las más conmovedoras de la historia del cine.

El caso de Filadelfia y su banda sonora es un recordatorio del enorme poder que la música tiene en el cine. La capacidad de una canción para capturar emociones y transmitir mensajes trasciende la pantalla y, en este caso, ayudó a generar conciencia sobre una crisis que en aquel momento era todavía tabú.

La anécdota también deja en evidencia los privilegios de la industria cinematográfica, en la que un director puede llamar a dos de los músicos más importantes del mundo para que compongan temas exclusivos para su película.

Como ironiza el artículo de Far Out, si alguien trabaja en Hollywood, su vida no gira solo en torno a los premios y las alfombras rojas: también puede permitirse el lujo de tener a Neil Young y Bruce Springsteen escribiendo canciones para su historia.