“Siento que no me alejé lo suficiente del paisaje como para poder contemplar todo lo que ha pasado”.
Con esta frase, Duki define el abrumador ritmo de su vida en la actualidad. A pesar de estar en un momento de éxito rotundo, con estadios como el Santiago Bernabéu llenos de seguidores, el artista sigue procesando los logros desde un lugar muy humano.
En una tarde de invierno en Madrid, después de un largo vuelo desde su Argentina natal, Mauro Ezequiel Lombardo, más conocido como Duki, se abre a GQ España para hablar sobre su nuevo álbum Ameri, su evolución personal y profesional, y cómo ha logrado mantenerse fiel a sí mismo en medio de la vorágine del éxito.
“Ahora, siento que no tengo miedo, pero ese ‘ahora’ es importante, porque esta nueva era musical va más allá de un disco”, dice Duki con convicción.
El trapero, conocido por su faceta ruda y su estilo visceral, revela que Ameri es más que un álbum de canciones; es una introspección profunda.
“Es un álbum que no solo refleja el momento en el que vivo, sino también los cambios internos que he atravesado”, añade, mientras se acomoda en su asiento.
Tras años de éxitos, Duki ha decidido dejar atrás su zona de confort para explorar nuevos sonidos y enfoques, en los que la vulnerabilidad ocupa un lugar central.
“Explicado de manera sencilla, ha sido salir de la zona de confort”, dice Duki cuando se le pregunta qué hace diferente a Ameri, su cuarto álbum de estudio.
Para él, este disco representa un proceso de transformación tanto en lo musical como en lo personal.
“Para mí, rapear es casi como un deporte, lo disfruto mucho, encuentro algo increíble y fascinante en la capacidad de rimar, en los flows...
“Pero cuando hago temas como los de este disco -sigue-, más autorreflexivos, es Mauro sentado, escribiendo, eligiendo la palabra exacta, no rimando por rimar, sino pensando en lo que quiero contar y cómo lo quiero contar”.
Si bien Duki proviene del freestyle y de la rapidez de la improvisación, ahora se permitió trabajar sus canciones con un método diferente.
“El tiempo ha sido la clave fundamental. Yo soy alguien muy del momento, vengo del freestyle, de improvisar, y cuando voy al estudio trato de transmitir cómo me estoy sintiendo en ese momento concreto. Por eso, si estaba cuatro horas trabajando y me iba sin nada, pensaba que algo estaba saliendo mal”, confiesa.
Sin embargo, con Ameri, decidió probar otra dinámica: “Este es el primer disco donde me permití reescribir versos, recomponer melodías, tomarme más tiempo, relajarme, escuchar bien las canciones, incluir unas, descartar otras... Antes, eso era impensable para mí. Cuando tenía una canción, la sacaba, porque no me gustaba que quedaran guardadas”, mencionó el artista.
El resultado es un álbum que no solo desafía su propio proceso creativo, sino que también muestra una nueva faceta de Duki:
“Dentro de la cohesión y la coherencia, queríamos que el siguiente tema siempre sorprendiera”, explica sobre la selección y el orden de las canciones.
Más allá del personaje
A pesar de la fama y la etiqueta de ídolo global, Duki tiene claro que nunca quiere perder su esencia.
“Yo ahora salgo de mi casa y la gente me ve como Duki, pero lo importante para mí siempre fue ser Mauro, no perder a la persona, no perder mi humanidad jamás”, asegura.
Uno de los temas más personales de Ameri es Barro, una canción que encapsula esa lucha interna.
“Cuando mi abuela falleció yo estaba en un momento bastante rockstar, no era mi mejor versión, y ella me despidió viendo mi peor faceta”, recuerda con sinceridad. “Barro es también decirle que maduré, crecí y estoy haciendo las cosas bien”.
El camino hacia esa transformación no ha sido fácil. “Sí, y me di cuenta de ello hace no mucho. Diría que justamente en la pandemia, que fue cuando yo tuve el cambio de mindset (de mentalidad) y empecé a tratar de estar más saludable”, confiesa sobre el momento en el que sintió que había perdido el rumbo.
“Desde 2017 nunca había dejado de girar, no terminaba de estar solo en casa y tranquilo. El confinamiento me obligó a ello. Encontrarme de nuevo conmigo y verme en un espejo y no reconocerme hizo que me preguntara en qué momento había pasado todo esto”.
Ese fue el punto de inflexión para hacer cambios en su vida: “Me quise alejar de las drogas, quise cambiar de compañía... Ahí empezó toda esta reestructuración. Entendí de verdad lo bueno que mi familia hacía por mí cuando yo lo necesitaba y que hasta entonces no había visto”.
Hoy, esa familia es su principal soporte. “Mi mamá es abogada y es la mánager. Mi hermano me ayuda en toda la parte técnica y artística, viaja conmigo a todos los shows y se encarga de montarlos conmigo. Mi papá maneja lo económico y mi hermana está ahí aguantando y acompañándonos en todo lo que puede”, detalla con orgullo.
Rap, estigma y vulnerabilidad
Duki sabe que el rap y el trap han cargado históricamente con la imagen de dureza y calle, pero no está de acuerdo con ese molde.
“Sigue existiendo el estigma de que los raperos tienen que ser súper gángster y duros todo el tiempo, y a mí, la verdad, no me mide para nada la vara esa”, afirma.
Para él, mostrar su vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad, sino todo lo contrario: “Hablar de que me siento mal o de que tengo una pelea interna no me hace más débil, todo lo contrario. Por eso hablo de mis vulnerabilidades, las trato y las muestro”.
La música es su medio para expresar esa evolución personal, y Ameri es el reflejo de ello. “Tengo una responsabilidad y un deber con ellos (su público). Me pregunté cuál era la forma de salir de mi zona de confort, reinventarme y ofrecer algo nuevo con lo que conectar ahora con mi público, y el punto de conexión más grande son los sentimientos, la vida misma, tanto para bien como para mal”.
Un referente del trap argentino que sigue evolucionando
Si hay algo que Duki tiene claro, es que su generación ha marcado un antes y un después en la música urbana de Argentina. “Nosotros”, dice en referencia a figuras como Khea, YSY A y Neo Pistea, “hemos conseguido hacerlo de una manera que le gusta a nuestro público, que se entiende en nuestro idioma y que tiene un punto de conexión”.
Hoy, el trap argentino es un fenómeno global, y el artista reconoce que siempre hay espacio para seguir aprendiendo. “Cuando vos vas al estudio y ves cómo la otra persona compone, crea y escribe, algo queda y cambia en vos”, reflexiona. “La clave está en escuchar lo que hace el otro y, sobre todo, en colaborar”.
De los estadios a las arenas
Después de un 2024 en el que llenó estadios como el River Plate en Argentina y el Santiago Bernabéu en España, Duki ha decidido dar un giro a su próxima gira. En lugar de seguir apostando por estadios masivos, ahora vuelve a escenarios más pequeños.
“Después del Bernabéu fui a París a tocar en sala Bataclan para poco más de 300 personas. De repente se subió al escenario una chica de Murcia y se rompió todo un tema ella sola. Yo estaba casi llorando y pensé: ‘Gracias a Dios que siento esto después del Bernabéu, porque si no estaría perdido’”, cuenta emocionado.
Con una carrera consolidada y un éxito indiscutible, Duki sigue en la búsqueda de su propia meta. “¿Si estoy a gusto conmigo? Creo que no, con Ameri aún no alcancé mi Ameri", dice con honestidad.
“Tengo que reconocerme muchas más cosas y tengo que disfrutar de otras tantas, no perderme todo el tiempo en la visión de futuro y buscar ser mejor o más grande todo el tiempo”.
A pesar de todo lo que ha logrado, su ambición sigue intacta. “Desde los inicios teníamos un chiste interno que decíamos ‘Nos vemos en el Madison (Square Garden)’. Siempre estará ahí”, dice con una sonrisa.
“Lo más importante es seguir teniendo el hambre que tenía al principio, hacerlo porque lo disfruto y no solo porque me dé plata”, cerró el cantante de trap su entrevista con GQ.