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Paula Ramírez, gerente de programas
Paula Ramírez, gerente de programas de Latimpacto

“¿Quiénes somos? Somos una red de América Latina y el Caribe que reúne al mayor número de proveedores de capital con el objetivo de catalizar, de manera más estratégica, el flujo de capital humano, intelectual y financiero, para impulsar un despliegue de recursos más estratégico hacia el impacto social y ambiental”. Así se presenta Latimpacto desde su web institucional.

En solo 5 años, Latimpacto ha reunido a más de doscientos actores públicos y privados —desde entidades estatales hasta fundaciones empresariales pasando family offices, aceleradoras, fondos de impacto, entidades estatales— para trabajar sobre tres ejes: aprender, conectar y actuar. “Somos un constructor de ecosistema que buscamos es movilizar capital hacia temas de impacto social y ambiental”, dijo Paula Ramírez en diálogo con Ticmas. En su rol, articula países y socios para que los proyectos tomen forma y lleguen a territorio.

La organización que opera en más de 30 países no financia, sin embargo, startups ni empresas sociales de primer piso; su alcance es el “segundo piso”: fundaciones, cámaras, aceleradoras y fondos que sostienen el ecosistema y ejecutan en campo. “Si mañana se me cruza una EdTech, conecto ese interés con los fondos que tenemos, pero el trabajo se canaliza a través de organizaciones de segundo piso”, dijo.

El caso más reciente es el Fondo STEM. Nació como réplica de una experiencia previa en Asia: un miembro corporativo pidió llevar el modelo a América Latina, y Latimpacto lo estructuró con gobernanza definida, términos de referencia, convocatoria y comité de expertos (educación, STEM, inversión y medición). Se adoptó un esquema colaborativo con matching funds: el ancla corporativo aportó 100.000 dólares y se comprometió a aportar otro tanto por cada monto equivalente que sumara un nuevo donante. La primera cohorte se trabajó en México y Brasil. Cada organización seleccionada recibió 25.000 dólares y apoyo no financiero: masterclasses en teoría del cambio, medición de impacto, comunicaciones, entrenamiento de pitch y un showcase para visibilizarlas ante más inversionistas. “No solo damos recursos; ayudamos a que se fortalezcan y atraigan capital adicional”, dijo Ramírez.

“No solo damos recursos; ayudamos
“No solo damos recursos; ayudamos a que se fortalezcan y atraigan capital adicional”, dice Ramírez.

Ese diseño también cubre un vacío: muchos fondos tradicionales no permiten usar recursos para estructura, equipos o nómina. Aquí sí. “Apoyamos organizaciones en su modelo de negocio para que puedan pagar salarios o adquirir equipos. Es el paso anterior que suele quedar por fuera”, dijo.

El contraste con otras regiones obliga a ajustar expectativas. Mientras en Asia, niñas y niños de 5 a 10 años presentaban robots; en América Latina, las propuestas más sólidas apuntaban a formación docente en STEM. La brecha ya impacta al mercado laboral: “Entre este año y el otro hay 3,5 millones de oportunidades en STEM para jóvenes recién graduados; solo podemos cubrir entre 1 y 1,2 millones porque no hay suficientes personas con esas competencias”, dijo Ramírez. La salida combina replicar buenas prácticas regionales —mencionó el Patronato de Explora en México— y leer el contexto real: hay escuelas sin computadores ni conectividad, por lo que cualquier solución debe partir de ese punto de partida.

Las diferencias regionales importan. Brasil está un paso adelante en inversión y en incorporación de corporativos. México, Colombia y Argentina avanzan en convencimiento y construcción de casos. Centroamérica —Honduras y Guatemala— y Bolivia siguen siendo desafíos por escala y cobertura. La nueva cohorte del Fondo STEM se prepara con Argentina y Perú en el radar.

Con ese criterio, Latimpacto impulsa alianzas corporativas que acerquen la escuela al mundo del trabajo. Además del fondo con Lenovo, exploran con IBM SkillsBuild una ruta para 50.000 usuarios en México y Colombia, con centros de estudio y tutores que traduzcan la IA a situaciones concretas —ejemplos como el VAR en el fútbol o la iluminación en un concierto— para enseñar habilidades aplicadas. También trabajan con Fundación Corona y Anglo American Foundation en un esquema de pago por resultados: desafíos concretos, verificación externa y desembolsos atados a metas.

“El impacto real se ve
“El impacto real se ve cuando comparás lo que sabían al inicio y lo que saben después; los números de cobertura no alcanzan”, dice Ramírez.

Cada programa define una línea de base y un seguimiento a seis meses (o el plazo que corresponda) para verificar cambio en habilidades con evaluaciones, encuestas y trabajo de campo. Esos reportes se entregan a donantes y miembros del comité de gobernanza. “El impacto real se ve cuando comparás lo que sabían al inicio y lo que saben después; los números de cobertura no alcanzan”, dijo.

Ramírez vuelve una y otra vez a un punto: conectar educación y empleo. Formar docentes, fortalecer organizaciones y abrir fondos sirve si, al final, hay un puente con el sector productivo. “Necesitamos traer más corporativos a estos programas; no debería ser un asunto exclusivo del sector tecnológico. Todas las industrias tienen algo que aportar”, dijo. Ese es el hilo que cose los tres verbos que organizan su trabajo —aprender, conectar, actuar— y el criterio que ordena cada decisión: contexto, rigor y resultados verificables.

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