Sergio Fernández describe el trabajo de la Fundación Alquería evitando caer en una enumeración de logros y cifras de impacto —que hay—, sino que propone un recorrido construyó paso a paso en alianza con las comunidades, los colegios y el Estado. La Fundación nació hace quince años con el propósito de aportar al fortalecimiento de la educación pública en Colombia y abrir oportunidades para que más jóvenes pudieran llegar a la universidad.
“En este momento tenemos cobertura en 200 colegios públicos, con 146.000 estudiantes, 426 directivos docentes y más de 7800 maestros”, decía Fernández en diálogo con Ticmas. Esa red, extendida por 93 municipios de Cundinamarca, concentra sus esfuerzos en aprendizajes fundamentales, liderazgo escolar, gestión educativa y desarrollo socioemocional. Son programas de largo aliento diseñados para sostener mejoras en el tiempo. “Lo que buscamos es que la calidad de la educación pública se fortalezca de manera estructural y sostenida.”
El segundo frente de trabajo se orienta a los estudiantes con alto potencial académico. La Fundación puso en marcha programas de acompañamiento para los alumnos que cursan los últimos años de bachillerato, a fin de asegurar el acceso a las universidades. “Tenemos un programa de Talentos Excepcionales y otro de Embajadores sin Fronteras, donde niños de primaria pasan a colegios bilingües privados como el Liceo Francés, Los Nogales o el Fontanar, y luego continúan en la universidad. Hoy ya son más de 500 los estudiantes becados en este proceso.”
Fernández subrayó que las becas son apenas una parte del camino. “Siempre les digo a las familias: la beca es solo un medio. Lo fundamental es el acompañamiento socioemocional y vocacional, para que los estudiantes tengan confianza en sí mismos y claridad sobre lo que quieren estudiar. Más allá de los números, hay una historia detrás, hay una mamá o una abuela que sostiene al chico y necesita también herramientas para acompañarlo.”
Los datos reflejan esa apuesta. En las pruebas Saber 11, los estudiantes del programa alcanzaron un promedio de 383 puntos, frente a los 261 de los colegios públicos de Cundinamarca. La comparación sirve para dimensionar el impacto: “Si todos ellos fueran un solo colegio, estarían entre los cinco mejores del país, incluyendo públicos y privados. Esto demuestra que, con acompañamiento y oportunidades, los chicos pueden alcanzar niveles de excelencia.”
El trabajo de Fundación Alquería también se mide en la relación con las instituciones educativas. Cuando comenzó, el programa alcanzaba a seis colegios; hoy llega a 200. Esa expansión fue posible gracias a la articulación con el sector público. “Gracias a esta articulación público-privada, Cundinamarca pasó del sexto al cuarto lugar en las pruebas Saber a nivel nacional y superó por primera vez a Bogotá. Eso muestra que la educación necesita proyectos de largo plazo: el programa más corto de la fundación dura cuatro años, y algunos llevan más de una década.”
Fernández continuó destacando que el trabajo con los docentes es una clave central de los logros, por lo tanto, apuntan a fortalecer la tarea diaria de los maestros para que “acompañen al estudiante desde lo socioemocional y cuenten con herramientas que faciliten la evaluación y la planeación. Si logramos liberar al maestro de cargas administrativas y darle apoyo con tecnología, tendrá más tiempo para lo esencial: guiar el aprendizaje y fortalecer los vínculos humanos.”
La incorporación de tecnología, entonces, es una oportunidad a la vez que una advertencia: su papel es complementar, no sustituir. “La tecnología es una aliada, pero no reemplaza la relación entre personas. Lo que da confianza, lo que motiva, lo que construye comunidad, no lo hace una máquina.” En su visión, la inteligencia artificial tendrá un papel creciente en la escuela, pero deberá usarse con criterio para no desplazar aquello que solo puede ocurrir en el encuentro entre docentes y estudiantes.
La experiencia de la Fundación Alquería muestra que es posible pensar la educación desde la persistencia y el compromiso de largo plazo. El sentido está en generar oportunidades reales para los estudiantes y en construir una red donde la escuela pública y las familias encuentren apoyo. Ese es el camino que Fernández defiende, con la certeza de que los cambios duraderos requieren tiempo, trabajo compartido y la convicción de que la educación es un proyecto colectivo.
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