
Periódicamente surgen discusiones sobre cómo incorporar tecnología en el aula: en qué condiciones, bajo qué criterios, buscando qué criterios de éxito, etc. Muchas veces son discusiones que tienen más que ver con la opinión que con la evidencia. En ese marco, el ministro de Educación de Catamarca, Dalmacio Mera, plantea una idea interesante: incorporar en el Consejo Federal de Educación, donde se reúnen los ministros del país, un observatorio que analice las prácticas de tecnología en la enseñanza.
“Partimos de que la tecnología va a estar cada vez más presente en las distintas dimensiones del quehacer humano, y cuyo impacto no se ha medido en su totalidad”, dice en diálogo con Ticmas. Para Mera, lo que se tiene son informes parciales que presentan investigadores y científicos de distintos lugares del mundo, pero que no miran de una manera holística o que dejan de lado ciertos aspectos que deberían tenerse en cuenta.
—Uno de los más básicos —dice— es cómo impacta en la vista de nuestros niños el exceso de pantallas y cómo algunas enfermedades propias de edades más avanzadas aparecen muy temprano. De ahí podemos pasar a las lesiones del cuello, a la actitud sedentaria y al impacto en el corto, mediano y largo plazo tanto en la salud individual como en la salud pública. Como Estado tenemos que medir los recursos que, como siempre, son finitos.
—¿De qué manera analiza actualmente el vínculo educación-tecnología en Catamarca?
—Catamarca y cualquier ministerio de Educación necesita validar la información con evidencia. Las tecnologías vienen aplicándose en el sistema educativo desde hace un tiempo y ya, quienes tienen un Observatorio o tienen las capacidades para hacer análisis cuali y cuanti, empiezan a hacer correcciones y cambios de dirección. ¿Por qué no tomamos esas experiencias? ¿Por qué razón vamos a esperar a transitarla para después corregirla? En Catamarca atendemos artesanalmente estas realidades. Por eso, desde hace algunos años hemos prohibido el uso del celular en la primaria y hemos planteado que su uso en la secundaria sea solo a requerimiento del profesor. Esto también entendiendo que la tecnología es una realidad omnipresente y que, si un chico no tiene el uso responsable y no sabe cómo usarla a su favor, probablemente va a perder oportunidades el día que tenga que salir a un estudio universitario o al mundo del trabajo.
—¿No es demasiado fuerte prohibir el uso de una tecnología? Sobre todo, una que es ubicua.
—En la primaria tiene efectos positivos. Me baso en el informe de la Organización Mundial de la Salud. La idea de construir un observatorio también tiene que ver con llevar estudios científicos consolidados, corroborados en los países que han llevado una delantera y que después corrigen como uno debe hacer con cualquier nueva herramienta. Las evidencias lo van demostrando. Tenemos que aprovechar las ya existentes.
—¿Cuál es la fortaleza que puede destacar en la educación de Catamarca?
—Tenemos un sistema educativo muy inclusivo. Llegamos a los lugares más despoblados de la provincia. Esa es una política que se sostiene desde el Estado hace varias décadas. En los últimos dieciséis años se ha incrementado mucho la igualdad. El derecho a la educación es una realidad concreta. El Estado invierte muchos recursos en lugares donde la matrícula de una escuela es a veces de dos o de tres alumnos. Tenemos escuelas donde hay más personal docente y no docente que alumnos. Sostenerlo en el tiempo no es solo un esfuerzo muy grande en cuanto a la inversión del Estado, sino a que también a muchos docentes les resulta un sacrificio relevante. Tienen que trasladarse muchas horas, se van a vivir a esos lugares por períodos cortos, dejan a su familia y están diez, quince días continuos. Vuelven, toman dos o tres días de descanso y regresan a cumplir con su vocación y con su misión. Eso es un sistema de estricta justicia educativa que nosotros ponderamos y defendemos.
—¿Y si le pregunto por la negativa? ¿Qué fallas del sistema educativo de Catamarca son las que tiene que atacar con urgencia?
—Tendríamos que hacer un catálogo de cosas que pretendemos transformar. Nosotros nos paramos en la calidad educativa y el primer paso es la alfabetización. Cuando nos tocó asumir, hace poco más de un año, lo primero que hicimos fue ver nuestro desempeño en las pruebas Aprender. Desgraciadamente, desde que se miden hasta la fecha hemos estado ininterrumpidamente mal. A mí no me gusta ponerme a discutir qué metodología es más o menos válida, cuál es más o menos rigurosa. Hicimos un plan de alfabetización y nos ayudaron el Grupo Natura y Pérez Companc. Sobre una primera experiencia tuvimos receptividad y conformidad de los docentes. Y pudimos evaluar. Este es un dato relevante. Por primera vez tenemos una evaluación propia, con lo cual yo puedo saber que el alumno Dalmacio Mera es el peor del grado, y lo puede saber el director de la escuela y se lo puede decir al docente para que le preste más atención a Dalmacio. La prueba piloto fue sobre el 10% de las escuelas y este año ya la escalamos al 66% de las escuelas. Si funciona, el año que viene el 100% de las escuelas estarán trabajando en este plan que entendemos como un eje. Si no hay alfabetización, poca importancia tiene aprender robótica.
—¿Qué objetivos se planteó para estos cuatro años de mandato?
—Tengo un berretín con ese tema. En cada lugar que me tocó enfrentar desafíos —el primero fue cuando me eligieron senador de Valle Viejo—, las cosas se hacían de determinada manera porque siempre se habían hecho así. Las políticas públicas eran difícilmente medibles y por ende difícilmente mejorables. Mi primer propósito de aquel entonces que sostengo al día de hoy es que yo tengo que dejarle el camino más sencillo al siguiente para que él pueda mejorar más de lo que pretendo yo. Por eso estoy muy contento con que tengamos por primera vez una prueba provincial, porque para el que viene va a ser mucho más fácil.
—Pero no me dijo cuáles esperaba que fueran sus logros.
—Yo digo que la educación es un cubo mágico. Si al cubo mágico lo querés armar cara a cara, nunca lo terminás de armar. Tiene un eje, que son los cuadrados del medio, pero: es muy difícil mejorar la alfabetización si no tenés formación continua de los docentes; es muy difícil tener formación continua de los docentes eficientes si no sometes a revisión las currículas por las que los docentes se forman. Una es causa y consecuencia a la vez de otra realidad del sistema educativo.
—Hablamos de alfabetización, que está en el extremo inferior de la educación obligatoria. Pero si miramos el otro extremo, ¿cómo acompaña a esos estudiantes en cuestiones relativas a la educación y la empleabilidad?
—Con algunas escuelas técnicas vinculadas al agro, iniciamos convenios específicos con empresas vinculadas al sector productivo de cada localidad. Generamos acuerdos con ellos para que el trabajo sea un foco muy concreto de los últimos años de la secundaria. Hay prácticas profesionales, pasantías, actividades vinculadas al saber hacer para que un joven no salga de la escuela sin haber tenido la posibilidad de hacer prácticas en un laboratorio, en un campo, en una empresa. El año pasado fue un camino experimental y nos ha ido bien. Los chicos están muy contentos, a los docentes se los ve más realizados en su función. Por cierto, es un modelo que queremos desarrollar en las escuelas rurales y en otras escuelas.
—Al principio hablaba de la creación de un observatorio en el marco del Consejo Federal. ¿Cómo es la relación que mantiene con los demás ministros? ¿En qué lo ha beneficiado el Consejo Federal?
—En mucho, La verdad que soy un agradecido a mis colegas. Muchos de ellos tienen mucha experiencia y hacen muy rica la posibilidad de compartir experiencias. También he encontrado en el secretario Torrendell, en José Thomas y en sus equipos a gente predispuesta, que atienden el teléfono e intentan dar una solución. El Consejo Federal es un respiro, una bocanada de oxígeno. Además, en cada una de las resoluciones hay antecedentes de viejas resoluciones de distintos gobiernos, de distintos años, que siempre van en procura de lo mismo, que es de lograr una mejor educación. Eso, para mí, es un pilar muy grande, porque como digo en Catamarca, la educación es una esperanza activa: es la esperanza activa de cada uno de nuestros alumnos y es la esperanza activa de nuestra comunidad de poder ser sostenibles y poder desarrollarnos en el tiempo. En eso el Consejo, es una bocanada de aire puro.
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