La semana pasada, la provincia de Buenos Aires anunció que impulsa una medida para anular la repitencia de los estudiantes que adeuden hasta cuatro materias. En los últimos años otras jurisdicciones tomaron medidas similares: en la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, no hay repeticiones en primer y segundo año; en Neuquén se da el avance automático —Santa Fe tenía el mismo régimen, pero el actual gobernador revocó esa medida—. Pero la noticia de la educación bonaerense puso de nuevo el problema de la repitencia en primer plano.
Muchos académicos y expertos fueron convocados a compartir su opinión acerca del tema. Guillermina Tiramonti, Gustavo Zorzoli, Paola Delbosco y la española Carmen Pelliceri visitaron las oficinas de Ticmas para hablar de la repitencia. También lo hizo Emilio Tenti Fanfani, un renombrado especialista que ha trabajado en grandes proyectos educativos en Argentina, México y en demás países de la región. Tenti Fanfani es autor de ensayos como La condición docente y La escuela bajo sospecha.
—¿Cuál es su opinión acerca de esta medida?
—Es imposible no estar de acuerdo con liquidar la repitencia, que es una vieja institución de los sistemas escolares modernos. No solamente se está haciendo en varias provincias, sino que ya hay muchos países que han dejado atrás este viejo dispositivo, que tiene consecuencias negativas. Tiene costos psicológicos para los chicos. Hay un consenso entre los expertos, los pedagogos de distintos signos, corrientes políticas e ideologías en que la repitencia tiene hasta consecuencias económicas. Han calculado que en América Latina cuesta no sé cuántos miles de millones de dólares. Está demostrado que la repetición no contribuye al aprendizaje de los chicos. Repetir es hacer lo mismo que no resultó: no tiene ninguna lógica, ningún sentido.
—Pero ¿qué se hace con los repetidores?
—Lo que me preocupa es cómo garantizamos que los chicos y las chicas efectivamente desarrollen conocimientos básicos. Porque preguntarnos qué hacemos con los repetidores es ir a las consecuencias, y yo creo que hay que remontarse a los orígenes, a las causas que producen el déficit de aprendizaje. La repetición es curar la enfermedad, pero no va a las raíces. Yo creo que hay que hacer políticas educativas preventivas de la repetición: la repetición es un indicador del fracaso escolar, con todo lo que esto significa. Porque, además, la repetición tiende a culpabilizar al chico que repite y deja a salvo al sistema y todos sus dispositivos: las regulaciones, la oferta, el currículum, la relación pedagógica, la formación de los docentes, etcétera, etcétera.

—¿Qué opina de las medidas de la provincia?
—Simpatizo con la idea general, me parece interesante. Pero me quedan muchas preguntas. Cómo van a ser los períodos de intensificación, a cargo de quién van a estar, en qué horarios. ¿Va a ser el mismo profesor de matemática el que me va a apoyar a través de una pedagogía focalizada o va a ser otro profesor que no me conoce? Obviamente, la repetición es un emergente de una oferta educativa deficiente para los adolescentes. Creo que el ministro anunció otras modificaciones. También me parece muy bien.
—¿Son modificaciones del currículum?
—Yo creo que hay que revisar la oferta curricular. Hay una excesiva cantidad de materias, para mi gusto. El secundario tradicional era la antesala a la universidad: preparaba a los chicos para profundizar determinadas disciplinas. Yo creo que al secundario hay que “primarizarlo”. En la primaria no había disciplinas, había integración curricular. Yo creo que hay que continuar con esa lógica, hasta la hasta los 17, 18 años, y que la disciplina comience a mandar en la universidad, donde el conocimiento es el que manda. En la primaria, lo más importante es el aprendiz no es el conocimiento. En la secundaria ¿el conocimiento tiene que mandar al chico o tiene que adaptarse? Esas son las cosas que hay que preguntarse cuando nos preguntamos por qué repiten los chicos, por qué no aprenden lo que es necesario que aprendan.
—¿Cómo sería la integración de los contenidos?
—Primero, dejame decirte que los docentes debemos conocer los intereses de los chicos. Ese es un viejo principio de la pedagogía clásica: hay que basarse en el interés de los chicos. Es mentira eso de que a los chicos de hoy no les interesa nada, que muchas veces circula en los corredores, en las salas de profesores. Un profesor tiene que basarse en los intereses de los chicos en relación con la temática que enseña, y no como un efecto demagógico, sino para que, a partir de ahí, pueda elevarlo en términos de complejidad. Eso es fundamental.
—Pero…
—Pero yendo a la pregunta, tenemos que superar esto de que haya diez, doce o quince materias. La cantidad de disciplinas es uno de los factores que tiende a reproducir la repetición: si tenés cinco materias, la probabilidad de que te lleves cuatro es muy baja. Muchas veces el fraccionamiento del currículum no responde a ningún tipo de principios ni epistemológicos ni científicos. Son los intereses de las corporaciones profesionales.
—¿Qué son las corporaciones profesionales?
—Los profesores especialistas. Los títulos de los profesorados son extremadamente diversificados en función de los espacios curriculares que van a ocupar. Para los profesores el currículum es una especie de territorio. Cada uno tiene su terrenito y no es fácil integrarlos porque cada uno se aferra a esa parcela. Yo me pregunto por qué tiene que haber Filosofía en el secundario, por qué tiene que haber Sociología, por qué tiene que haber Geografía. ¿Por qué no hay Ciencias Sociales? Y después está la cuestión de las prioridades. ¿Qué es prioritario en la educación general básica? No es el conocimiento disciplinar; eso ya lo dijimos. Me gustaría un currículum más problemático que disciplinario, donde los espacios curriculares se centraran en grandes problemas.
—Una metodología de Aprendizaje Basado en Proyectos.
—Los proyectos giran alrededor de problemas y son interdisciplinarios. Todos los problemas son interdisciplinarios. El problema de la vivienda, el problema de la seguridad urbana son interdisciplinarios. No es ni del antropólogo ni del sociólogo. Son interdisciplinarios por naturaleza: hay aspectos jurídicos, antropológicos, filosóficos. Tenemos que ver cómo convivimos en las sociedades complejas y plurales en las que vivimos. La escuela debe abordar los problemas desde distintas perspectivas.
—Yendo a las transformaciones educativas, ¿cómo debe comunicar la educación sus objetivos y fundamentos? Quienes estuvieron en contra de eliminar la repitencia no fueron ni los académicos ni los docentes, pero fueron, sobre todo, los padres.
—Muchas veces los especialistas, los técnicos y los ministros son más reformistas que las familias. Porque las familias no son especialistas y los dispositivos como la repetición y la división por materia están naturalizados. Los intelectuales discutimos esto, vivimos de esto, trabajamos de esto. Tomamos a la educación como objeto de estudio. En cambio, el padre de familia tiene los esquemas de su experiencia que se terminaron convirtiendo en creencias o mitos. “Un chico que no aprende tiene que repetir”: muchos padres dicen que, si su hijo no estudió, tiene que repetir. La repetición, entonces, aparece como un castigo y no tiene nada de pedagógico.
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