
La tendencia mundial indica un descenso persistente en la cantidad de personas que leen por placer. De acuerdo con un estudio realizado por equipos de investigación del University College de Londres y la Universidad de Florida —publicado en agosto de este año— la proporción de estadounidenses que practican la lectura recreativa se redujo un 40 % en dos décadas. Una cifra que, aunque parezca un mero ejemplo, es un indicio de un fenómeno que se replica en distintas naciones.
El informe reunió datos de la Encuesta sobre el Uso del Tiempo en Estados Unidos, que desde 2003 hasta 2023 consultó a más de 236.000 participantes. En 2004, el 28 % de las personas afirmó haber leído por placer en un día determinado; en 2023 esa cifra descendió al 16 %, consolidando un proceso de baja anual del 3 %.
Como se dijo, este fenómeno no es exclusivamente estadounidense. Los hábitos de lectura se modifican a escala global, aunque las cifras y tendencias varían entre países. En España, el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2024 indica que el 65 % de la población lee libros en su tiempo libre, situando al país entre los de mayor índice lector. El 75,3 % de los jóvenes españoles de 14 a 24 años leen por placer, lo que refleja un entorno favorable.

En contraste, Argentina muestra un panorama más desafiante: la Encuesta Nacional de Consumos Culturales señala que en 2022 solo el 51 % de la población leyó al menos un libro en el año, y el consumo lector se encuentra fuertemente concentrado en adolescentes, especialmente por motivos escolares.
A nivel mundial, la plataforma World Population Review posiciona a Argentina entre los 15 países con menor promedio de libros leídos por persona cada año, con una cifra que no supera los dos ejemplares anuales. Esto contrasta no solo con su tradición literaria, sino con eventos culturales masivos como la Feria del Libro de Buenos Aires.

De esta manera, el descenso registrado en Estados Unidos se enmarca en una tendencia más amplia, aunque en algunos países —como España— los índices aún se mantienen elevados, gracias al fomento estatal y social del hábito lector.
La caída no se limita a una forma específica de lectura. El estudio del University College de Londres amplió el concepto tradicional para contemplar libros, revistas y periódicos en papel, digital o incluso formato audio.

A pesar de esto, la baja resulta relevante y preocupante, porque incluye a lectores de plataformas electrónicas y audiolibros, descartando como explicación única la migración hacia soportes digitales.
Factores posibles detrás del descenso en la lectura recreativa
Las razones detrás de la baja en la lectura por diversión son múltiples y aún no existe una explicación definitiva. Los propios autores del estudio estadounidense señalan que su investigación no identifica causas directas, aunque proponen varias hipótesis para futuras líneas de análisis.

Uno de los elementos recurrentes es el uso intensivo de redes sociales y el acceso constante a nuevas tecnologías. El tiempo de ocio tiende a desplazarse hacia actividades en línea, plataformas de video o consumo rápido de contenido digital, reemplazando a la lectura prolongada y reflexiva.
La presión económica y el aumento de horas dedicadas al trabajo también surgen como factores que reducen el tiempo disponible para actividades recreativas como leer.

Las diferencias demográficas agravan la situación. De acuerdo con los resultados de la encuesta estadounidense, en 2023 las personas con mayor nivel educativo tenían el doble de probabilidades de leer por placer que quienes contaban con menor formación.
El nivel de ingreso representa otra variable decisiva: las personas con ingresos altos tenían 1,5 veces más probabilidades de leer que aquellas en situaciones de bajo ingreso.
Estas brechas muestran una tendencia creciente, sugiriendo que el acceso a los beneficios de la lectura se concentra en las franjas más favorecidas, lo cual puede reproducir desigualdades sociales a largo plazo.

El estudio estadounidense remarca un dato especialmente relevante para el futuro de la lectura: aunque más del 20 % de las personas encuestadas conviven con niños pequeños, solo el 2 % manifestó leer con ellos de manera regular.
Esta cifra se mantuvo estable en dos décadas, lo que alerta sobre la potencial profundización de la caída lectoral, ya que la lectura compartida en la infancia suele ser el pilar de la formación de lectores adultos.
En países como Argentina, el consumo de lectura también se encuentra sesgado por la edad y los contextos educativos. La mayoría de los adolescentes leen por exigencia escolar, pero la continuidad del hábito lector en la adultez se diluye. Sumado a esto, la centralidad del libro en formato papel —a diferencia de lo que ocurre en sociedades con más digitalización— puede limitar la expansión de nuevos públicos lectores.
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