
Durante décadas se ha dicho a los consumidores que den prioridad a los lácteos bajos en grasa, pero Robert F. Kennedy Jr. ha puesto en duda esa recomendación.
Desde la década de 1980, las autoridades sanitarias federales han recomendado a los estadounidenses que opten por productos lácteos bajos en grasa, como la leche desnatada y el yogur reducido en grasa, en lugar de las versiones con toda la grasa.
Pero Robert F. Kennedy Jr. y otras figuras destacadas del movimiento Make America Healthy Again (Hagamos a Estados Unidos saludable de nuevo, MAHA, por su sigla en inglés) han insinuado recientemente que van a “elevar” la leche entera y otros productos lácteos en las próximas directrices gubernamentales sobre qué comer y beber para gozar de buena salud, llamadas Guías Alimentarias para Estadounidenses.
Los expertos en salud recomiendan desde hace tiempo evitar los lácteos enteros porque tienen un alto contenido en grasas saturadas que, en exceso, pueden aumentar el colesterol y el riesgo de cardiopatías. También tienen más calorías que las versiones reducidas en grasa, lo que puede aumentar las probabilidades de engordar o desarrollar obesidad.
Pero estas recomendaciones se basaban en estudios antiguos que hallaron vínculos entre las dietas ricas en grasas saturadas y las enfermedades cardiacas, pero que no analizaron específicamente los efectos de los lácteos en la salud.
Hemos estado diciendo a los estadounidenses que den prioridad a los productos lácteos bajos en grasa “con base en pruebas casi inexistentes” que demuestren que son mejores para la salud, dijo Dariush Mozaffarian, cardiólogo y director del Instituto Food Is Medicine de la Universidad Tufts.
Cuando analices las pruebas más recientes sobre la influencia de los lácteos en la salud, verás que los resultados de los estudios son “muy dispares”, dijo Richard Bruno, catedrático de Nutrición Humana de la Universidad Estatal de Ohio. “Algunos dicen que no te perjudica ni te ayuda, otros que puede perjudicarte un poco y otros que en realidad es muy útil”.
Lo que sugieren las investigaciones

Diversos estudios realizados a lo largo de décadas han examinado, con resultados dispares, lo que ocurre con la salud de las personas cuando consumen distintos tipos de productos lácteos.
En un estudio de octubre que incluyó a unos 74.000 adultos de Noruega, por ejemplo, los investigadores descubrieron que quien consumía más leche entera tenía un 7 por ciento más de probabilidades de morir de enfermedad cardiovascular que quien consumía menos.
Pero otro estudio de septiembre, que siguió a unos 3100 adultos de Estados Unidos durante 25 años, concluyó algo distinto. Quienes consumían más lácteos enteros (incluida la leche y el queso) tenían un riesgo un 24 por ciento menor de desarrollar un signo temprano de enfermedad cardiaca (denominado calcificación de las arterias coronarias) que quienes consumían menos lácteos enteros.
Un pequeño ensayo clínico aleatorio de 2016 halló un resultado más neutro: seguir una dieta hipotensora que incorporaba lácteos enteros reducía la presión arterial igual de bien que seguir una dieta que utilizaba lácteos bajos en grasa.
Los estudios también han demostrado que consumir lácteos enteros no causa más aumento de peso que los lácteos bajos en grasa, aunque tengan más calorías. En un análisis de 28 estudios realizado en 2020, los investigadores descubrieron que los niños que consumían leche entera no presentaban una tendencia a ganar más peso que los que consumían leche baja en grasa. Un estudio anterior de 2014 sobre adultos concluyó lo mismo.

Como ocurre con la mayoría de las investigaciones sobre nutrición, muchos de estos estudios eran observacionales, lo que significa que podían detectar asociaciones entre determinados patrones alimentarios y los resultados de salud, pero no podían demostrar la relación causa-efecto. Muchos de los estudios también eran pequeños o se realizaron en grupos reducidos de personas, por lo que resultaba difícil extraer conclusiones firmes.
No obstante, un grupo de expertos en nutrición de todo el mundo escribió en mayo en The American Journal of Clinical Nutrition que la mayoría de las investigaciones recientes sugieren que, en lo que respecta a la salud cardiovascular, los lácteos bajos en grasa no parecen ser preferibles a los lácteos enteros, ni viceversa.
Por qué la grasa de los lácteos puede ser especial
No sabemos exactamente por qué los lácteos enteros se relacionan a veces con una mejor salud, dijo Mozaffarian. Una teoría es que la mayoría de los productos lácteos, como la leche, el queso y el yogur, no solo contienen grasas saturadas, sino también otros tipos de grasas denominadas lípidos polares, dijo Bruno.
Todavía hay mucho que desconocemos sobre cómo influyen los lípidos polares en la salud, pero algunos estudios en animales (principalmente en roedores) han sugerido que pueden disminuir la inflamación en todo el organismo y reducir la cantidad de colesterol que se absorbe en el intestino, dijo.

Otra explicación tiene que ver con la compleja estructura e interacción de los demás componentes de los lácteos (llamada matriz alimentaria). El queso, por ejemplo, suele tener un alto contenido en grasas saturadas, pero también contiene bacterias benéficas, proteínas, vitaminas y muchas otras sustancias que podrían cambiar la forma en que el organismo digiere la grasa, dijo Benoit Lamarche, director del Centro de Nutrición, Salud y Sociedad de la Universidad Laval de Quebec. Estas podrían ayudar a prevenir, o al menos mitigar, los daños de las grasas saturadas, dijo.
La mantequilla es un tipo de producto lácteo que no parece ofrecer estos beneficios para la salud. Se compone sobre todo de grasas saturadas y de pocos nutrientes beneficiosos más, por lo que, consumida en exceso, puede elevar el colesterol malo, aumentando el riesgo de enfermedad cardiovascular.
Para explicar por qué los lácteos enteros no provocarían un aumento de peso, los expertos señalan su efecto saciante. Una taza de leche entera contiene casi el doble de calorías que una taza de leche desnatada, pero como sacia mejor, puedes consumir menos calorías de otros alimentos, dijo David Jacobs, investigador de epidemiología nutricional de la Universidad de Minnesota.

En conclusión
Los expertos con los que hablamos coincidieron en que no hay pruebas suficientes para recomendar un tipo de grasa láctea sobre el otro. Bruno dijo que, en cambio, la gente debería comer el tipo que prefiera, siempre que encaje en su dieta.
Y hay buenas razones para comerlos. La mayoría de los productos lácteos contienen proteínas, vitamina D, calcio y -en el caso de los productos lácteos fermentados como el yogur, el kéfir y algunos quesos- bacterias beneficiosas para el intestino. Consumir estos nutrientes a través de los lácteos, sobre todo si no los obtienes del resto de tu dieta, es “una ganancia grande”, dijo Bruno.
Pero ten en cuenta que no todos los productos lácteos son saludables. La mantequilla es extremadamente rica en grasas saturadas y puede poner en peligro tu corazón, y los productos lácteos procesados, como las leches de chocolate y los helados, pueden estar cargados de azúcares añadidos, que en exceso pueden provocar diversos problemas de salud, como obesidad y diabetes de tipo 2.
Si las próximas directrices dietéticas acaban elevando los lácteos enteros, no interpretes que eso significa que todos los alimentos que contienen grasas saturadas son inofensivos, dijo Jacobs. Las carnes procesadas y muchos alimentos horneados y fritos, ricos en estas grasas, pueden ser perjudiciales para la salud.
©The New York Times 2025
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