Diana de Gales, recordada por su carisma y su enfoque poco convencional como miembro de la familia real británica, fue también una mujer que supo desafiar las estrictas normas que definían su posición. Una de estas estaba ligada a la moda, en la que el protocolo exigía a las damas de la realeza usar siempre medias en eventos oficiales. Esta regla, promovida especialmente por la reina Isabel II, era un aspecto que Diana rechazaba en silencio, destacó Vanity Fair.
Una royal atípica con un enfoque personal
Diana se destacó desde el principio por no ajustarse completamente a los rígidos códigos que regían la vida de la monarquía británica. Mientras que otras figuras reales adherían estrictamente al protocolo, ella optó por proyectar su individualidad. Este enfoque le ganó la simpatía de millones, marcando una notable diferencia en su forma de relacionarse con su rol y con el público.
El protocolo real, particularmente en lo referente al atuendo, puede resultar rígido y restrictivo. En este contexto, una de las reglas más notorias consistía en que las mujeres debían llevar medias independientemente de la temperatura o la estación del año. Aunque para muchos esta norma pasaba desapercibida, Diana la sentía como una carga incómoda, lo que la llevó a buscar maneras de adaptarla sin enfrentamientos directos.
El desafío de llevar medias
En el libro Dancing with Diana, la profesora de danza de la princesa, Anne Allan, recuerda la fuerte aversión de Diana hacia esta prenda. Según Allan, la princesa encontraba particularmente incómodo el uso constante de medias y expresó repetidas veces su rechazo hacia esta imposición.
La clave de su descontento no era solo estética, sino también una cuestión de comodidad. Para Diana, quien se sentía comprometida con representar un estilo único y personal, las medias se convirtieron en un símbolo de las restricciones que intentaba superar con creatividad.
La solución: aceite bronceador
Durante un viaje oficial a Roma en 1985, Diana reveló a Anne Allan su pequeño truco para evadir la regla de usar medias sin romper formalmente el protocolo. Este método consistía en aplicar aceite bronceador en sus piernas, logrando un efecto visual similar al brillo característico de unas medias transparentes.
El uso del aceite bronceador camuflaba la ausencia de medias, ofreciendo a Diana una alternativa que mantenía la apariencia formal esperada en los compromisos reales. La profesora recuerda cómo, tras regresar de aquel viaje, la piel de Diana lucía especialmente bronceada, y fue entonces cuando la princesa le confió su secreto.
Este sencillo recurso resultó una muestra del ingenio y la practicidad que definían la personalidad de Diana, quien prefería adaptar las normas a sus preferencias antes que someterse completamente a ellas.
Rebelión en pequeños detalles
La decisión de Diana de emplear estrategias como el aceite bronceador para sortear las reglas fue más que un simple gesto de vanidad o comodidad. Representaba su capacidad para redefinir las expectativas que recaían sobre ella, manteniendo un equilibrio entre su estilo personal y las obligaciones propias de su posición.
De acuerdo con el medio, en un entorno tan regulado como el de la familia real, estos pequeños actos de rebeldía simbolizaban algo más profundo: su rechazo a ser moldeada completamente por las normas y su insistencia en proyectar autenticidad. Este enfoque único rompió esquemas dentro de la realeza, reforzando su conexión con el público, que la percibía como una figura accesible y cercana.
Un legado de autenticidad
La historia del aceite bronceador es apenas un detalle dentro del vasto y complejo legado de Diana de Gales. Sin embargo, refleja su carácter innovador y su habilidad para manejar las demandas de la monarquía con inteligencia y estilo.
Diana inspiró a quienes buscaban desafiar las expectativas impuestas. Su forma de abordar incluso los aspectos más pequeños de su vida pública dejó una huella que sigue vigente décadas después de su muerte.
Con cada gesto, grande o pequeño, demostró que el poder de la autenticidad puede ser un arma silenciosa pero transformadora, incluso en los entornos más rígidos. Este detalle, aparentemente trivial, de su vida cotidiana revela mucho sobre la mujer que trascendió las barreras de la realeza para convertirse en un ícono atemporal.