
Durante siglos, un breve pasaje bíblico fue suficiente para encender una de las preguntas más persistentes de la historia: ¿qué fue realmente la Estrella de Belén? El fenómeno, que habría guiado a unos misteriosos visitantes desde Oriente hasta el lugar del nacimiento de Jesús, continúa despertando la curiosidad de teólogos, astrónomos e historiadores, que buscan descifrar si detrás del relato se esconde un hecho real o un símbolo cargado de significado.
La historia aparece únicamente en el Evangelio de Mateo y ocupa apenas una docena de versículos, pero su impacto fue desproporcionado. Ese breve texto dio origen a siglos de interpretaciones, hipótesis científicas y debates históricos sobre su posible base astronómica, un misterio que, como detalla National Geographic, sigue abierto entre la fe y la ciencia.
El texto bíblico narra que unos “magos”, probablemente astrólogos de Babilonia o Persia, observaron una estrella que surgió en el este y la siguieron hasta que se detuvo sobre la casa donde se encontraba el niño. Este pasaje, situado en el contexto de Judea bajo el reinado de Herodes el Grande (alrededor del 8 al 4 a.C.), ha sido interpretado de diversas maneras y ha originado múltiples teorías sobre la naturaleza de la estrella.
Los cometas: señales celestes y malos presagios
Una de las explicaciones más antiguas es la teoría del cometa. En ese marco, el paso del Halley entre los años 12 y 11 a.C., registrado con precisión el 26 de agosto del 12 a.C. en el libro astronómico chino Han, suele citarse como un posible antecedente capaz de explicar el impacto y la notoriedad del suceso descrito en los textos bíblicos.

El historiador romano Casio Dio vinculó la presencia del cometa Halley en los cielos de Roma con la muerte del general Marco Agripa. El teólogo cristiano Orígenes de Alejandría sugirió que la estrella de Mateo podría clasificarse entre los cometas o meteoros.
Sin embargo, la cronología presenta dificultades: Herodes el Grande murió en el 4 a.C., por lo que la aparición del cometa Halley resulta demasiado temprana para coincidir con el nacimiento de Jesús.
Además, el relato bíblico describe una estrella que “se detuvo” sobre una casa, un comportamiento que no corresponde al movimiento regular de los cometas.
En la mentalidad de la época, los cometas solían asociarse a malos presagios. El historiador judío Flavio Josefo relató que un cometa precedió la destrucción de Jerusalén, y Suetonio mencionó que la aparición de uno llevó al emperador Nerón a ejecutar a varios personajes influyentes.
Asimismo, Raymond Brown, autor de El nacimiento del Mesías, señaló a National Geographic que sería difícil imaginar por qué los magos habrían seguido un mal presagio como un cometa hasta Belén.
Otra hipótesis es la de la supernova o nova. Se trata de una estrella que explota y brilla intensamente (variando su luminosidad), que podría haber llamado la atención de los magos.

Los astrónomos chinos, conocidos por sus registros detallados desde el 1000 a.C., documentaron un posible cometa con cola en el 5 a.C. y una posible nova o supernova en el 4 a.C., fechas que coinciden con el periodo estimado del nacimiento de Jesús y los últimos años de Herodes.
Sin embargo, una supernova habría sido visible para toda la población, no solo para los astrónomos. El Evangelio de Mateo no menciona que Herodes o los habitantes de Jerusalén notaran algo inusual en el cielo; de hecho, Herodes se muestra sorprendido ante la llegada de los magos y les pregunta en privado por el momento en que apareció la estrella.
Además, al igual que los cometas, las supernovas no se detienen sobre un lugar específico. No obstante, la imagen de una luz deslumbrante ha sido evocada por figuras como Ignacio de Antioquía, quien describió su resplandor como “indescriptible” y superior a cualquier otra estrella.
La conjunción planetaria: hipótesis contemporánea
La teoría de la conjunción planetaria es la explicación moderna más aceptada. Esta hipótesis sostiene que la estrella fue en realidad una alineación de varios planetas en el cielo nocturno.
El astrónomo Mash’allah, en el siglo VIII, basándose en tradiciones babilónicas, afirmó que grandes acontecimientos, como el diluvio, el nacimiento de Jesús y el de Mahoma, fueron precedidos por conjunciones de Saturno y Júpiter.

Grant Mathews, profesor de física teórica en la Universidad de Notre Dame, analizó las alineaciones planetarias entre el 8 y el 4 a.C. y detectó que el 17 de abril del 6 a.C. se produjo una alineación especial del Sol, la Luna, Júpiter, Saturno y el equinoccio de primavera en la constelación de Aries, mientras Venus se encontraba en Piscis y Mercurio y Marte en Tauro.
Esta configuración, según Mathews, no volverá a repetirse hasta el año 16.213. Cada uno de estos cuerpos celestes tenía un significado particular para los astrónomos antiguos: Júpiter se asociaba con la realeza y, junto al Sol, sugería la llegada de un nuevo gobernante.
Mathews explicó a National Geographic que “la conjunción de estos planetas en Aries, asociada con Judea, sugeriría la aparición de un nuevo gobernante en esa región”. Una alineación planetaria, a diferencia de una supernova, no es especialmente brillante, lo que podría explicar por qué solo los magos, expertos en astrología, percibieron el fenómeno.
Más allá de las explicaciones astronómicas, muchos intérpretes cristianos han defendido que la Estrella de Belén fue un milagro. Juan Crisóstomo, obispo de la antigüedad tardía, consideró que la estrella debía ser milagrosa, ya que se comportó de manera distinta a cualquier astro conocido al detenerse sobre una casa.

Orígenes la comparó con la columna de fuego sobrenatural que guió a Israel en el desierto. Otros académicos, como Robyn Walsh, profesora asociada de Nuevo Testamento en la Universidad de Miami, sostienen que el relato es un recurso literario. En tanto, afirmó a National Geographic que el texto de Mateo tiene mayor contenido simbólico y teológico que astronómico.
Los portentos celestiales eran habituales en las biografías antiguas de héroes, emperadores y dioses. En la literatura clásica, Virgilio describe una estrella que guía a Eneas al lugar donde fundaría Roma, y antiguos comentaristas señalaban que los nacimientos de Alejandro Magno y Augusto estuvieron precedidos por señales astrológicas.
A pesar de los esfuerzos por encontrar una explicación definitiva, la Estrella de Belén sigue envuelta en el misterio. Para los lectores de Mateo y su época, la estrella funcionó como un símbolo literario que transmitía la idea de que el nacimiento de Jesús tenía una dimensión cósmica, con los cielos anunciando la llegada de un nuevo rey, según concluye National Geographic.
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