
Durante décadas, la meritocracia fue el pilar del capitalismo moderno. El esfuerzo y el talento se consideraban los principales motores del éxito económico. Sin embargo, esta idea está siendo desplazada por un factor más determinante: la herencia. En las economías avanzadas, la riqueza transmitida de generación en generación adquirió una importancia creciente, hasta el punto de desafiar la movilidad social y alterar la dinámica del mercado.
Un artículo publicado por The Economist adelantó que las herencias alcanzarán los USD 6 billones en 2025, lo cual equivale al 10% del PIB de los países desarrollados. En Francia, el volumen de bienes heredados se duplicó desde los años 60, y en Alemania se triplicó desde los 70. Esta tendencia sugiere que el acceso a la vivienda, la inversión y la estabilidad financiera dependen cada vez más de la riqueza familiar y no del desempeño individual.

La herencia como factor central de la riqueza
El peso de la herencia en la economía contemporánea creció considerablemente. Mientras que en el siglo XX el patrimonio familiar podía verse afectado por guerras, crisis o malas inversiones, actualmente las fortunas son más resistentes al paso del tiempo. Esto se debe en gran parte, a la expansión del mercado inmobiliario y la desaceleración del crecimiento económico.
Este fenómeno es especialmente visible en el sector de bienes raíces. En grandes ciudades como Londres, Nueva York y París, los precios de las viviendas aumentaron mucho más rápido que los salarios, lo que generó una dependencia del denominado “banco de mamá y papá”. Sin un respaldo familiar, incluso los profesionales con altos ingresos tienen dificultades para adquirir una propiedad.
La nueva aristocracia patrimonial
Varios elementos impulsaron el ascenso de la heredocracia. Uno de los principales es el envejecimiento de la población y la acumulación de capital por trabajador. Paralelamente, el desarrollo económico más lento en sistemas como el europeo, limitó la capacidad de los ingresos laborales para generar riqueza.
En el caso de los ultrarricos, la diferencia radica en la profesionalización de la gestión patrimonial. A diferencia del siglo pasado, cuando las grandes fortunas a menudo se disipaban en pocas generaciones, los multimillonarios actuales perfeccionaron sus estrategias para preservar su capital. De acuerdo con datos publicados por la banca de inversión UBS, en 2023, unas 53 personas ingresaron a la lista de multimillonarios gracias a herencias; cifra cercana a los 84 que hicieron su fortuna desde cero.

Sin embargo, la aristocracia patrimonial no se limita a las élites. La valorización de los inmuebles convirtió a la vivienda en el activo más heredado. Quienes compraron propiedades antes del auge inmobiliario vieron cómo su patrimonio se multiplica, beneficiando a sus herederos. En cambio, aquellos que no tienen acceso a este tipo de capital enfrentan cada vez más obstáculos para ingresar al mercado.
Impacto social de la “heredocracia”
El dominio de la herencia sobre el trabajo generó una transformación en la estructura social. Antiguamente, un alto nivel de ingresos solía garantizar un determinado estándar de vida. Pero actualmente, en muchas latitudes, incluso los profesionales bien remunerados deben recurrir a la herencia para acceder a bienes que antes eran alcanzables con el salario.
Este fenómeno se observa en la competencia por propiedades en mercados altamente especulativos. En ciudades como Londres o Nueva York, los ejecutivos disputan por viviendas dejadas en herencia por trabajadores de sectores menos privilegiados. La combinación de precios elevados y escasez de oferta alteraron la relación entre ingresos y calidad de vida, debilitando la movilidad social.
Asimismo, la progresiva dependencia de riquezas heredadas está ampliando la brecha entre quienes tienen acceso a estos beneficios y quienes no. Las personas que reciben grandes sumas pueden invertir, emprender o acceder a educación de élite, mientras que quienes dependen solo de sus ingresos tienen menos oportunidades de ascenso.

Consecuencias económicas y políticas
Según el informe publicado por The Economist, el auge de la heredocracia plantea desafíos significativos para el capitalismo moderno. En primer lugar, fomenta una clase rentista con incentivos distorsionados: al obtener riqueza sin esfuerzo, muchos herederos tienen menos motivación para innovar o contribuir a la economía productiva.
En el mercado inmobiliario, la protección de activos heredados llevó a la oposición sistemática a nuevas construcciones. Muchos propietarios buscan evitar que la expansión de la oferta reduzca el valor de sus propiedades, lo que agrava la crisis habitacional y encarece aún más el acceso a la vivienda.
Aunque se considera que el riesgo más grande es el impacto político. A medida que los jóvenes perciben que el sistema económico está estructurado para favorecer a quienes nacieron en familias acomodadas, su confianza en las instituciones se erosiona. Esto puede traducirse en un aumento de la polarización social.