
El pensamiento de suma cero es una concepción que ha penetrado múltiples aspectos de la sociedad moderna, desde la política internacional hasta la cultura popular.
Este modelo, que sostiene que las ganancias de unos siempre implican pérdidas para otros, ha sido cada vez más adoptado en distintos contextos, dejando de ser una simple teoría para convertirse en una fuerza que modela nuestras percepciones y comportamientos a nivel global.
El pensamiento de suma cero: origen y expansión
El concepto de suma cero tiene sus raíces en la competencia por recursos limitados. A nivel personal, Damien Cave (periodista y autor del artículo en The New York Times) refleja cómo, durante su niñez, participaba en una búsqueda de huevos de Pascua organizada por su abuelo.
En este juego, el premio final, un billete de 100 dólares, solo podía ser encontrado por uno de los dos participantes, lo que generaba una sensación de injusticia cuando él perdía ante su primo.
Este ejemplo, aunque inocente, ejemplifica la mentalidad de suma cero, donde la victoria de uno es directamente proporcional a la derrota del otro.
El enfoque no es exclusivo de los juegos infantiles; ha permeado muchas áreas de la vida cotidiana, incluyendo la competencia por un lugar en universidades de élite, la percepción de que los inmigrantes “roban” empleos, o la creencia de que los avances de las mujeres en la sociedad representan una pérdida de poder para los hombres.
De forma más amplia, esta lógica se ha instalado en el núcleo de los debates políticos y económicos actuales, promoviendo una visión del mundo como una competencia donde los recursos son limitados y donde no hay espacio para la cooperación.

La expansión de la suma cero en la política internacional
Un ámbito en el que el pensamiento de suma cero ha tenido un impacto notable es la política global. En este sentido, figuras como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se han convertido en símbolos de un enfoque proteccionista y confrontacional.
El artículo subraya que esta mentalidad ha supuesto un giro respecto al orden internacional establecido después de la Guerra Fría, donde primaban la cooperación y la interdependencia.
En esa época, la globalización se percibía como un motor que podría beneficiar a todas las naciones, un principio que ahora se está viendo desmantelado en favor de una visión más cínica, en la que el “nosotros contra ellos” predomina sobre la posibilidad de encontrar soluciones compartidas.
El impacto cultural y psicológico del pensamiento de suma cero
El pensamiento de suma cero no es solo un producto de las decisiones políticas, sino también un fenómeno profundamente enraizado en la psicología y la cultura de los individuos y las sociedades.
La investigación en las ciencias sociales, particularmente el trabajo del antropólogo George M. Foster, demuestra cómo algunas culturas, como las de las comunidades rurales en México, perciben el mundo como un lugar donde los bienes esenciales —como la tierra, la salud y la riqueza— son limitados y escasos.
Esta visión, conocida como la “imagen del bien limitado”, es un componente central de la mentalidad de suma cero.
Los estudios han mostrado que las sociedades jerárquicas, con disparidades económicas, son más propensas a adoptar este tipo de creencias.
Sin embargo, a pesar de su prevalencia, el pensamiento de suma cero no refleja necesariamente la realidad objetiva.
A menudo, las personas caen en una “sesgo de suma cero”, interpretando situaciones competitivas como más antagonistas de lo que realmente son.
Un ejemplo clásico sería el de dos colegas luchando por una promoción; aunque solo uno puede ser ascendido, ambos pueden beneficiarse a largo plazo si la empresa prospera.

Consecuencias históricas y la amenaza de nuevas guerras
A lo largo de la historia, el pensamiento de suma cero ha sido responsable de algunos de los conflictos más destructivos.
En la época colonial, las potencias europeas adoptaron políticas mercantilistas, donde el aumento de la riqueza de un imperio implicaba la pérdida de la riqueza de otro.
Esto resultó en guerras devastadoras, como la Guerra de los Treinta Años y la Guerra de los Ochenta Años, que no solo destruyeron territorios, sino que también costaron millones de vidas.
El autor del artículo destaca cómo Trump parece haber idealizado este enfoque, aludiendo a una época pasada en la que los Estados Unidos eran más ricos bajo un sistema proteccionista de tarifas.
Sin embargo, los economistas señalan que este modelo mercantilista, lejos de fomentar la prosperidad, restringió la creación de riqueza y fomentó la desigualdad, culminando en grandes conflictos como las dos Guerras Mundiales.
Esta mentalidad de suma cero, que ve a otros países como rivales a ser derrotados, podría conducirnos nuevamente hacia una espiral de confrontación y violencia.
Un camino hacia el pensamiento de suma no cero
A pesar de los riesgos inherentes al pensamiento de suma cero, el artículo plantea una alternativa: el pensamiento de suma no cero, basado en la cooperación y el beneficio mutuo.
A lo largo de la historia, pensadores como Adam Smith han propuesto que la riqueza no es un bien finito que se distribuye entre las naciones, sino algo que puede crecer a través de la productividad, la innovación y los mercados libres.
El sistema global posterior a la Segunda Guerra Mundial, basado en instituciones como el Fondo Monetario Internacional, promovió este tipo de visión, fomentando el comercio y la colaboración en lugar de la confrontación.
El artículo también menciona que, aunque la cooperación pueda parecer más compleja, es posible enseñar a las personas a adoptar una visión no cero en situaciones competitivas.
A través de la deliberación y la colaboración, se pueden encontrar soluciones que beneficien a todos los participantes, y no solo a unos pocos.
Este tipo de mentalidad ha demostrado ser más efectiva para crear relaciones duraderas y evitar conflictos destructivos.
Hacia un futuro cooperativo

Finalmente, el autor hace un llamado a reconsiderar el pensamiento de suma cero, especialmente en el contexto de los problemas globales actuales.
Si bien esta mentalidad puede generar victorias temporales, los costos de la confrontación constante son altos, y las guerras de suma cero solo conducen a la destrucción mutua.
El mundo moderno, cada vez más interconectado, ofrece la posibilidad de un cambio: si logramos superar la mentalidad de “todo o nada” y adoptamos un enfoque de cooperación, podremos construir un futuro más próspero y pacífico para todos.
El desafío, sin embargo, es grande. Como señaló uno de los expertos citados en el artículo, en la política actual, los líderes se ven a sí mismos como parte de un juego donde el perdedor no tiene lugar.
A medida que más países y comunidades se resisten a participar en este juego destructivo, puede ser posible cambiar las reglas del mismo.
En lugar de una competencia implacable, el futuro podría ser un espacio de colaboración y crecimiento compartido.