
El almacenamiento geológico de carbono, considerado una de las estrategias clave para intentar atenuar el cambio climático, tiene un límite seguro mucho menor de lo que se pensaba. Así lo revela un estudio internacional publicado en la revista Nature, que llama a repensar el papel de esta tecnología en las políticas climáticas globales.
El trabajo analiza escenarios climáticos hasta el año 2200 y utiliza un enfoque integral para estimar el potencial de almacenamiento en cuencas sedimentarias a nivel mundial. Este análisis incorpora criterios de seguridad ambiental, riesgo sísmico y protección de la salud pública, y determina un margen prudente para su uso como herramienta de mitigación.
¿Cuál es el límite global para la captura subterránea de carbono?
El almacenamiento geológico de carbono consiste en inyectar dióxido de carbono (CO₂) en formaciones subterráneas profundas, como acuíferos salinos o yacimientos de hidrocarburos agotados, con el objetivo de retenerlo de forma segura y permanente. Se trata de una tecnología diseñada para capturar emisiones industriales o removidas directamente del aire, y evitar así que el gas alcance la atmósfera y contribuya al calentamiento global.
El estudio establece que solo se pueden almacenar de forma segura alrededor de 1.460 gigatoneladas (Gt) de CO₂ en formaciones geológicas, una cifra casi diez veces menor que los 14.000 GtCO₂ estimados previamente por la industria y otros estudios. Según los autores, si se utilizara toda esta capacidad considerada prudente exclusivamente para remover CO₂ de la atmósfera, el máximo descenso posible de la temperatura global sería de 0,7 °C (con un rango de 0,35 a 1,2 °C).

La diferencia con los cálculos anteriores radica en que estos no consideraban riesgos ambientales, sísmicos ni de salud pública. El estudio advierte que el almacenamiento geológico debe tratarse como un recurso finito y estratégico, y no como una solución ilimitada.
“El almacenamiento de carbono debe considerarse un recurso agotable e intergeneracional, que requiere una gestión responsable. Se deben tomar decisiones difíciles sobre qué países, sectores e incluso generaciones podrán utilizarlo”, afirmó Matthew Gidden, autor principal e investigador sénior del Programa de Energía, Clima y Medio Ambiente del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA) y del Centro para la Sostenibilidad Global de la Universidad de Maryland (EE. UU.).
El análisis también muestra que, bajo las políticas climáticas actuales, muchos escenarios superarían este límite antes de 2100, y casi todos lo harían antes de 2200. Esto implica que el almacenamiento subterráneo, por sí solo, no permitirá revertir el calentamiento global a los niveles deseados si no se acompaña de reducciones drásticas de emisiones.
¿Cómo se midió el potencial de almacenamiento seguro?

Para determinar este límite prudente, el equipo realizó un mapeo detallado de las cuencas sedimentarias, que son las formaciones geológicas más aptas para almacenar carbono. Se aplicaron una serie de criterios de exclusión para descartar zonas con riesgos elevados, como áreas sísmicas activas, proximidad a centros urbanos, regiones protegidas y zonas polares.
También se excluyeron sitios demasiado superficiales, demasiado profundos o ubicados en aguas oceánicas de gran profundidad, donde el almacenamiento sería económicamente inviable o demasiado riesgoso.
El análisis consideró factores como la integridad de los sellos geológicos, la profundidad de las formaciones, la presencia de fallas tectónicas y la cercanía a fuentes de agua subterránea. Además, se aplicó un margen de seguridad de 25 kilómetros alrededor de áreas urbanas para minimizar riesgos a la salud humana en caso de fugas.
Según el IIASA, aproximadamente el 70% del almacenamiento seguro se encuentra en tierra firme y el 30% en zonas marinas poco profundas.

El resultado de este enfoque es una reducción drástica del potencial de almacenamiento global: de un estimado físico inicial de 11.800 GtCO₂, la cifra se reduce a 1.460 GtCO₂ al aplicar todas las capas de exclusión y prevención de riesgos.
Repercusiones para el desarrollo sustentable y la equidad internacional
Las conclusiones del estudio tienen profundas repercusiones para las estrategias de mitigación y las políticas públicas. El almacenamiento geológico de carbono, considerado esencial para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París de mantener el calentamiento por debajo de los 1,5 °C, debe ser gestionado como un recurso escaso y estratégico.
Los autores advierten que su uso debe priorizar la remoción duradera de CO₂ de la atmósfera. Joeri Rogelj, coautor y director de investigación en el Grantham Institute, subrayó que “debe utilizarse para detener y revertir el calentamiento global, y no desperdiciarse en compensar la contaminación de CO₂ que podría evitarse”.
También destaca la desigualdad en la distribución del potencial de almacenamiento. Países grandes productores de combustibles fósiles, como Estados Unidos, Rusia, China, Brasil y Australia, concentran la mayor parte de los recursos seguros, mientras que regiones como India, Noruega, Canadá y la Unión Europea ven reducida su capacidad debido a mayores riesgos.

Esta disparidad plantea desafíos de justicia intergeneracional y equidad internacional, ya que los países con mayor responsabilidad histórica en las emisiones suelen ser los que más capacidad de almacenamiento tienen. Siddharth Joshi, coautor e investigador del IIASA, señaló: “Los países que más han contribuido históricamente a las emisiones también tienen el mayor espacio de almacenamiento práctico disponible y deben mostrar liderazgo en el uso responsable de este recurso”.
Los autores del estudio insisten en que el almacenamiento geológico no puede considerarse una solución ilimitada para el clima. “Este estudio debería ser un punto de inflexión para el almacenamiento de carbono. Ya no puede considerarse una solución ilimitada para que nuestro clima vuelva a un nivel seguro”, afirmó Gidden.
El equipo también advierte sobre la incertidumbre en la respuesta del sistema climático: eliminar una tonelada de CO₂ no necesariamente revierte el calentamiento en la misma medida que emitirla lo provoca. Por ello, el margen de seguridad debe ser aún mayor.