
La amenaza de que el Amazonas y Groenlandia alcancen puntos de inflexión climáticos movilizó a la comunidad científica y tecnológica, con el respaldo de agencias británicas, para acelerar sistemas de alerta temprana capaces de detectar señales de colapso irreversible.
Con este contexto, crece la preocupación ante la falta de preparación de los gobiernos para enfrentar las consecuencias de cruzar estos umbrales, mientras herramientas de bajo costo y nuevas tecnologías permiten una vigilancia ambiental más efectiva mediante sensores y drones inteligentes.
Qué significa un punto de inflexión climático
Un punto de inflexión climático es un límite a partir del cual los procesos de degradación ambiental adquieren una dinámica propia y permanente. El caso más citado, el “declive de la Amazonía”, muestra cómo la pérdida de árboles reduce la formación de nubes y lluvias, intensificando sequías y fuegos, lo que a su vez acelera la deforestación.
Si la selva se reduce más allá de cierto límite, grandes extensiones podrían convertirse en sabana, liberando miles de millones de toneladas de dióxido de carbono y profundizando el calentamiento global.

Otros puntos críticos incluyen el deshielo de la capa de hielo de Groenlandia, el cual podría elevar el nivel del mar más de 7 metros, y el colapso de la Circulación Meridional de Retorno del Atlántico (AMOC), una corriente clave para el clima europeo. El fallo del AMOC provocaría descensos bruscos de temperatura y precipitaciones, afectando gravemente la agricultura.
Incertidumbre científica y programas internacionales
A pesar de los avances en la comprensión de estos fenómenos, la ciencia todavía no precisa el nivel exacto de calentamiento global que activaría cada punto de inflexión. El sistema climático depende de procesos interconectados y poco comprendidos, como el deshielo acelerado de capas de hielo o la formación de ciertas nubes.
Además, es posible que el desencadenamiento de un punto de inflexión cause otros en efecto dominó: el agua dulce de Groenlandia debilitaría el AMOC, con impacto en las lluvias amazónicas. Los modelos científicos oscilan: algunos sitúan el umbral de Groenlandia en 0,8°C respecto a los niveles preindustriales —ya superado—, mientras otros lo colocan cerca de los 3°C. Para el Amazonas, los cálculos van de 2°C a 6°C, con la deforestación acelerando los plazos estimados.
Frente a este panorama, la Agencia Británica de Investigación e Innovación Avanzada (ARIA) lanzó en febrero un programa de cinco años y USD 109 millones para el desarrollo de sistemas de alerta temprana ante puntos de inflexión climática.
El proyecto reúne a 26 equipos enfocados en el deshielo de Groenlandia y la posible alteración del giro subpolar del Atlántico Norte, una pieza clave del AMOC. Si el giro se modifica debido al exceso de agua dulce, aumentaría la probabilidad del colapso de la circulación marina.

Tecnología de punta para la vigilancia y rol de la ciencia
El desarrollo tecnológico es central en esta vigilancia. El equipo de Kelly Hogan, geofísica marina del British Antarctic Survey, coordina el monitoreo de Groenlandia utilizando una flota de drones submarinos que exploran la morfología del hielo y miden salinidad, temperatura y fuerza de corrientes. También se emplean robots para observaciones superficiales y sensores perforantes para seguimiento a largo plazo.
Además, empresas como Oshen y Marble diseñan soluciones asequibles para la monitorización climática. Oshen, una startup británica, planea desplegar robots autónomos con sensores solares que medirán variables oceánicas y atmosféricas en el giro subpolar.
Mientras que Marble desarrolla drones capaces de rastrear icebergs y la altura de la capa de hielo en Groenlandia. Mathieu Johnsson, director de Marble, explicó en The Economist que “la clave reside en aprovechar tecnologías existentes que, hasta ahora, no se habían combinado de la manera adecuada”. Además, la expansión de las redes 4G asegura una transmisión rápida de los datos recolectados.
Equipos como el liderado por Tim Lenton en la Universidad de Exeter impulsan la integración de estos datos en sistemas efectivos de alerta temprana. El especialista destacó la importancia de que los responsables políticos consideren las consecuencias de superar estos límites, para que la sociedad pueda estar preparada ante eventuales cambios irreversibles.
La falta de preparación de los gobiernos preocupa a especialistas como Laurie Laybourn, director de la Strategic Climate Risks Initiative. Según Laybourn, pocos altos funcionarios incluyen el riesgo de los puntos de inflexión climático en su agenda, salvo algunas excepciones nórdicas, lo que contrasta con la atención asignada a amenazas como las pandemias.

Debate internacional y atención en la COP30
El enfoque en los puntos de inflexión divide opiniones. Un grupo internacional de científicos advirtió en 2024, en Nature Climate Change, que la excesiva atención sobre estos umbrales podría reducir recursos destinados a la mitigación y adaptación climática, áreas donde existe mayor certeza científica. También preocupan los efectos de una narrativa catastrofista, que podría propiciar el fatalismo social y la inacción.
De igual manera, el interés global por estos riesgos aumenta. En julio, una conferencia en Exeter (Inglaterra) reunió a científicos, aseguradoras, fondos de pensiones y organizaciones humanitarias para analizar los desafíos de los puntos de inflexión.
Los organizadores brasileños de la próxima COP30, prevista para noviembre en Belém —como puerta de entrada al Amazonas—, anunciaron que esta inquietud tendrá especial protagonismo en el debate internacional.