
En el sur de Marruecos, el valle de Drâa, hogar de numerosas comunidades y un pulmón agrícola en medio del desierto, enfrenta una crisis cada vez más grave debido al cambio climático. Mhamid el Ghizlane, conocido como la puerta del Sahara, es uno de los ejemplos más elocuentes de cómo las tierras fértiles del oasis se ven arrasadas por las dunas.
Este antiguo asentamiento, con unos 6.100 habitantes, fue un importante centro agrícola y cultural durante siglos. A medida que el clima cambia, el oasis se achica a un ritmo alarmante. La reducción de las lluvias y la desaparición de fuentes de agua esenciales, como el río Drâa, están transformando el paisaje, que ya no es lo que era.
De acuerdo con National Geographic, el desierto está ganando terreno a una velocidad de más de 90 metros por año, y el pueblo que una vez vivió rodeado de plantaciones de dátiles y huertos ahora observa con preocupación cómo las aguas que una vez alimentaron su tierra se evaporan.
Halim Sbai, un residente nacido en Mhamid, describe cómo el cambio climático fue diezmando la vida en el oasis. En su niñez, recuerda cómo los campos de palmeras datileras se extendían en todo el valle, proporcionando sombra y sustancia a la vida cotidiana.
“Cuando no hay agua, nada verde, la arena se convierte en un enemigo muy fuerte y rápido”, señala Sbai. La situación es aún más crítica porque los jóvenes de la región, incapaces de ver un futuro prometedor en su tierra natal, migran a otras zonas en busca de mejores oportunidades.
El medio destaca que este éxodo no solo deja atrás una economía que se derrumba, sino también un legado cultural y un conocimiento ancestral que podría perderse para siempre.

La relación entre el oasis y la tradición agrícola
La historia de los oasis en Marruecos y otras regiones desérticas del norte de África es mucho más que un relato de supervivencia: se trata de una adaptación inteligente a un entorno extremadamente difícil. Durante milenios, las comunidades del Drâa desarrollaron sistemas agrícolas que se ajustan perfectamente a las condiciones áridas.
La palma datilera, por ejemplo, jugó un papel central en este ecosistema, además de ser una fuente de alimento, actúa como protector de otros cultivos. Los científicos la denominaron como una “especie clave”, ya que bajo su sombra crecen otros cultivos como olivos, frutas y hortalizas.
Mohamed Ait-El-Mokhtar, profesor de fisiología vegetal en la Universidad Hassan II de Casablanca, explica que si se quiere salvar el oasis es esencial preservarla debido a que, sin ella, el ecosistema entero colapsaría.
Además, el medio detalla que la ingeniería detrás de los oasis es notable. Las comunidades construyeron redes de canales de riego, aprovechando el agua proveniente de las montañas del Atlas, que aún se desplaza por el Drâa a través de aguas de deshielo y lluvias. Estas infraestructuras permiten cultivar en tierras que, de otro modo, serían imposibles de utilizar.
Sin embargo, el cambio climático está alterando estos flujos de agua, con menos lluvias y un aumento de temperaturas que afectan la disponibilidad de agua.

Los esfuerzos de adaptación y las soluciones tecnológicas
El uso de tecnologías para enfrentar los retos del cambio climático en la región se está convirtiendo en una estrategia clave. En Mhamid, los agricultores recurrieron a bombas solares individuales para extraer agua subterránea, un recurso cada vez más escaso.
Sin embargo, esta solución, aunque útil en el corto plazo, está generando efectos negativos a largo plazo, como el aumento de la salinidad del suelo. Según Sbai, el uso prolongado de estas bombas puede “matar el oasis”. Si se sigue extrayendo agua de esta manera, el suelo se vuelve menos fértil y las palmeras de dátil, aunque resistentes, no podrán sobrevivir.
Una de las alternativas para revertir estos efectos es el uso de sistemas de riego por goteo, que permiten un uso más eficiente del agua. Sbai también trabajó con organizaciones como Sahara Roots para plantar árboles de acacia y tamarisco que ayudan a frenar la expansión del desierto, utilizando un dispositivo innovador llamado Waterboxx.
Estos sistemas, destaca National Geographic, permiten que los árboles jóvenes sobrevivan con menos agua y protegen la tierra de la erosión. Si bien estos esfuerzos son importantes, todavía son modestos en comparación con la magnitud del problema.

El futuro del oasis y el rol de la comunidad
Según National Geographic, para que los oasis como Mhamid sobrevivan, no basta con la intervención técnica: es necesario restaurar el equilibrio social y cultural. La emigración de los jóvenes está minando las capacidades de las comunidades locales para mantener sus tierras y tradiciones.
Sbai, optimista por naturaleza, sigue luchando por la preservación del oasis a través de la educación y la cultura. En 2016, cofundó la escuela de música Joudour Sahara con el objetivo de ofrecer a los jóvenes una razón para quedarse en su tierra natal. Este esfuerzo incluyó la creación del Festival Zamane, que atrae a miles de turistas interesados en la rica tradición musical del Sahara.
La música, las artes y la preservación de la cultura nómada son esenciales para dar sentido a la vida de la comunidad, y Sbai cree firmemente que este enfoque puede ofrecer una solución sostenible al futuro del oasis.
La comunidad de Mhamid demostró, a lo largo de los siglos, una resiliencia notable. A pesar de la escasez de agua y el avance del desierto, los esfuerzos por preservar la cultura y la agricultura del oasis continúan.

El camino hacia la supervivencia de los oasis en Marruecos
El avance del desierto y la escasez de agua están poniendo en riesgo el equilibrio ecológico de los oasis marroquíes. Sin embargo, como demuestra el trabajo de Halim Sbai y otros miembros de la comunidad, la clave para la supervivencia radica en la adaptación.
Utilizando tanto las lecciones del pasado como las innovaciones del presente, existe la posibilidad de que los oasis, aunque muy dañados, puedan resistir la prueba del tiempo.
National Geographic concluye afirmando que lo que está en juego no solo es la agricultura o el paisaje, sino también las tradiciones que mantuvieron vivas estas comunidades durante generaciones.