La carne roja, especialmente la de res, ocupa un lugar central en las dietas de millones de personas, pero su impacto ambiental es un desafío significativo. La producción de carne de res genera una de las mayores huellas de carbono en el sector alimentario, con emisiones de gases de efecto invernadero que duplican las de la carne de cerdo, cuadruplican las del pollo y superan en más de 13 veces las de las legumbres.
Esto se debe en gran parte a las características biológicas de las vacas, que requieren extensas áreas de tierra y producen metano en grandes cantidades debido a su sistema digestivo rumiador. Según los estudios, una sola vaca puede emitir hasta 220 libras de metano al año, un gas con un potencial de calentamiento mucho mayor que el dióxido de carbono.
En este contexto, según reseñó The Atlantic, el avestruz comenzó a ganar atención como una alternativa más sostenible. Además de ser una carne roja, se presenta como una opción con un impacto ambiental significativamente menor. Algunos estudios realizados en países como Sudáfrica y Suiza sugieren que las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas con el avestruz son comparables a las del pollo y mucho menores que las de la carne de res.
El impacto ambiental de la carne de avestruz
Sudáfrica, principal productor de avestruces, lideró investigaciones sobre el impacto ambiental de esta carne. En 2020, un informe de economistas gubernamentales estimó que sus emisiones de gases de efecto invernadero son apenas superiores a las del pollo, lo que las posiciona como una alternativa viable frente a la carne de res. Un estudio complementario realizado en Suiza confirmó que el metano producido por los avestruces es similar al de los mamíferos no rumiantes, como los cerdos.
Sin embargo, los expertos advierten que el metano no es el único gas de efecto invernadero relevante. Marcus Clauss, fisiólogo digestivo de la Universidad de Zúrich, enfatizó que una evaluación completa debe considerar también el dióxido de carbono generado por la producción de piensos (alimentos balanceados para animales, compuestos por granos, proteínas, vitaminas y minerales) y otros insumos agrícolas.
Estos piensos, que incluyen ingredientes como maíz, soja y alfalfa, requieren el uso de fertilizantes, pesticidas y energía, lo que contribuye significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero.
En este sentido, aunque las vacas generan grandes cantidades de metano, su alimentación basada en pastos no requiere el uso intensivo de fertilizantes o pesticidas, elementos que sí tienen un peso significativo en la producción de alimentos para aves como los avestruces.
Diferencias y controversias en los estudios disponibles
A pesar de los datos alentadores, la evidencia científica sobre el impacto climático de la carne de avestruz aún es limitada y, en algunos casos, contradictoria. Estudios realizados en España y en Irán arrojaron resultados opuestos. Por ejemplo, en España se concluyó que el potencial de calentamiento global de la carne de avestruz podría ser incluso mayor que el de la carne de cerdo o res en ciertas condiciones.
Joseph Poore, director del Programa Oxford Martin sobre Sostenibilidad Alimentaria, señaló que, “los datos existentes son insuficientes y poco estandarizados. Ninguno de los estudios sobre avestruz me parece creíble. Todos arrojan cifras impares”. Esto subrayó la necesidad de una evaluación más rigurosa y global del impacto ambiental de esta carne.
Un debate ético y práctico
Más allá del impacto ambiental, la carne de avestruz plantea preguntas sobre el bienestar animal, la accesibilidad y el sabor. Desde un punto de vista ético, sacrificar un único avestruz puede proporcionar suficiente carne para alimentar a muchas personas, reduciendo así el número total de animales sacrificados en comparación con aves más pequeñas como los pollos. Sin embargo, la crianza de avestruces requiere condiciones específicas y costos de producción que todavía limitan su adopción masiva en mercados como Estados Unidos y Europa.
Por otro lado, el precio sigue siendo una barrera. Durante una cena navideña, un filete de avestruz puede costar más de USD 25 dólares el kilo, lo que lo convierte en un lujo ocasional más que en una opción diaria para la mayoría de los consumidores. En términos de sabor, aunque algunos lo describen como similar al de un bistec magro, otros destacan que aún conserva un toque característico de ave.
¿La clave está en comer menos carne?
Ante la incertidumbre científica y las barreras prácticas, algunos expertos sugieren que el enfoque más sostenible no es reemplazar un tipo de carne roja por otro, sino reducir el consumo total de carne. Brian Kateman, cofundador de la Reducetarian Foundation, afirmó que, “simplemente come la carne que quieras, pero reduce el consumo al 20%”. Sin embargo, también reconoció que este cambio de hábitos es más fácil de proponer que de implementar.
El desafío no es solo medioambiental, sino cultural. En muchas sociedades, la carne de res se asocia con tradiciones y celebraciones, lo que dificulta que alternativas como el avestruz ganen terreno en la mesa. “Cualquier medida que se promueva para hacer que la carne sea más escasa la convertirá en un símbolo de estatus más de lo que ya es”, señaló Marcus Clauss.
El futuro de la carne de avestruz
Si bien la carne de avestruz muestra potencial como una alternativa más sostenible, su impacto ambiental real, accesibilidad y aceptación cultural aún necesitan más investigación y promoción. A medida que los consumidores buscan opciones que equilibren la sostenibilidad y el placer gastronómico, el avestruz podría ocupar un lugar destacado, pero no sin superar desafíos económicos y sociales significativos.
El camino hacia un consumo alimentario más sostenible no tiene soluciones simples, pero explorar alternativas como la carne de avestruz es un paso hacia la diversificación y reducción del impacto ambiental en la dieta global.