
La ansiedad es un trastorno mental que provoca preocupación, miedo o nerviosismo difíciles de controlar, incluso cuando no aparenta haber motivos evidentes.
En América Latina, una de cada siete personas sufrió un trastorno de ansiedad en algún momento de su vida, de acuerdo con un estudio realizado por investigadores de Chile y el Reino Unido que fue publicado en The Lancet Regional Health – Américas.
Esto representa alrededor del 14,5% de la población regional, lo que revela que la ansiedad es mucho más común de lo que parece.
La investigación reveló también diferencias marcadas entre países y entre distintos grupos sociales.

Esos resultados muestran que la ansiedad no afecta a todos por igual y que el entorno social y económico puede hacer que algunas personas estén más expuestas.
El estudio fue realizado por especialistas en psiquiatría, psicología, salud pública, ciencias sociales y gestión de riesgos de la Pontificia Universidad Católica y CIGIDEN de Chile con la colaboración de la Universidad de Edinburgo y la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido.
Los factores sociales que influyen en la ansiedad

La ansiedad puede hacer que alguien evite lugares, situaciones o incluso actividades normales, porque siente miedo o angustia sin explicación clara.
Aunque muchas personas la padecen, durante mucho tiempo no se supo qué tan frecuente era este problema en la región.
La falta de investigaciones amplias dificultaba calcular la cantidad real de personas afectadas, lo que complicaba las decisiones sobre salud pública.

Los investigadores de Chile y el Reino Unido quisieron detectar la cantidad de personas con ansiedad en la región y ver si influían factores como el sexo, la riqueza nacional o la desigualdad.
Se propusieron dar una base confiable que ayude a gobiernos y organizaciones a entender el tamaño real del problema y a tomar decisiones efectivas para quienes más lo necesitan. Así, el estudio cubre un vacío importante en la salud mental de la región.
El mayor análisis regional sobre ansiedad

Para reunir la información, el equipo liderado por Antonia Errázuriz usó una “revisión sistemática” y un “metaanálisis”, es decir, analizaron datos de 36 estudios grandes realizados entre 1993 y 2022 en diferentes países latinoamericanos.
Eligieron solo investigaciones que aplicaron los criterios internacionales de la Clasificación Internacional de Enfermedades y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, que son las guías principales para definir y diagnosticar los trastornos de ansiedad.
Los científicos calcularon tres tipos de prevalencia: cuántas personas han tenido ansiedad en algún momento (por vida), cuántas en los últimos doce meses y cuántas en el momento actual.

Los resultados muestran que casi una de cada siete personas en América Latina tuvo ansiedad alguna vez en su vida (14,5%). Además, un 6,6% la tuvo durante el último año y un 3,3% la sentía justo al momento de la encuesta.
Los datos indicaron una gran variedad entre países, grupos sociales y períodos analizados, por lo que los expertos aconsejan precaución al comparar regiones. También se observó que los resultados no son iguales en todos lados.
Uno de los hallazgos clave fue la relación entre ansiedad y desigualdad. Los investigadores informaron que “las tasas elevadas de prevalencia de doce meses y actual de los trastornos de ansiedad se asociaron con mayores coeficientes de Gini”.
Eso significa que los países con más desigualdad social tienen más personas con ansiedad.

También resultó que la ansiedad fue más frecuente en los países con menos desarrollo humano y mayor desigualdad de género. Estos factores parecen influir directamente en el bienestar mental de la población.
Recomendaciones y desafíos

A partir de los resultados, los investigadores recomendaron a los gobiernos invertir en salud mental y diseñar políticas públicas con estos datos, especialmente para apoyar a los grupos más vulnerables.
El equipo sugirió que las cifras del estudio deberían ser la base de nuevas estrategias y campañas de prevención.
Además, destacaron que aún faltan datos en algunos países y que hay diferencias en la manera de investigar, lo que exige precaución para no generalizar en toda la región.

Hoy la ansiedad es uno de los problemas de salud mental más comunes en América Latina y afecta a millones.
Por eso, mejorar el acceso a la atención y dar más atención a las personas que más lo necesitan puede marcar la diferencia y lograr una región más saludable y equilibrada.
Ansiedad, género y desarrollo social

Pablo López, profesor universitario, investigador y director de la carrera de Psicología de la Universidad Favaloro en Argentina, comentó a Infobae: “Lo más valioso de este trabajo es que identifica que las diferencias en la prevalencia de los trastornos de ansiedad entre los países de América Latina están relacionadas con índices de desarrollo”.
También hallaron que una prevalencia actual más alta se asoció con un índice de desigualdad de género más elevado y un índice de desarrollo humano más bajo.
“Esto adquiere relevancia porque engloba factores como la esperanza de vida, la educación y el producto bruto interno. Además, se observó una mayor prevalencia de ansiedad asociada a una tasa más alta de homicidios intencionales”, resaltó.
Además, el licenciado López, autor del libro “Sueño con dormir y no me sale”, mencionó que el gran desafío actual de los gobiernos es aumentar el acceso a tratamientos eficaces y eficientes para la ansiedad.
Señaló que ofrecer intervenciones sin evidencia de eficacia también puede generar un costo para la sociedad. Actualmente, se desarrollan y evalúan tratamientos transdiagnósticos, orientados a abordar procesos psicopatológicos compartidos en condiciones diferentes de salud mental, como suele ocurrir con los distintos trastornos de ansiedad o incluso los trastornos del ánimo.

En la región de América Latina, “también se debería mejorar la inversión en investigaciones sobre ansiedad, a fin de abordar los problemas de manera más eficiente desde la perspectiva de la salud pública”, resaltó.
Consideró que se debe brindar mayor acceso a la capacitación de la comunidad educativa, incluidos directivos, docentes, estudiantes y familias, para lograr la identificación temprana de los síntomas de ansiedad y el desarrollo de un plan de derivación claro y eficiente.
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