
Un salto metodológico está cambiando la mirada sobre la evolución animal. Científicos de la Universidad de Yale idearon una técnica capaz de reconstruir como nunca antes los hábitos acuáticos de especies extintas, dando respuesta a incógnitas que desafiaron a la paleontología durante décadas. Ahora, los vestigios fósiles revelan no solo quiénes y cuándo abandonaron la tierra por el agua, sino cómo lo hicieron, incluso en los seres más enigmáticos.
Inteligencia artificial y estadística: la nueva paleontología
El estudio, publicado en la revista Current Biology, fusiona modelos de aprendizaje automático y técnicas estadísticas históricas para analizar la evolución de especies, arrojando luz sobre debates como el del Spinosaurus. Liderados por Caleb Gordon —doctor por Yale y actual investigador posdoctoral en el Florida Museum of Natural History—, los científicos se enfocaron en los llamados grupos acuáticos secundarios.
“Estos grupos se adaptaron de formas sorprendentemente similares a su nuevo entorno acuático, desarrollando aletas y otras características que los convirtieron en mejores nadadores”, explicó Gordon según la Universidad de Yale. Dichas adaptaciones constituyen ejemplos clásicos de evolución convergente y permiten comprender con mayor profundidad los límites y posibilidades de los cambios adaptativos ante factores ambientales equivalentes.

Para avanzar en esta línea, el equipo examinó cientos de especímenes del Yale Peabody Museum y colecciones internacionales, llegando a realizar más de 11.000 mediciones, imágenes y tomografías computarizadas.
Esta labor integró métodos clásicos de paleontología, algoritmos filogenéticos modernos y técnicas estadísticas surgidas durante la Segunda Guerra Mundial. El objetivo era claro: reconstruir una de las transiciones evolutivas más relevantes de la historia natural —el retorno al agua de animales terrestres.
Desentrañando el enigma del Spinosaurus y otros fósiles
Bhart-Anjan Bhullar, profesor de Ciencias de la Tierra y Planetarias y coautor del trabajo, subrayó la exigencia de este tipo de investigaciones: “Reconstruir la vida de formas extintas de manera científicamente rigurosa, en lugar de limitarse a contar historias, es una tarea precisa y delicada”.

El procedimiento requiere combinar observación de especies vivientes, cuya biología es más conocida, con información genealógica en relación con los fósiles. Según Bhullar, el resultado alcanzado por Gordon representa un logro único en escala evolutiva.
Uno de los casos más emblemáticos revisados fue el del Spinosaurus, dinosaurio que vivió entre hace 113 y 94 millones de años en el norte de África y cuya conducta acuática generó controversias durante años. Mientras algunas pruebas sugerían que cazaba bajo el agua, como focas o pingüinos, otras apuntaban a hábitos rivereños, similares a los de una garza.
Los nuevos datos del equipo de Yale proveen argumentos sólidos a esta controversia: “Nuestros resultados arrojan nueva luz sobre el tiempo que el Spinosaurus pasaba sumergido, lo que podría respaldar la hipótesis de la caza subacuática”, señaló Gordon. El análisis concluye que el Spinosaurus tenía hábitos marcadamente acuáticos y pasaba la mayor parte de su vida sumergido.

En el caso de los mesoaurios, pequeños reptiles marinos que vivieron entre hace 290 y 274 millones de años en el sur de África y el este de Sudamérica, el análisis determinó que probablemente llevaban una vida semiacuática, pese a dar a luz en el agua.
“Pasaban mucho tiempo en tierra, como lo hace hoy un caimán o un ornitorrinco”, indicó Gordon. Asimismo, el estudio verificó que todos los reptiles marinos del Paleozoico, anteriores a los dinosaurios, mantenían un estilo de vida anfibio y regresaban a tierra con frecuencia.
Innovación técnica que trasciende la paleontología
El método desarrollado por la Universidad de Yale permite predecir con más del 90% de precisión si un animal tenía aletas de tejido blando y hábitos acuáticos, a partir de las proporciones de sus extremidades anteriores. Para ello, el grupo de expertos modernizó una técnica estadística de la década de 1940, utilizada originalmente en radares militares para distinguir aviones enemigos.

Jacques Gauthier, coautor y profesor de Ciencias de la Tierra y Planetarias, destacó: “Caleb rescató una técnica estadística de otra época y la aplicó de forma ingeniosa para determinar si un animal extinto tenía extremidades adaptadas para nadar”.
Las proyecciones de este avance trascienden el estudio de la vida acuática. Según los autores, la herramienta podría emplearse para analizar otras transiciones evolutivas, como el bipedalismo en ancestros humanos o el surgimiento del vuelo en aves primitivas.
Bhullar remarcó la importancia de contar con instrumentos objetivos que ayuden a interpretar hallazgos fósiles: “Los huesos son todo lo que nos queda de la mayoría de los vertebrados que han habitado la Tierra. Queremos saber mucho sobre estas criaturas y los mundos que habitaron, pero disponemos de muy poca información para fundamentar nuestras conclusiones”.
Últimas Noticias
Un nuevo estudio revela cómo las palomas perciben el campo magnético de la Tierra
Científicos de Alemania y Austria usaron técnicas de mapeo cerebral y secuenciación genética que posibilitaron el hallazgo

Científicos reescriben la historia evolutiva de los escarabajos en Sudamérica: los datos sobre su alimento
El estudio fue realizado por especialistas del Conicet y del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”. Los resultados
Cadáveres, inteligencia artificial y realidad virtual: cómo la tecnología está revolucionando a la medicina
Las nuevas plataformas educativas permiten explorar los órganos humanos y brindan oportunidades inéditas para la práctica clínica sin recurrir a la disección tradicional ni a los desafíos éticos asociados, resalta Smithsonian Magazine

Los perros golden retriever y las personas tienen más en común de lo que se creía, según un estudio de la Universidad de Cambridge
Científicos identificaron que 12 genes presentes en la raza canina también están relacionados con emociones y comportamientos en personas. Por qué igualmente consideran que la crianza y el entorno es fundamental

El cerebro no es adulto hasta los 32 años: a qué edades suceden los grandes cambios en su estructura
Una investigación de la Universidad de Cambridge, realizada en 3.802 personas, identificó fases diferenciadas en la conectividad cerebral y el rendimiento cognitivo a determinadas edades, desde la infancia hasta la vejez

