Un caracol que pone huevos por el cuello: el extraordinario hallazgo sobre una especie única de Nueva Zelanda

El evento fue grabado por especialistas que cuidan a estos ejemplares en peligro en instalaciones refrigeradas

Guardar
Un caracol poniendo huevos en Nueva Zelanda

En una instalación climatizada en la costa oeste de la Isla Sur de Nueva Zelanda, un grupo de conservacionistas fue testigo de un evento biológico sin precedentes: por primera vez, se registró en video a un ejemplar de Powelliphanta augusta, un gran caracol carnívoro y hermafrodita, poniendo un huevo desde una abertura situada justo debajo de su cabeza.

El episodio fue reportado por el Departamento de Conservación del país, organismo que desde hace casi dos décadas custodia ejemplares de esta especie en contenedores refrigerados, en un intento por salvarla de la extinción.

Registro inédito del comportamiento reproductivo

La filmación muestra cómo emerge un huevo blanco, similar en tamaño a un huevo de gallina, desde el cuello del animal. Este hecho representa una revelación clave en el estudio del Powelliphanta augusta, una especie cuyas prácticas reproductivas seguían siendo, hasta ahora, prácticamente desconocidas, a pesar de los largos años de monitoreo en cautiverio.

Lisa Flanagan, especialista del Departamento de Conservación que trabaja con estos caracoles desde hace 12 años, expresó la sorpresa del equipo: “Es notable que en todo el tiempo que hemos pasado cuidando los caracoles, esta sea la primera vez que vemos a uno poner un huevo”, declaró en un comunicado oficial. El hecho de que haya pasado más de una década sin presenciar este comportamiento subraya tanto la rareza del evento como el carácter reservado y lento de esta especie.

Condiciones de conservación en cautiverio

El video muestra a un
El video muestra a un caracol poniendo un huevo desde una abertura situada justo debajo de su cabeza (Lisa Flanagan/New Zealand Department of Conservation via AP)

El video fue capturado en una instalación que reproduce artificialmente el microclima de alta montaña en el que originalmente habitaban estos caracoles. El hábitat natural del Powelliphanta augusta se ubicaba en una montaña remota de la costa oeste de la Isla Sur, destruida desde entonces por actividades mineras. Para evitar su extinción, los ejemplares fueron trasladados a contenedores refrigerados, donde las condiciones imitan con precisión el entorno alpino de su origen.

Este entorno controlado permitió mantener a salvo a cientos de ejemplares a lo largo de los años, aunque no estuvo exento de incidentes: en 2011, unas 800 unidades murieron por una falla técnica en el sistema de refrigeración de una de las instalaciones del Departamento de Conservación, en la ciudad de Hokitika.

Biología reproductiva del Powelliphanta augusta

A diferencia de los caracoles comunes de jardín, que tienen ciclos reproductivos cortos y producen miles de huevos por año, el Powelliphanta augusta tiene un desarrollo extremadamente lento. Cada individuo tarda unos ocho años en alcanzar la madurez sexual y produce, en promedio, apenas cinco huevos al año. Los huevos, además, pueden demorar más de un año en eclosionar.

La especie es hermafrodita, lo que significa que cada ejemplar posee órganos reproductivos masculinos y femeninos. El proceso de apareamiento incluye el intercambio simultáneo de esperma mediante un poro genital ubicado justo debajo de la cabeza. Este esperma puede almacenarse por tiempo prolongado, hasta que ambos individuos generen un óvulo fecundable.

Especificidades ecológicas de la especie

El video fue capturado en
El video fue capturado en una instalación que reproduce artificialmente el microclima de alta montaña en el que originalmente habitaban estos caracoles (Captura de pantalla, YouTube)

El Powelliphanta augusta forma parte de un conjunto de decenas de especies y subespecies del género Powelliphanta, todas endémicas de Nueva Zelanda. Se encuentran mayormente en ambientes de bosques nativos y pastizales escarpados, lo que las hace altamente sensibles a la intervención humana.

Son carnívoros estrictos y se alimentan principalmente de lombrices de tierra, a las que succionan como si fueran fideos. Además de su particular dieta, se destacan por su tamaño y coloración: poseen caparazones grandes, con patrones en espiral y una gama de tonos tierra que los diferencia de otros moluscos terrestres.

Amenazas ambientales y controversia política

La historia reciente del Powelliphanta augusta está marcada por una fuerte controversia política. A comienzos de los años 2000, una empresa energética planeó explotar un yacimiento de carbón ubicado directamente en el hábitat de estos caracoles. La intervención despertó oposición ciudadana y provocó acciones legales en defensa de la especie.

Como resultado, cerca de 4.000 ejemplares fueron retirados del lugar y reubicados. De ellos, unos 2.000 fueron almacenados en sistemas de refrigeración para preservar su viabilidad reproductiva, dado que no se adaptan fácilmente a nuevos ambientes. La lentitud de su desarrollo biológico y su dependencia de condiciones ecológicas muy específicas impiden su traslado efectivo a otros entornos.

Estado actual de la población en cautiverio

A pesar de las dificultades, la población de Powelliphanta augusta en cautiverio ha mostrado señales de continuidad. En marzo de este año, el Departamento de Conservación contabilizó casi 1.900 caracoles vivos y alrededor de 2.200 huevos en desarrollo. Estas cifras reflejan una estrategia de conservación que, aunque compleja y sujeta a imprevistos, ha logrado mantener viva una especie que difícilmente podría haber sobrevivido a la destrucción total de su hábitat natural.

El reciente registro del comportamiento reproductivo no solo aporta un dato biológico fundamental, sino que valida los esfuerzos prolongados de conservación realizados por las autoridades neozelandesas. En un entorno global donde la biodiversidad enfrenta presiones crecientes, casos como el del Powelliphanta augusta revelan tanto los desafíos técnicos de preservar especies en riesgo como el valor científico de observar, por fin, lo que antes permanecía oculto.