
En el estudio de los insectos extintos, cada hallazgo aporta no solo piezas faltantes del rompecabezas evolutivo, sino también nuevas preguntas sobre la diversidad morfológica y ecológica que alguna vez existió. La variedad de formas y comportamientos registrados sugiere que muchos linajes de estos seres vivos contaban con órganos y modos de vida que no tienen equivalentes en el mundo actual.
El registro fósil, de vez en cuando, ofrece descubrimientos de una singularidad inesperada. En el caso de Sirenobethylus charybdis, una avispa que habitó los ecosistemas del Cretácico medio hace aproximadamente 99 millones de años, se detectó una rareza en la inusual disposición de su abdomen. Hallada en ámbar y conservada con notable nivel de detalle, esta especie exhibe una morfología sin comparación entre los ejemplares conocidos, tanto antiguos como actuales: una estructura que recuerda a la trampa de la Dionaea muscipula, la planta carnívora conocida como Venus atrapamoscas.
La investigación responsable de esta descripción fue publicada en BMC Biology por un equipo liderado por Qiong Wu. El trabajo se basó en 16 ejemplares femeninos conservados en ámbar de Kachin, al norte de Myanmar, una región cuya resina fósil del período Albiano-Cenomaniano ofreció un panorama excepcional de la biodiversidad de insectos de ese entonces. El análisis morfológico y filogenético permitió no solo caracterizar un género y una especie nuevos, sino también justificar la creación de una familia previamente no descrita: Sirenobethylidae.
Hallazgo y contexto paleontológico de Sirenobethylus charybdis
Los especímenes estudiados provienen de depósitos de ámbar del valle de Hukawng, en el norte de Myanmar, con una datación estimada de 99 millones de años. Según detallan los expertos, el conjunto analizado consta de 16 hembras adultas, todas pertenecientes a una especie hasta ahora desconocida para la ciencia. Estos fósiles fueron depositados en el laboratorio clave de evolución de insectos de la Universidad Normal de la Capital, en Pekín.

La caracterización sistemática de estos ejemplares llevó a los autores a ubicar a S. charybdis dentro de la superfamilia Chrysidoidea, pero con una combinación de caracteres que no coincide con ninguna familia conocida. Así lo expresa el trabajo: “Sirenobethylus posee una combinación única de caracteres diagnósticos dentro de Chrysidoidea. Por estas razones, ubicamos a Sirenobethylus charybdis gen. & sp. n. (se trata de un género y una especie nuevos) en su propia familia, Sirenobethylidae”.
La designación del nombre específico no es casual: “El epíteto hace referencia a Caribdis, el monstruo marino de la mitología griega que tragaba y escupía enormes cantidades de agua de mar tres veces al día”, lo que hace alusión al mecanismo de apertura y cierre del aparato abdominal, cuya función podría haber sido análoga a una trampa de captura.
Morfología del aparato abdominal: una estructura inédita en insectos
La particularidad más sobresaliente de S. charybdis es el complejo aparato conformado por tres estructuras tipo colgajo formadas por secciones modificadas de los segmentos abdominales sexto y séptimo. Esta configuración es única y no encuentra paralelos en otros insectos fósiles o vivientes. El estudio señala que “el aparato abdominal de Sirenobethylus no se parece a nada previamente reportado en ninguna avispa actual ni, en efecto, en ningún insecto que conozcamos”.
La parte inferior de esta formación tiene forma de pala, con espinas gruesas y una hilera de cerdas largas en su borde trasero. La parte intermedia es blanda y se extiende hacia los costados, mientras que la superior es alargada y recuerda a una lengua.

Microtomografías computadas permitieron visualizar músculos aductores y abductores conectados a la base del segmento inferior del abdomen, lo que sugiere que podía moverse de forma controlada. Según explican en el análisis, “los músculos aductores que se insertan en el lado inferior de los apodemas anterolaterales (estructuras internas del exoesqueleto donde se insertan los músculos) elevarían el colgajo inferior hacia el colgajo medio, cerrando el aparato, mientras que los músculos abductores que se insertan en la parte superior de los apodemas deprimirían el colgajo inferior lejos del colgajo medio”.
Las distintas posiciones en que el aparato fue preservado en diferentes ejemplares, desde completamente abierto hasta cerrado, ofrecen evidencia directa de su funcionalidad dinámica. Además, la ubicación del aguijón en un surco dorsal del colgajo medio, así como su orientación hacia abajo, le permitirían a la avispa aplicar una picadura precisa sin necesidad de mover su cuerpo entero.
Hipótesis funcional: una estrategia de parasitismo desconocida hasta ahora
La interpretación funcional propuesta por los autores favorece la hipótesis de que S. charybdis fue una avispa parasitoide del tipo koinobionte, es decir, un organismo que deposita sus huevos en un huésped que continúa desarrollándose. En este marco, el aparato habría servido para inmovilizar temporalmente a la presa y facilitar la inserción del huevo, según afirmaron en la investigación.

Este mecanismo contrasta con tácticas conocidas de otras avispas parasitoides, como las Dryinidae, que utilizan sus patas anteriores modificadas para sujetar a sus hospedadores. A diferencia de ellas, S. charybdis presentaba un cuerpo con extremidades más cortas y ojos más pequeños, lo cual hace improbable la persecución activa de presas. Los expertos postulan que el insecto habría adoptado una estrategia de espera: “Imaginamos que habría esperado con el aparato abierto, lista para lanzarse tan pronto como un posible huésped activara la respuesta de captura”.
El comportamiento sugerido implica también que la presa no resultaba destruida durante el proceso, dado que las estructuras membranosas y los pelos sensoriales internos podrían haber cumplido una función amortiguadora. Esta interpretación se alinea con la noción de un parasitismo no letal en el momento de la oviposición, que es el proceso mediante el cual la hembra deposita sus huevos en o sobre otro organismo.
Finalmente, el hallazgo expone la diversidad de tácticas de parasitismo que existían en el linaje de Chrysidoidea durante el Cretácico medio, muchas de las cuales no tienen representación en las especies actuales. Como sintetiza el estudio: “Nuestros nuevos hallazgos indican que para el Cretácico medio, algunos Chrysidoidea tempranos ya habían desarrollado estrategias parasitoides únicas”.