
Años atrás, María Branyas Morera contó a los organizadores de Guinness World Records que había vivido una vida tan larga gracias al “orden, la tranquilidad, la buena conexión con la familia y los amigos, el contacto con la naturaleza, la estabilidad emocional, sin preocupaciones, sin remordimientos, con mucha positividad y alejándose de la gente tóxica”.
Había nacido el 4 de marzo de 1907 en San Francisco, California, Estados Unidos, y murió el 19 de agosto pasado en España. Tenía 117 años cuando falleció y en ese momento era la persona más longeva del mundo.
Fue una supercentenaria, es decir, una persona que pudo cumplir los 110 años o más, una edad que solo alcanzan uno de cada 1.000 centenarios.
Un grupo de científicos de España, Estados Unidos y Reino Unido consideró que la longevidad de Branyas Morera era un caso interesante para investigar y la estudiaron cuando ella vivía. Ahora, los resultados de la investigación ya están listos para que sean revisados por pares en la plataforma bioRxiv.
La genética excepcional de María Branyas Morera

Revelaron que la longevidad de la mujer no solo fue producto de un estilo de vida saludable, sino también de una genética excepcional que permitió que sus células funcionaran como si fueran 17 años más jóvenes de lo que realmente eran.
Los investigadores encontraron 5 particularidades que la distinguieron y que podrían haber contribuido a que viviera tantos años.
El análisis del microbioma y ADN de Branyas Morera fue liderado por el profesor de genética Manel Esteller, de la Universidad de Barcelona, quien es un experto en envejecimiento.
Los resultados sugirieron que la composición genética de Branyas, descrita como un “genoma privilegiado”, fue clave para su longevidad. Además, su microbiota intestinal, que desempeña un papel crucial en la salud general, se asemejaba a la de un bebé, un descubrimiento que sorprendió a los investigadores.
Un estilo de vida que complementó su genética

Aunque la genética jugó un papel fundamental, los investigadores también destacaron las elecciones de vida de Branyas Morera como factores que potenciaron su longevidad.
La mujer seguía una dieta mediterránea que incluía el consumo diario de tres yogures, evitaba el alcohol y el tabaco, disfrutaba de caminatas regulares y mantenía una estrecha relación con su familia y seres queridos.
Esas prácticas, según los expertos, ayudaron a preservar tanto su salud física como mental, y le permitieron mantenerse lúcida hasta casi el final de su vida.
El equipo de investigadores concluyó que el caso de Branyas Morera desafía la percepción común de que el envejecimiento y las enfermedades están inevitablemente vinculados..
Una vida marcada por la historia

Al nacer en 1907, Branyas Morera vivió una vida que abarcó algunos de los eventos más significativos del siglo XX y XXI. Era hija de padres españoles y mexicanos, pasó parte de su infancia en Texas y Nueva Orleans antes de mudarse a España en 1915, en medio de la Primera Guerra Mundial. Posteriormente, se estableció en Cataluña, donde residió la mayor parte de su vida.
La mujer fue testigo de la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, la pandemia de gripe de 1918 y la de 2009 y la crisis sanitaria global por la Covid-19. En 2020, cuando aún no existían vacunas, Branyas Morera contrajo el coronavirus.
Fue considerada como la persona de mayor edad en el mundo en tener la enfermedad COVID-19. Logró recuperarse sin complicaciones.
Qué encontraron los científicos en la mujer supercentenaria

El equipo internacional de científicos desentrañó los secretos moleculares detrás de la vida longeva de la mujer que vivió 117 años y 168 días.
Encontraron estas cinco particularidades:
- Una composición genética única. Los investigadores identificaron 7 variantes genéticas raras, no presentes en otras poblaciones europeas, que podrían haber contribuido a su longevidad. Estas variantes afectan funciones clave como el sistema inmune, la protección cerebral y la salud cardiovascular. Los genes como DSCAML1 (asociado a la inmunidad), MAP4K3 (relacionado con la regulación de la vida en organismos simples) y LRP1 (crucial para el metabolismo lipídico y la protección contra enfermedades cardiovasculares) se destacan como posibles responsables de prolongar su vida.

- Sus telómeros de las células eran más cortos de lo esperado. Aunque se sabe que los telómeros (las regiones protectoras en los extremos de los cromosomas) se acortan con la edad, los de Branyas Morera eran significativamente más cortos que los de otras personas, incluso más jóvenes. Este hallazgo contradice la idea convencional de que los telómeros largos son esenciales para un envejecimiento saludable. En este caso, los telómeros cortos podrían haber limitado la proliferación de células cancerosas, ayudándola a evitar ese tipo de enfermedades.
- Un microbioma intestinal antiinflamatorio único. Branyas Morera poseía una composición microbiana intestinal atípica, notablemente rica en Bifidobacterium, una bacteria asociada a una menor inflamación y una salud metabólica superior. Este perfil microbiano contrasta con el deterioro común que se ve en personas mayores. Su dieta mediterránea, que incluía varios yogures diarios, pudo haber sido un factor clave para mantener esa microbiota beneficiosa.

- Epigenoma ‘más joven’ que su edad cronológica. A través de análisis epigenéticos, los investigadores determinaron que las células de la mujer tenían una “edad biológica” significativamente menor que sus 117 años reales. Esto se reflejó en una menor cantidad de alteraciones epigenéticas típicas del envejecimiento, lo que sugiere que sus células funcionaban más como las de una persona centenaria o incluso más joven.
- Metabolismo lipídico altamente eficiente. Tenía niveles excepcionalmente bajos de colesterol “malo” y triglicéridos, mientras mantenía niveles elevados de colesterol “bueno” (HDL). Este balance ha sido vinculado en estudios previos con una mayor longevidad y un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas.
“No encontramos un único gen o proceso que explique su longevidad”, destacó el doctor Esteller. Es la interacción de variantes genéticas raras, un perfil epigenético saludable, un microbioma excepcional y un metabolismo eficiente lo que permitió esta extraordinaria extensión de vida.
Cómo se podrían usar los resultados de la investigación

A partir de la investigación se abrió la puerta a tres potenciales usos del conocimiento:
- La alta presencia de Bifidobacterium, asociada con la dieta de la mujer, “podría inspirar intervenciones dietéticas probióticas para desacelerar trastornos asociados con el envejecimiento”, según escribieron.
- La evaluación de variantes genéticas raras asociadas a sistemas inmunes robustos y cardioprotectores podría ser clave para diseñar terapias genéticas personalizadas.
- La integración de relojes epigenéticos en la medicina de precisión permitiría estimar la edad biológica en lugar de la cronológica para intervenciones individualizadas en envejecimiento saludable.

Igualmente los científicos reconocieron que como el estudio se limitó al análisis de un solo individuo, hay dificultades en generalizar las conclusiones. Los investigadores planean expandir su enfoque a otras personas longevas para confirmar los resultados y explorar cómo se pueden replicar en la población en general.
En diálogo con Infobae, el doctor Marcelo Rubinstein, investigador del Conicet en el Instituto de Genética y Biología Molecular (INGEBI) en la Argentina, opinó tras leer el texto que aún requiere revisión de pares: “Se trata de un trabajo de observación sobre un caso en particular”.
Además, agregó: “Al tener en cuenta el avance sostenido de la expectativa de vida de la humanidad desde comienzos del siglo XX hay quienes comenzaron a especular con la posibilidad de que los humanos podríamos superar ya no los 100 años, sino los 150 o los 200 años”.

Sin embargo, “esa extrapolación hacia el futuro constituye para mí una idea banal y disparatada, apoyada en la idea de que el progreso tecnológico seguirá su aceleración pero sin considerar que somos organismos biológicos seleccionados a través de millones de años de evolución de Homínidos y que el envejecimiento y la muerte son parte misma del ciclo vital”, afirmó el científico.
“Considero -aclaró- que es fundamental mejorar la calidad de vida de las personas y no tanto extender su duración, entendiendo que producto de las transformaciones sociales y el avance de la educación y prácticas médicas ´ya le sacamos dos vueltas extras a la calesita´, de vivir unos 25-35 años a lo largo del 99.9% de la historia de nuestra existencia como especie, estamos viviendo con cierta normalidad -no exenta de nuevos y problemas como el Parkinson, Azheimer, cáncer y obesidad mórbida- más allá de los 75-80 años”.