
Durante décadas, la conciencia ha sido considerada una cualidad exclusiva de los seres humanos. Sin embargo, avances recientes en la neurociencia y la filosofía han llevado a una revaluación de esta idea, sugiriendo que muchas especies animales podrían poseer algún grado de conciencia.
Un nuevo estudio publicado en la revista Science y desarrollado por los filósofos Kristin Andrews (Universidad York de Toronto), Jonathan Birch (London School of Economics) y Jeff Sebo (Universidad de Nueva York), examina la existencia de estructuras anatómicas y comportamientos en los animales que podrían estar relacionados con lo que comúnmente entendemos como conciencia.
El problema de definir la conciencia
Uno de los principales obstáculos en esta investigación es la falta de consenso sobre qué constituye la conciencia.
Existen al menos 22 teorías diferentes al respecto, lo que hace difícil obtener pruebas científicas definitivas.
La cuestión es similar al problema filosófico de las “otras mentes”, que plantea cómo podemos estar seguros de que otros seres humanos tienen experiencias subjetivas similares a las nuestras.

El filósofo John Stuart Mill argumentaba en 1889 que la presencia de seres conscientes podía inferirse a partir de la observación de comportamientos similares a los propios.
Aplicando este razonamiento a los animales, la pregunta surge de manera natural: si un chimpancé, un perro o incluso un pez exhiben respuestas análogas a las humanas en ciertos contextos, ¿por qué no considerar la posibilidad de que sean también conscientes?
Comportamientos que sugieren conciencia
Los estudios en neurociencia han identificado diversos comportamientos en animales que podrían ser indicios de una forma de conciencia. Algunos ejemplos incluyen:

- El reconocimiento en el espejo: Se ha observado en delfines, elefantes, urracas y peces que, al verse reflejados, pueden reconocer su propia imagen, lo que sugiere cierto nivel de autoconciencia.
- La percepción del dolor: Experimentos con ratones y aves han demostrado que estos buscan anestésicos cuando sienten dolor, al igual que haría un humano. En reptiles, se ha documentado una reducción del apetito y un reposo cauteloso en respuesta a lesiones.
- El ronroneo de los gatos: Aunque se pensaba que esta conducta era un simple reflejo de contracción muscular, un estudio reciente sugiere que podría tratarse de una forma más compleja de comunicación y auto-regulación.
- La capacidad de recordar y aprender de experiencias negativas: Se ha comprobado que ciertos peces evitan estímulos que en el pasado les generaron dolor, lo que implica una forma de memoria asociativa.

Estos indicadores, aunque prometedores, no constituyen una prueba definitiva de la existencia de conciencia en los animales, ya que podrían explicarse por respuestas inconscientes del organismo.
¿Un nuevo paradigma en la ciencia?
El método científico se basa en el razonamiento abductivo, es decir, la búsqueda de la explicación más plausible a partir de los datos disponibles.
Si un animal presenta conductas compatibles con una experiencia consciente, la hipótesis de que posee conciencia gana fuerza.
Sin embargo, la posibilidad de que estos comportamientos sean meramente automáticos aún deja espacio para el escepticismo.

Un desafío importante en esta investigación es el riesgo del antropomorfismo: atribuir a los animales experiencias humanas sin pruebas concluyentes.
No obstante, a medida que la ciencia sigue arrojando luz sobre las capacidades cognitivas de otras especies, la noción de que la conciencia es un fenómeno exclusivamente humano comienza a desdibujarse.
Mientras el debate continúa, los resultados de estos estudios podrían tener implicaciones éticas profundas.
Si los animales son conscientes de lo que les sucede, entonces su bienestar debería ser un factor clave en nuestras decisiones sobre su uso en la investigación, la industria alimentaria y la conservación. La ciencia avanza, y con ella, nuestra comprensión del lugar que ocupamos en el reino animal.
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