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Si alguien entra a la cuenta X de Laureano Ortega Murillo (@LaureanoOrtegaM) encontrará la siguiente presentación en su biografía: “Asesor para Inversiones, Comercio y Cooperación Internacional de la Presidencia de la República/Director de INCANTO”. Desde esta semana podría agregarle: “Director de Inversiones extranjeras”.
La biografía de este hombre de 43 años omite su mejor posición y, probablemente, la mayor razón para que esté en todos esos cargos: hijo de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Esta semana se conoció una iniciativa de Ley de Inversiones Extranjeras, enviada por el dictador nicaragüense a la Asamblea Nacional, para crear la Comisión Nacional de Inversión Extranjera (CNIE), que será dirigida por su hijo, Laureano Ortega Murillo. De esta forma avanza en la construcción de una dinastía familiar que asegure su dictadura, incluso, después de su muerte.
“La designación de Laureano Ortega al frente de esta nueva entidad estatal responde a una lógica de sucesión política disfrazada de administración económica”, afirma el opositor Félix Maradiaga en un artículo de opinión publicado en la plataforma Divergentes. “Daniel Ortega no sólo le está dando control a su hijo predilecto sobre la inversión extranjera, sino que también está asegurando su continuidad en el poder a través de tres estrategias clave”.
Esas tres estrategias, según Maradiaga, serían: “Primero, consolidarlo como el heredero del trono dentro del aparato del régimen, otorgándole un rol que lo proyecta como el futuro dictador de Nicaragua, después de finalizado el ´turno´ de la co-dictadora Rosario Murillo. Segundo, blindar el financiamiento del régimen, garantizando que solo las inversiones extranjeras que favorezcan a la familia Ortega-Murillo puedan operar en el país. Y tercero, utilizar esta ley como un mecanismo para la corrupción y el lavado de dinero, permitiendo que capitales oscuros circulen sin ningún tipo de supervisión o transparencia”.
La de Ortega es una dictadura familiar. Esta misma semana, La Gaceta, Diario Oficial, publicó las reformas a la Constitución Política de Nicaragua, que crean la figura de dos “copresidentes”, un hombre y una mujer, para hacerle espacio a Rosario Murillo, esposa de Ortega, en el máximo cargo político del país, sin que Ortega deba abandonar el mismo.
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Todo el Estado se ajusta a la familia Ortega Murillo. Hasta 2007, cuando Daniel Ortega llegó a la Presidencia, sus hijos eran ajenos a la vida pública o política. Lo poco se sabía de ellos era por las aficiones artísticas que han mostrado algunos. Juan Carlos, toca en una banda de rock llamada Ciclo; Camila, fundó y dirige un evento de modas anual, bautizado como Nicaragua Diseña, y Laureano es cantante de ópera.
Gradualmente, Ortega fue dándole forma familiar a su dictadura. Primero, colocando a su esposa, Rosario Murillo como virtual ministro de la Presidencia, luego como vicepresidente y ahora como copresidenta.
Simultáneamente, va dándoles cargos de gobierno a sus hijos y familiares cercanos, en un entramado que copa los más importantes puestos del Estado:
Daniel Ortega Saavedra, 79 años. Ha sido jefe de Estado de Nicaragua durante 28 años: 10 en el primer periodo sandinista y 18 desde 2007 que regresó al poder, y construyó una dictadura familiar. Desde esta semana es “copresidente”, una figura que se inventó para cumplirle a su esposa la promesa de ser presidenta de la república, sin el dejar de ser “jefe de Estado”.
Rosario Murillo Zambrana, esposa de Daniel Ortega, 73 años. Copresidenta de la República, un cargo hecho a su medida en la Constitución Política recién oficializada. Poeta, ocupó discretas posiciones durante los años 80 en la llamada “revolución sandinista”. Su ascenso al poder se produjo tras acuerpar a Daniel Ortega cuando su hija, Zoilamérica Ortega Murillo, acusó en 1998 al caudillo sandinista de violación y abuso sexual, desde que ella era niña. Tras el regreso al poder de Ortega en 2007, llegó con el cargo oficial de vocera del gobierno. En 2017 fue designada vicepresidenta y, según personas cercanas a la pareja, Ortega le había prometido que sería la candidata a presidente en las elecciones del 2026, algo que arregló creando la figura de “copresidenta”. Se le considera la sucesora de Ortega al momento su muerte.
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Laureano Ortega Murillo, hijo de Daniel Ortega, 43 años. Hay quienes creen que Laureano Ortega se ve “forzado” en su papel de gestor político de su padre, porque lo suyo es el canto y la vida sibarita. Al contrario de Daniel Ortega que se muestra descuidado en el vestir, de zapatones, chaqueta y gorra de beisbolista hasta en su propia toma de posesión, Laureano es un catrín. Viste trajes finos que ocultan un brazo izquierdo totalmente tatuado, usa relojes Rolex de más de 40 mil dólares y cuando estudió en Costa Rica manejaba un Porsche carrera 911, que puede costar entre 130 mil y 250 mil dólares. Es el más público de los hijos de Ortega y Murillo. Es Asesor para Inversiones, Comercio y Cooperación Internacional de la Presidencia de la República, funciona a veces como Canciller de facto suscribiendo acuerdos en nombre del Estado, en otras representa a su padre como secretario del partido, y desde esta semana aparece como Coordinador Comisión Nacional de Inversión Extranjera (CNIE).
Francisco “Paco Díaz”, consuegro de Daniel Ortega, 63 años. Es un personaje más bien gris, que llegó a ser jefe de la Policía Nacional, por su parentesco con Daniel Ortega, quien lo puso en posición de elección, primero, luego le despejó el camino y finalmente lo nombró en el cargo. En septiembre de 2008, Ortega amplió de 4 a 7 los subdirectores de la Policía para ascender a Díaz y colocarlo en línea de sucesión y en 2014 envió a retiro al comisionado general Horacio Rocha, quien se presumía que sustituiría a la entonces jefa policial Aminta Granera. Como premio de consuelo, nombró a Rocha cónsul general de Nicaragua en Corea del Sur y, ya con el camino despejado, nombró en 2018 a su consuegro, Francisco Díaz, jefe de la Policía Nacional.
Rafael “Payo” Ortega Murillo, hijastro de Daniel Ortega, 56 años. Está dedicado a administrar los millonarios negocios de la familia, principalmente, los negocios petroleros que crecieron a la sombra del poder y la cooperación venezolana. Es asesor presidencial con rango de ministro. Fue sancionado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos en diciembre de 2019. “Rafael Ortega y las compañías que posee se usan para lavar dinero para apuntalar al régimen de Ortega a expensas del pueblo nicaragüense”, dijo el entonces secretario del Tesoro estadounidense, Steven Mnuchin quien lo señaló como “administrador de dinero clave detrás de los esquemas ilícitos de la familia Ortega”. Su esposa, Yadira Leets Marín, estuvo a cargo de Inversiones Zanzíbar y la Distribuidora Nicaragüense de Petróleo (DNP-Petronic) dos instituciones claves en la administración de los fondos petroleros venezolanos.
Camila Ortega Murillo, hija de Daniel Ortega, 37 años. Figura como asistente personal de Rosario Murillo, está a cargo de un evento de moda llamado Nicaragua Diseña. Como asesora presidencial es coordinadora de la Comisión Nacional de Economía Creativa, como le llama el régimen al emprendimiento de pequeños negocios. A mediados de enero pasado, Daniel Ortega ordenó una reforma legal para convertir el Ministerio de Economía Familiar, Comunitaria, Cooperativa y Asociativa (Mefcca) en un ministerio para promover los emprendimientos. “La dictadura Ortega Murillo le crea ministerio a su hija Camila para impulsar emprendimientos”, tituló la noticia el nicaragüense diario La Prensa.
Los otros hijos, Juan Carlos, Daniel Edmundo, Carlos Enrique, Maurice y Luciana Ortega Murillo, además de aparecer como “asesores presidenciales” dirigen los canales de televisión 2, 4, 8 y 13, adquiridos con fondos de la cooperación venezolana, pero administrados como privados y parte del consorcio de propiedades de la familia Ortega Murillo.
En un segundo escalón de nepotismo están las nueras de Daniel Ortega, que ocupan importantes cargos en el Estado. Blanca Díaz Flores, esposa de Maurice Ortega, e hija del jefe policial Francisco Díaz, aparece como asesora del Ministerio de Fomento, Industria y Comercio (MIFIC). Una hermana de esta, Nahima Díaz, o sea cuñada de Maurice Ortega, es directora del poderoso ente estatal Telcor (Telecomunicaciones y Correos).
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La esposa de Daniel Edmundo, Mara Stotti, es una de las directoras del Instituto de Turismo, y Katherine Argeñal, esposa de Carlos Enrique, es la gerente general de la empresa estatal petrolera DNP-Petronic. Karen Santamaría, esposa de Laureano, aparece en la planilla de la Empresa Nacional de Transmisión Eléctrica (ENATREL).
Paradójicamente, la Ley de Probidad de los Servidores Públicos, Ley 438, prohíbe el nombramiento de familiares en el servicio público de Nicaragua. “En todos los Poderes e instituciones del Estado y sus dependencias, no se podrá hacer recaer nombramiento en personas que tengan parentesco dentro del cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad con la autoridad que hace el nombramiento, y en su caso, con la persona de donde hubiere emanado esta autoridad”, dice el capítulo tercero de la norma vigente.
Todo este entramado familiar que se riega por el Estado, vive reconcentrado en El Carmen, un complejo amurallado que se extiende por varias manzanas en el centro de Managua, y comprende, además de decenas de viviendas, un campo de beisbol, gimnasio, un puesto médico de urgencias y salas y salones de reuniones, entre otros.
El complejo residencial creció a partir de la primera casa que confiscó Daniel Ortega, en 1979, al banquero Jaime Morales Carazo, quien después sería su aliado. Por las buenas y por las malas los Ortega Murillo fueron comprando casi todas las casas de los alrededores.
Con el tiempo también crecieron las torres con soldados armados, las patrullas policiales que circulan día y noche, las barricadas de pinchos y piedras cantera colocadas en las bocacalles, que fueron avanzado de cuadra en cuadra, en la medida de los temores de los Ortega Murillo.
Con la sola excepción de Rafael Ortega, todos los hijos y sus familias viven dentro del residencial El Carmen. Incluso, las nueras que se han separado de los hijos de Ortega quedan viviendo en lugar, trabajando para el Estado y todo bajo el control de una sola persona: Rosario Murillo.