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La creciente demanda de medicamentos para la pérdida de peso en Brasil ha desatado una ola de robos violentos en farmacias, impulsada principalmente por el auge de productos como Ozempic, Wegovy y Saxenda. Según un informe reciente del New York Times, los fármacos, conocidos por su alto costo y efectividad, se han convertido en un botín codiciado para bandas criminales que ven en ellos una fuente lucrativa de ingresos.
La ciudad de São Paulo, la más grande del país, es ahora, de acuerdo a los datos del medio, un punto caliente de estos delitos, con un alarmante aumento en los asaltos a establecimientos farmacéuticos en los últimos meses.
En la noche del 26 de enero de 2024, David Fernando, un farmacéutico de 36 años, estaba trabajando en su turno en una farmacia ubicada en el centro de São Paulo cuando un hombre armado irrumpió en el local. “Me pidió dinero de la caja y, de inmediato, medicamentos del refrigerador”, recordó Fernando, quien, aunque atemorizado, no se sorprendió por el robo. Esta tienda ya había sido asaltada en dos ocasiones previas por el mismo tipo de delincuentes, quienes se llevan Ozempic, un medicamento para perder peso que cuesta entre 700 y 1.100 reales brasileños (aproximadamente entre 120 y 190 dólares) por caja, un precio elevado considerando que el ingreso promedio mensual en Brasil es de solo 300 dólares.
La fiebre por este medicamento se ha intensificado a medida que las celebridades brasileñas comenzaron a compartir sus experiencias con Ozempic en redes sociales, promoviendo su uso para perder peso rápidamente. Esta visibilidad en medios como Instagram y TikTok, donde figuras como Luiza Possi, Wesley Safadão y Jojo Todynho han hablado abiertamente sobre sus resultados con el fármaco, ha disparado la demanda. A medida que el interés por Ozempic aumenta, también lo hace la desesperación de aquellos que buscan conseguirlo a toda costa, aunque sea mediante el crimen.
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El efecto de esta demanda sobre las farmacias ha sido devastador. Los robos de Ozempic y otros medicamentos similares han aumentado considerablemente en las últimas semanas. Según los registros de la Policía de São Paulo, los asaltos que involucran estos medicamentos pasaron de uno en 2022, a 18 en 2023 y 39 en 2024. Las estadísticas, de acuerdo con el análisis de The New York Times, podrían estar subestimando la cifra real, ya que muchos de los robos no detallan qué medicamentos fueron sustraídos. Sin embargo, los especialistas en seguridad coinciden en que los asaltos se han vuelto una “tendencia preocupante”.
La situación ha hecho que las farmacias en las zonas más ricas de la ciudad tomen medidas extremas. Algunos establecimientos han contratado guardias armados o incluso han retirado Ozempic de sus estanterías. En una farmacia del oeste de São Paulo, Wilson Martins, su gerente, explicó que para evitar robos, la tienda ya no tiene en stock el medicamento. “Si alguien me pregunta por Ozempic, les respondo que no lo tenemos. Así, no tenemos problemas”, dijo Martins, quien añadió que, aún así, mantiene un machete enfundado detrás del mostrador por si llegaran a intentarlo de nuevo.
La policía ha comenzado a rastrear patrones más complejos de criminalidad. Algunas bandas organizadas no solo roban en las farmacias, sino que también se especializan en asaltar camiones de distribución de estos medicamentos. Pedro Ivo Corrêa dos Santos, jefe de la policía en el Departamento de Investigación Criminal de São Paulo, indicó que en algunos casos, los ladrones trabajan en conjunto con empleados de empresas de transporte, lo que demuestra la complejidad de las redes criminales detrás de este fenómeno. “El robo de Ozempic ha generado una demanda creciente que atrae a grupos organizados con un alto poder de operación”, señaló Santos.
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Además de los robos en farmacias y camiones de distribución, los delincuentes también han recurrido a fraudes en línea. Un modus operandi que ha ganado terreno es la realización de compras a través de aplicaciones de entrega, donde los ladrones fingen ser clientes y reciben el paquete, pero intercambian el medicamento original por una versión falsificada. Este tipo de fraude pone en riesgo no solo a los establecimientos, sino también a los consumidores, quienes podrían terminar con productos que no cumplen con los estándares de calidad ni con las condiciones de conservación necesarias.
Ozempic ha alcanzado un precio elevado debido a su escasez y la alta demanda en Brasil. De acuerdo con datos de IQVIA, una empresa global de análisis de datos de salud, las ventas de Ozempic en Brasil pasaron de 27,5 millones de dólares en 2019 a 621,6 millones de dólares en 2023, un aumento espectacular. Sin embargo, este mercado brasileño sigue siendo pequeño en comparación con el de Estados Unidos, donde las ventas ascendieron a 30,3 mil millones de dólares en el mismo año. Esta diferencia en el volumen de ventas se debe a que solo un segmento de la población tiene acceso a estos medicamentos, debido a su alto precio.
Este fenómeno no es exclusivo de Brasil. En otras partes del mundo, como en Michigan (EEUU) y en Santiago de Compostela (España), se han reportado robos similares. Sin embargo, el caso brasileño ha alcanzado dimensiones notoriamente preocupantes debido a la extensión de los asaltos y la creciente organización de los grupos criminales detrás de ellos.
El contexto socioeconómico de Brasil ha exacerbado esta situación. La creciente obesidad en el país, que afecta a un 24% de los adultos en las grandes ciudades, según un estudio del Ministerio de Salud, ha aumentado la demanda de medicamentos para la pérdida de peso como Ozempic. Sin embargo, muchos brasileños no pueden permitirse pagar los altos costos de estos tratamientos, lo que ha dado lugar a la creación de un mercado paralelo de productos robados.
Este aumento en los robos coincide con un panorama en el que se prevé la introducción de versiones genéricas de Ozempic a partir de 2026, cuando expire la patente de semaglutida, su principio activo. La llegada de estos genéricos podría reducir significativamente los precios de los medicamentos y, con ello, la motivación para robarlos. Sin embargo, hasta que eso ocurra, los farmacéuticos de São Paulo se enfrentan a un dilema creciente: ¿cómo seguir ofreciendo estos productos sin exponerse a los riesgos de robos y fraudes?
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Elis Regina Peixoto, gerente de una farmacia en el este de São Paulo que hasta ahora ha escapado de los robos, se muestra cautelosa pero esperanzada. “En el nombre de Jesús, no seremos robados”, dijo, expresando la desesperación y la fe de muchos de sus colegas ante esta crisis.
Lo que está claro es que los robos de Ozempic son solo una manifestación de un problema mucho mayor: la creciente desigualdad económica y la obsesión por la imagen corporal en Brasil. La solución a este fenómeno no solo depende de medidas de seguridad más estrictas en las farmacias, sino de un cambio más profundo en la forma en que se aborda la salud pública y el acceso a tratamientos médicos en el país. Mientras tanto, el mercado negro de Ozempic sigue creciendo, y las farmacias de São Paulo continúan siendo el blanco de una feroz batalla por productos que muchos no pueden pagar, pero que ansían tener.