
En un documento sin precedentes, la European Society of Cardiology (ESC) publicó un consenso clínico que refuerza el papel del estrés psíquico en el riesgo cardiovascular. El texto, elaborado por un equipo multidisciplinario de especialistas de toda Europa y avalado por organizaciones como la European Federation of Psychologists’ Associations, la European Psychiatric Association y la International Society of Behavioral Medicine, marca un punto de inflexión.
El consenso, coordinado por Héctor Bueno (España) y Christi Deaton (Reino Unido), surge de la preocupación por la falta de integración entre la salud mental y la atención cardiovascular, una brecha que, según los autores, impacta negativamente en la calidad de vida, la adherencia a los tratamientos y el pronóstico de millones de personas. El documento sostiene que “la práctica clínica cardiovascular suele pasar por alto el impacto de la salud mental y la importancia de su inclusión en el cuidado cardiovascular; esto debe cambiar”.
El trabajo tuvo como objetivo revisar exhaustivamente la evidencia científica sobre la relación entre la salud psíquica y la salud cardiovascular. No solo demuestra un puente entre ambas, sino que es una gran apertura de la cardiología clásica, al aceptar de manera categórica la influencia de nuestro estado psíquico en las enfermedades cardiovasculares.
Es un aval científico importantísimo, que afirma y confirma que las alteraciones de la mente, desde las más conocidas y frecuentes del siglo XXI, como son estrés psíquico, la ansiedad y depresión, hasta más graves, como la esquizofrenia y los trastornos bipolares, influyen, acompañan y pueden gatillar la enfermedad cardiovascular. Y lo hacen en un consenso de expertos de 19 países de Europa, en 70 páginas y con 670 citas bibliográficas.

¿Por qué recién ahora se habla de esto? ¿Qué nos hemos perdido en estos últimos años? En los últimos 40 años, y con la incorporación de la computación, la medicina evolucionó de manera sorprendente y se super tecnificó. Hemos manejado modernos aparatos diagnósticos y terapéuticos, avanzado como nunca antes en la historia de la humanidad, y ejercimos la profesión fascinados de estar haciendo una medicina fantástica.
Mientras tanto, y paradójicamente, descuidábamos una parte muy humana clave: el rol de las alteraciones de nuestra mente y el poder que tienen para desarrollar enfermedades, y no solo las cardiovasculares.
Estudiábamos al corazón como un órgano aislado, e interpretábamos que los problemas del corazón le pertenecían solo al corazón. Obnubilados por las nuevas tecnologías, nos olvidamos que el corazón está inserto en un todo, en un orden corporal, y muy influenciado por nuestra mente. Descuidamos un concepto holístico clave, el entender que el corazón está integrado en sistema y no está aislado.
El consenso de la ESC reivindica este concepto holístico, inclusive afirmando la importancia de crear un equipo multidisciplinario de cardiólogos, psicólogos y psiquiatras.

Además, proponen la creación del “Psycho-Cardio”, un equipo que incluya profesionales de salud cardiovascular y mental, con vocación para atender pacientes tanto en prevención primaria (es decir todos aquellos que nunca tuvieron un problema cardiovascular), como secundaria (aquellos que ya lo tuvieron).
Para los que ya estábamos trabajando en ese sentido, es emocionante ver el enorme respaldo científico de la prestigiosa ESC, reivindicando esta forma de practicar la cardiología.
¿Cuáles son los puntos más importantes del consenso?
El Consenso ESC explica cómo influyen los estados psíquicos alterados en las enfermedades cardiovasculares. Afirma, con datos estadísticos comprobables, que las personas con estrés crónico tienen 2,5 veces más probabilidades de tener una enfermedad cardiovascular como un infarto.
Para que entendamos la importancia de este dato: la hipertensión arterial es el factor de riesgo cardiovascular más involucrado en un infarto y en un accidente cerebrovascular (ACV). Si soy un hipertenso no controlado, tengo de 2 a 3 veces más probabilidades de tener un infarto y de 3 a 4 veces más chances de tener un ACV.

Es decir, el consenso de la ESC equipara las chances de tener un infarto, entre el factor de riesgo cardiovascular más importante, como es la hipertensión arterial, con el estrés psicosocial crónico, que tiene como base a la depresión y la ansiedad. Este es un punto clave.
El Consenso ESC pone al estrés psíquico a la altura de los factores de riesgo cardiovasculares tradicionales. Se ha demostrado que el estado mental negativo aumenta la incidencia de enfermedad cardiovascular, incluso después de controlar los factores de riesgo conocidos.
Este acuerdo inédito y mi libro “El Corazón es Consciente” afirman que el estrés psíquico puede desencadenar una enfermedad cardiovascular. ¿Puede ser que esa misma enfermedad cardiovascular, a su vez, produzca un estrés psíquico que empeore el cuadro? Claro, es una doble enfermedad. Por un lado, la enfermedad del infarto propiamente dicha, y por otro, los cambios químicos que se generan en mi cuerpo por el miedo que se instala en mi mente por el hecho de haber tenido un infarto.
Este estado mental conspira en contra y en todos los sentidos, incluyendo en la rehabilitación cardiovascular y por supuesto, en la calidad de vida.

El Consenso ESC afirma que las alteraciones psíquicas interactúan con la salud cardiovascular de manera bidireccional. Es decir, el estrés psíquico afecta el corazón, pero a la vez, una enfermedad cardiológica afecta nuestra mente. Promueve entonces que el equipo multidisciplinario “Psicocardio” actúe en ambos sentidos, antes que el estrés psíquico gatille un problema en el corazón, y luego, cuando el corazón ya se enfermó.
Refiere que la coexistencia de enfermedades cardiovasculares y problemas de salud mental puede crear una interacción mutua que empeora tanto la salud mental como la cardiovascular, dando lugar a peores resultados. No solo se trata de sobrevida sino también de calidad vida, un concepto que enfatiza el consenso. Vimos que un estrés crónico, llamémoslo un estado mental negativo, puede generar alteraciones en el corazón.
Un estado mental positivo como el optimismo, ¿puede disminuir las posibilidades de tener un infarto? El mismo Consenso ESC lo declara y demuestra que los estados de salud mental positivos son como predictores de una mejor salud cardiovascular. En un amplio metaanálisis, descrito por ellos, el impacto del bienestar subjetivo en la supervivencia fue estadísticamente mejor tanto en hombres como en mujeres.
En otro trabajo que ellos mencionan, el estado mental positivo se asoció con un menor riesgo de enfermedad coronaria, y el optimismo con una menor incidencia de insuficiencia cardíaca.
¿Qué es el estrés psicosocial y qué rol cumple?

Se habla de estrés psicosocial como el gran protagonista del estrés crónico. El Consenso ESC define al estrés psicosocial cuando un individuo percibe y responde “mal“ a una demanda social (problemas familiares, aislamiento social, presiones financieras y trabajo) porque excede en su capacidad de adaptarse o supera el rango de tolerancia “metabólica” del cuerpo para poder afrontar esa demanda.
Lógicamente, refiere que la misma situación puede ser estresante para una persona, pero no para otra. Asimismo, menciona como clínicamente importante las condiciones de estrés sostenido a largo plazo (estrés crónico) que causan cambios fisiopatológicos exacerbados tanto en el corazón como en las arterias, con mayor énfasis en las coronarias.
Ahí está la relación del estrés crónico con las enfermedades cardiovasculares, predominantemente con el infarto. Por ejemplo, las personas que experimentaron su primer infarto de miocardio (IM) tuvieron una mayor prevalencia de estrés (laboral, del hogar, financiero, o cualquier acontecimiento vital importante) en los 12 meses anteriores al infarto.
¿Cómo puede el estrés desencadenar eventos cardiovasculares?

Lo puede hacer por varios factores y puede actuar todos a la vez. Ellos son:
- Los cambios en el equilibrio simpático/parasimpático: es decir, cambios en el control del sistema nervioso autónomo.
- La alteración de ejes que controlan hormonas y neurotransmisores: como el cortisol, la adrenalina, la noradrenalina entre otros.
- Por activación de los sistemas inflamatorios: el estrés también puede llevar a adquirir hábitos perjudiciales para la salud, como fumar y consumir alcohol.

La mayoría de las personas pasan gran parte de su vida activa en su trabajo, lo cual puede ser una gran fuente de estrés psicosocial.
Un metaanálisis a gran escala que comenta el Consenso ESC, demostró que el estrés/tensión laboral se asociaba significativamente con un mayor riesgo de infarto. En otros estudios que menciona, la presión laboral se asoció con una menor esperanza de vida sin que el individuo tenga enfermedades crónicas.
El acoso laboral aumentó el riesgo de infarto o ACV en un 59% y en un 25% durante más de 12 años de seguimiento en quienes reportaron violencia física o amenaza de violencia en el trabajo. El documento también menciona como causas de estrés psíquico a la violencia familiar, la soledad y el aislamiento social, y las experiencias adversas en la infancia. Hace hincapié que la depresión psíquica, la ansiedad y el estrés postraumático son trastornos de la salud mental que se definen como nuevos factores de riesgo de enfermedad cardiovascular.
En resumen:
- Los indicadores de salud mental positiva, como el optimismo, la felicidad y la alta satisfacción con la vida, se asocian con un menor riesgo cardiovascular
- El estrés psicosocial (por ejemplo, problemas en el hogar, aislamiento social, las presiones financieras y el trabajo) se asocian con un mayor riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular.
- Los trastornos de salud mental como la depresión, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático se asocian con un mayor riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular.
- Por último, enfatiza que los profesionales de la salud tienen la responsabilidad de informarse, estar alertas a estos nuevos factores de riesgo y abogar por cambios en el sistema de salud.
*El Dr. Martin Lombardero es cardiólogo y miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología
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