Las relaciones sociales son tan importantes como la salud física para alcanzar la longevidad, según un estudio

Un equipo de investigación analizó durante diez años a más de 1.500 personas para comprender cómo distintas formas de interacción cotidiana inciden en el bienestar físico, emocional y mental. Los detalles

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El modo en que se configuran los vínculos en la vejez puede incidir de forma directa en la salud física y mental de las personas (Imagen Ilustrativa Infobae)

Durante la vejez, la calidad y diversidad de los vínculos puede desempeñar un papel más determinante que la cantidad. La estructura de estas “redes sociales” de los adultos mayores, que comprenden lazos con familiares, amistades y conocidos, no solo moldea su bienestar emocional, sino que también se vincula directamente con su salud física y mental.

Estas fueron algunas de las conclusiones de un análisis liderado por Lissette Piedra, profesora de Trabajo Social y Estudios Latinos en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, y James Iveniuk, investigador del National Opinion Research Center de la Universidad de Chicago.

Se analizaron a más de 1.500 adultos mayores durante una década, a partir de datos de tres rondas del National Social Life, Health and Aging Project (NSHAP), un trabajo longitudinal representativo de la población adulta estadounidense. El equipo identificó tres tipos de configuraciones sociales y examinó cómo se relacionaban con la salud autoevaluada de las personas en esta etapa de la vida.

Tres perfiles de red y sus implicancias

El análisis publicado en la revista Innovation in Aging clasificó las redes sociales en tres tipos: “enriquecidas”, “focalizadas” y “restringidas”. Para poder realizar esto, los investigadores utilizaron un modelo estadístico que permite identificar diferentes tipos de redes sociales a partir de las respuestas de los participantes y seguir su evolución a lo largo del tiempo.

Esta técnica, llamada análisis de transición latente con intercepto aleatorio (RI-LTA, por sus siglas en inglés), les permitió observar no solo la composición de las redes en distintos momentos, sino también cómo y por qué las personas pasaban de un tipo de configuración a otro, teniendo en cuenta factores como edad, nivel educativo, idioma, género y origen étnico.

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Las configuraciones más cerradas se vinculan con baja interacción fuera del entorno íntimo y altos niveles de soledad persistente (Imagen Ilustrativa Infobae)

Las enriquecidas se caracterizan por su tamaño amplio, diversidad de vínculos y alta participación social, según los expertos. Las personas que pertenecen a este grupo suelen tener relaciones familiares y extrafamiliares activas, participan en actividades como voluntariado o encuentros comunitarios, y reportan bajos niveles de soledad.

En el extremo opuesto, las redes restringidas son pequeñas, mayormente centradas en la familia y con bajos niveles de interacción fuera del círculo íntimo. Se asocian con alta prevalencia de soledad y menores tasas de matrimonio o convivencia, de acuerdo al planteo.

Finalmente, a diferencia de lo que sugiere su nombre, las focalizadas no necesariamente implican aislamiento. Se trata de vínculos estrechos y frecuentes con un número reducido de personas, donde el apoyo emocional es consistente, aunque la diversidad de relaciones sea limitada.

Estos perfiles no solo describen configuraciones sociales diferentes, sino que están fuertemente ligados al bienestar. Los participantes en redes enriquecidas reportaron niveles más altos de salud autoevaluada que aquellos en las restringidas o focalizadas.

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Las redes intermedias, basadas en pocos lazos sólidos, pueden sostener el apoyo emocional sin ofrecer variedad en las relaciones (Imagen Ilustrativa Infobae)

“El aislamiento social y la soledad pueden tener efectos perjudiciales para la salud mental y física. El círculo social de las personas mayores puede reducirse debido a la mala salud, la pérdida de seres queridos, la pobreza, la discriminación, las barreras lingüísticas o la vida en comunidades rurales o inseguras”, expresó Piedra en un comunicado de prensa de la Universidad de Illinois.

Cambios en las redes: estabilidad, movilidad y retroceso

Otro de los hallazgos centrales del estudio fue que los tipos de redes no son estáticos. La movilidad entre ellas revela tanto oportunidades como vulnerabilidades. El grupo focalizado mostró la mayor movilidad: más del 43% de sus miembros se trasladaron a redes enriquecidas, mientras que el 22% pasó a restringidas. Esta doble dirección sugiere que el camino hacia estructuras sociales más saludables no está garantizado, pero sí es posible.

Por contraste, las redes restringidas mostraron estabilidad. Más del 85% de los individuos que comenzaron en esta categoría permanecieron en ella al final de la investigación. Según Piedra, “si empezás en una red restringida, la probabilidad de que salgas de ella es baja”. Esta persistencia se vuelve preocupante cuando se considera que este grupo es el que reportó peores indicadores de salud.

El conjunto enriquecido, si bien mostró cierta consistencia, también sufrió retrocesos. Las transiciones hacia redes más focalizadas o restringidas fueron frecuentes. La pérdida de un cónyuge o amigo cercano, sumada a limitaciones físicas, geográficas o económicas, puede acelerar la contracción de las redes. “Si sos una mujer mayor y tu vida social giraba en torno a tu esposo, su muerte puede hacer que tu red se reduzca”, explicó la experta.

Desigualdades estructurales: factor clave en los niveles de sociabilización

Las redes sociales de los
Las redes sociales de los adultos mayores están condicionadas por el idioma, la pobreza, el racismo y el lugar donde viven (Imagen Ilustrativa Infobae)

El análisis detallado reveló que las características sociodemográficas influyen significativamente en la pertenencia y la transición entre tipos de red. Las mujeres, los adultos hispanohablantes y quienes tenían menor nivel educativo, entre otros, fueron menos propensos a formar parte de redes enriquecidas. Estos grupos también fueron más vulnerables a inclinarse hacia las restringidas con el paso del tiempo.

Los factores estructurales, como el racismo, la pobreza, la segregación residencial y las barreras idiomáticas, restringen las oportunidades de construir y mantener vínculos sociales diversos y activos, plantearon los autores.

A pesar de estas desigualdades, el estudio identificó un dato esperanzador: incluso bajo condiciones adversas, algunos participantes lograron enriquecer sus redes con el tiempo. La clave, según los especialistas, está en la intervención pública y comunitaria.

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Promover conexiones sociales en la vejez puede ser tan decisivo como intervenir sobre otros determinantes del bienestar general (Pixabay)

Piedra concluyó: “Observamos un avance hacia redes sociales más sólidas en todos los grupos. Esto nos da motivos para tener esperanza. Sabemos que estas redes sociales son especialmente importantes a medida que envejecemos y que la soledad tiene enormes implicaciones para la salud cognitiva y física. La calidad de nuestros últimos años se vuelve muy problemática sin una vida social enriquecedora. Nos corresponde comprender quiénes son vulnerables y pensar en crear intervenciones de salud pública personalizadas para que todos puedan envejecer bien”.