En redes y charlas cotidianas, una nueva expresión se ha vuelto símbolo de preocupación sobre el uso de la tecnología: “brain rot”. Este concepto, también definido como deterioro cerebral o “podredumbre cerebral”, refleja inquietudes crecientes sobre el impacto digital en la salud juvenil y ha adquirido protagonismo en el debate público, impulsado por publicaciones virales que advierten sobre los efectos negativos de la adicción al celular.

Es más, “brain rot” fue elegida como Palabra del Año por Oxford en 2024. A pesar de su popularidad, la comunidad científica debate acerca de la validez de estos temores y la solidez de las pruebas que vinculan los dispositivos móviles con alteraciones cerebrales.
Smithsonian Magazine documentó cómo el concepto pasó de los memes a la discusión académica y generó controversia, ya que aún no existe consenso sobre si es adecuado hablar de adicción al smartphone. Incluso, hay estudios que plantean una correlación entre el uso excesivo del celular y cierto daño cerebral, pero la comunidad científica subraya que falta más literatura para obtener conclusiones certeras.

La rápida difusión del término derivó del posteo de Brendan Ruh, influencer de salud, quien aseguró en Instagram que el “brain rot” podría estar “literalmente encogiendo tu cerebro”. Ruh citó un estudio de 2020 que relacionaba el uso compulsivo del smartphone con menor volumen de materia gris en regiones cerebrales asociadas a toma de decisiones y procesamiento de información.
Su mensaje promovió abandonar el “deterioro cerebral” a través de actividades al aire libre, alcanzando más de 340.000 “me gusta” y mostrando que la expresión comenzaba a incorporarse, incluso en conversaciones científicas.
No obstante, Smithsonian Magazine aclara que Oxford define el término como el presunto deterioro del estado mental o intelectual debido al consumo excesivo de contenidos triviales en línea. Mientras que el neurocientífico Ben Becker, de la Universidad de Hong Kong, advirtió que emplear este concepto en contextos científicos puede inducir a error y nutrir temores injustificados.
Cuál es el impacto en el cerebro del uso de smartphones

El interés por los posibles efectos del uso intensivo de dispositivos móviles en el cerebro ha crecido en los últimos años. Entre las investigaciones relevantes se encuentra un estudio de 2020 publicado en Addictive Behaviors con 48 jóvenes de 18 a 30 años, organizados según su nivel de uso compulsivo del celular.
A través de resonancias magnéticas, el equipo dirigido por el psiquiatra clínico Robert Christian Wolf, de la Universidad de Heidelberg, constató que los participantes con rasgos de “adicción al smartphone” presentaban menor volumen de materia gris en áreas relacionadas con empatía, memoria y autorregulación.
Wolf explicó a Smithsonian Magazine que estos resultados sugieren que la menor cantidad de materia gris puede dificultar la resistencia a conductas compulsivas, aunque aclaró que los cambios estructurales no equivalen necesariamente a un daño cerebral, sino a posibles adaptaciones que refuerzan ciertos hábitos.

La mayoría de las investigaciones en este campo son preliminares, de corta duración y con muestras pequeñas. Así lo subraya Ben Becker, quien junto a Christian Montag, de la Universidad de Macao, revisó 26 estudios basados en resonancias magnéticas.
Su análisis, publicado en 2023 en Psychoradiology, concluyó que la carencia de investigaciones longitudinales y la falta de criterios objetivos para definir el “uso problemático” del smartphone impide obtener conclusiones sólidas. Becker remarcó: “Sin estudios a largo plazo, no podemos sacar conclusiones claras”, e indicó que comparar personas que usan el móvil seis horas diarias con quienes lo usan veinte minutos puede estar evadiendo diferencias previas entre grupos.
Debate sobre la adicción al smartphone y el contexto social
La controversia también afecta al propio concepto de adicción al smartphone. Wolf describió a Smithsonian Magazine el caso de un paciente joven que, desde 2016, no lograba dejar de usar su teléfono, con un uso diario de hasta ocho horas y deterioro en el estado de ánimo y la concentración.

El equipo de Wolf diagnosticó una adicción conductual por pérdida de control y malestar ante la ausencia del dispositivo. Sin embargo, la psicóloga Tayana Panova, de la Universidad Ramon Llull, cuestiona la validez de este diagnóstico. Según la experta, la popularidad de la expresión “adicción al smartphone” responde a la tendencia de equiparar el uso frecuente con comportamientos adictivos, aunque la gravedad y consecuencias no necesariamente alcanzan criterios clínicos.
“Hacer algo repetidamente no significa necesariamente que se trate de una adicción”, afirmó Panova, y señaló que analizar el fenómeno solo bajo ese prisma puede orientar mal la investigación, ya que los smartphones pueden cumplir una gran variedad de funciones y su uso varía entre personas.
La preocupación social sobre el impacto de los dispositivos móviles en la salud mental se incrementó desde la pandemia de Covid-19. La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó un aumento del 25% en los casos de ansiedad y depresión en jóvenes durante el primer año de la crisis sanitaria.

Becker observó que el deterioro del bienestar adolescente coincidió con una mayor dependencia aparente de los smartphones, lo cual llevó a muchos a asumir una relación causal y una posible base neurológica, aunque la evidencia científica no lo respalda de forma concluyente.
Frente al clima de alarma instaurado por términos como “deterioro cerebral”, los especialistas sugieren cautela. Becker advirtió en Smithsonian Magazine que el uso de expresiones alarmistas contribuye a patologizar conductas cotidianas y estigmatizar a los usuarios, sin fomentar un uso responsable.
Montag insistió en la necesidad de criterios objetivos, como informes automáticos de tiempo de pantalla, ante la poca fiabilidad de los autoinformes. Al tiempo que Panova destacó que, aunque el uso excesivo puede ser perjudicial, resulta fundamental analizar el papel específico de los dispositivos en la vida de cada persona, antes de generalizar sobre su impacto.
Neuroplasticidad y matices en el uso de la tecnología

La neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para adaptarse a nuevas experiencias y entornos, constituye un eje central en el debate. Montag consideró probable que los smartphones estén modificando nuestro cerebro; sin embargo, ello no implica necesariamente un efecto negativo.
Por su parte, la neurobióloga Parisa Gazerani, de la Universidad Metropolitana de Oslo, explicó que la reiterada exposición a estímulos digitales puede provocar adaptaciones estructurales, especialmente en cerebros en desarrollo, pero enfatizó que no todos los cambios cerebrales son dañinos. Incluso, distinguió entre un uso pasivo, que reemplaza actividades significativas, y un uso intencional, capaz de estimular el aprendizaje, la creatividad o la conexión social.
Frente al auge de expresiones alarmistas, los expertos consultados por Smithsonian Magazine coinciden en que es imprescindible comprender en profundidad los mecanismos que intervienen en el uso excesivo de smartphones.
Tan solo de este modo será posible diseñar estrategias para construir un vínculo más saludable con la tecnología, dejando de lado los lugares comunes y priorizando la evidencia científica por encima del alarmismo.
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