
Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, comparecerá el próximo 9 de julio ante una corte federal en Chicago para declararse culpable. No es solo un giro judicial: es una fractura silenciosa en una familia moldeada por la lealtad y el secreto. El pacto que firmará con el gobierno de Estados Unidos implica admitir delitos graves —narcotráfico, lavado de dinero, posesión de armas—, pero su decisión tiene un trasfondo más íntimo y emocional que político: su familia, y especialmente, su esposa.
Desde su extradición en septiembre de 2023, Ovidio ha estado recluido en una prisión de máxima seguridad. En ese encierro, según fuentes vinculadas al caso, ha mantenido un vínculo constante con su esposa, a quien considera su única certeza en medio del derrumbe. No es casual que, en sus pocas declaraciones, haya pedido garantías para su seguridad y la de ella. Tampoco que, tras años de lealtad absoluta a su familia criminal, ahora opte por cooperar con la justicia.
Para el periodista y experto en temas de seguridad y narcotráfico, José Luis Montenegro, la decisión del líder más mediático de Los Chapitos coincide con esta visión de “padre amoroso y esposo entregado” al vínculo familiar:

“Él (Ovidio Guzmán), lo que se presume, es que llegando este acuerdo de culpabilidad, que ya lo mencionaba desde octubre pasado su abogado Jeffrey Lichtman, él va a poder obtener una pena reducida de años en la cárcel, lo cual podría ser, quizás, hasta cinco o siete años en la cárcel. Lo que implica que Ovidio Guzmán va a poder salir de la cárcel y tener una vida normal”, explicó en entrevista con la periodista Azucena Uresti.
El acuerdo que prepara con fiscales estadounidenses podría poner en riesgo no solo a antiguos aliados, sino a su propio linaje. Las tensiones dentro del Cártel de Sinaloa no son nuevas, pero con Ovidio dispuesto a hablar, el riesgo de una ruptura entre Los Chapitos —la facción liderada por los hijos de “El Chapo”— se vuelve real cada vez más.
Ovidio nunca fue el más visible del clan. Su apodo, “El Ratón”, hablaba de discreción. Pero su historia tomó otro rumbo desde su recaptura en enero de 2023, luego del fallido operativo en Culiacán cuatro años antes. Ahora, en el ocaso de sus 30 años, parece más interesado en construir una salida personal que en sostener el legado familiar.

La audiencia de julio no solo definirá su futuro legal. También marcará hasta qué punto el amor, en este mundo de sangre y poder, puede pesar más que el apellido Guzmán.
El amor de Ovidio Guzmán... ¿es porque lo tachan de ser “mandilón”?
En los círculos del narco, donde la masculinidad se mide por la brutalidad y el mando varonil, a Guzmán López se le ha colgado un mote que no encaja con el imaginario del jefe violento: lo apodan y lo acusan de ser “mandilón”. La etiqueta, que en el lenguaje popular mexicano alude al hombre sometido por su pareja, ha circulado en redes, conversaciones informales y entre cuerpos de inteligencia que han monitoreado sus movimientos. No como burla sin fundamento, sino como reflejo de un rasgo íntimo: su devoción a su esposa, Adriana Meza Torres.
Adriana, hija del fallecido operador del Cártel de Sinaloa, Raúl Meza Ontiveros, alias “El M6″, ha sido una figura constante en la vida de él. En grabaciones obtenidas por la inteligencia mexicana, su nombre aparecía como una referencia recurrente. Versiones recabadas por fuerzas de seguridad señalan que, durante el operativo que derivó en su recaptura en enero de 2023 —el llamado “segundo Culiacanazo”—, Ovidio intentó huir con una escolta reducida, pero se detuvo tras recibir una llamada de su esposa. Ella, según los reportes, lo habría instado a regresar para proteger a sus hijos y evitar una escalada de violencia en la zona residencial donde vivían.

El líder de Los Chapitos que siempre consulta antes a su esposa
“No se mueve sin avisarle a ella”, han descrito otros personajes como Anabel Hernández y el propio Dámaso López Serrano, “El Mini Lic”. Sus decisiones, incluso las más riesgosas, pasaban por la opinión de su pareja. En un mundo dominado por códigos de sangre, silencio y jerarquías, ese vínculo ha sido interpretado por otros miembros del cártel como una debilidad. Pero también ha moldeado el perfil de “El Ratón” como un líder distinto, más reservado, más centrado en su familia que en el poder armado.
Por su parte, el también escritor Montenegro, en su libro Los Chapitos: Radiografía criminal de los herederos del Chapo, retrata este aspecto con precisión: “A Ovidio no lo respetan por ser jefe, lo toleran porque es hijo de quien es. Entre los propios miembros del cártel lo llaman ‘mandilón’ porque hace todo lo que le dice su mujer, Adriana Meza”.

Montenegro describe cómo esa percepción debilitó su figura ante otros operadores del cártel, quienes lo veían más como un hijo protegido que como un dirigente real. Sin embargo, ese mismo perfil —más emocional, más cercano a su núcleo familiar— es el que parece haberlo empujado a negociar su destino en los tribunales de Estados Unidos. No por ambición, sino por amor. En el mundo de la dinastía Guzmán, eso puede ser más imperdonable que una traición.