Así afecta el Alzheimer a la alimentación: perdida de costumbres relacionadas con la comida y mayor gasto calórico

La disminución del apetito y la dificultad para comer pueden poner en peligro la salud de las personas que padecen esta enfermedad

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Manos de un anciano sosteniendo
Manos de un anciano sosteniendo un bastón (Shutterstock España)

La pérdida de peso significativa y la malnutrición constituyen riesgos frecuentes en personas con Alzheimer, que suelen reducir su ingesta alimentaria justo cuando sus necesidades nutricionales se incrementan. Según la Fundación Alzheimer España (FAE), este fenómeno responde a una combinación de factores fisiológicos, conductuales y cognitivos que afectan tanto el apetito como la capacidad para alimentarse adecuadamente.

En las primeras fases, el deterioro de la memoria y del juicio puede dificultar tareas cotidianas como la compra, el almacenamiento y la preparación de alimentos. La FAE advierte de que, en ocasiones, los familiares no detectan estos cambios sutiles, lo que lleva a que la persona deje de comer de manera regular y saludable sin que nadie se dé cuenta. Además, es común que los pacientes experimenten una disminución en la capacidad para oler y saborear los alimentos, lo que puede hacer que pierdan el interés por comidas que antes disfrutaban y, en consecuencia, reduzcan su consumo.

A medida que la enfermedad avanza, la agitación y la inquietud se intensifican. Los pacientes pueden deambular durante largos periodos, incluso por la noche, lo que eleva sus requerimientos energéticos en más de 1.600 calorías diarias por encima de lo necesario para mantener su peso corporal. Esta hiperactividad dificulta que permanezcan sentados el tiempo suficiente para completar una comida, lo que agrava el déficit nutricional. En etapas más avanzadas, algunos dejan de reconocer los alimentos habituales o se niegan a comer.

La fundación también señala en uno de los artículos publicados en su página web que la malnutrición puede derivar en deficiencias de vitaminas, minerales y proteínas, haciéndolos más vulnerables a infecciones, neumonía y otras complicaciones de salud. Por ello, quienes cuidan a estos pacientes deben estar atentos a cualquier señal de problemas nutricionales, ya que la pérdida de peso progresiva puede tener consecuencias graves.

Cómo conseguir que los enfermos coman

Existen estrategias específicas para estimular la alimentación y mejorar la ingesta de calorías y nutrientes esenciales. La FAE recomienda, en primer lugar, identificar posibles obstáculos físicos como dolor, sequedad bucal o pérdida de visión, y consultar al médico en caso de detectarlos. Crear un ambiente tranquilo y libre de distracciones durante las comidas, permitir que la persona coma a su propio ritmo y adaptar los horarios a sus necesidades particulares —como ofrecer desayunos más tardíos si suelen dormir hasta tarde— son medidas que pueden facilitar la alimentación.

La neuróloga Miriam Emil Ortíz ha redactado un curso con una serie de pautas para retrasar la enfermedad del Alzheimer

Entre las recomendaciones para incrementar el consumo de nutrientes y calorías, la FAE aconseja ofrecer pequeñas comidas frecuentes, ya que los pacientes suelen tener poco apetito y se distraen con facilidad. Esta estrategia puede favorecer una mayor ingesta total de calorías y nutrientes. La adaptación de la textura de los alimentos, cortándolos en trozos pequeños o preparándolos en puré, y el uso de líquidos espesos pueden ayudar a quienes presentan dificultades para masticar o tragar.

La planificación de la dieta debe centrarse en los alimentos preferidos por el paciente, registrando cualquier cambio en sus gustos. Aunque se recomienda mantener una alimentación equilibrada, en muchos casos es necesario recurrir a suplementos energéticos y productos médicos nutricionales para garantizar una ingesta adecuada. La calidad nutricional de los alimentos es prioritaria, ya que muchos pacientes no logran consumir suficiente cantidad, independientemente de las tácticas empleadas para estimular el apetito. Ofrecer alimentos densos en nutrientes, incluidos productos médicos nutricionales, permite que incluso pequeñas porciones contribuyan a prevenir la malnutrición.