Durante años, la casa de los abuelos fue el epicentro de las tradiciones familiares de los Stipsits. En San Luis, Misuri, entre el aroma de las chuletas de cerdo de Kay, los pochoclos caseros y el humo de las barbacoas, la familia se reunía para celebrar Navidad y Acción de Gracias, y compartir una vida entrelazada por recuerdos.
Fue allí, mientras la familia ayudaba a la abuela a ordenar la casa tras décadas de residencia, donde Kayla Stipsits encontró algo que nadie esperaba ver, pero que —en retrospectiva— no les sorprendió: un registro meticuloso que su abuelo Jim había mantenido durante 57 años, documentando el tiempo que compartió con su esposa, Kay. “Estaba ayudando a mi abuela con los archivadores y vi algo que decía: ‘Recuerdos y citas de Kay’. Lo abrí y era un montón de registros”, relató Stipsits en una entrevista exclusiva con el medio People.
Lo que a primera vista parecía una simple libreta resultó ser un archivo detallado de momentos compartidos entre Jim y Kay, desde salidas y citas hasta actividades domésticas. “Con los años, él anotaba fechas. Nos fijábamos en algunas, cada pocas semanas, pero es normal. No se tienen tantas citas”, explicó Kayla, quien además destacó el valor simbólico de los registros más cotidianos: “Uno de los registros decía ‘preparé palomitas y lavé la ropa’, así que es tan valioso. Porque si de verdad están enamorados, no tienen que hacer mucho”.

Cada anotación retrata una vida común pero cuidadosamente observada, donde los pequeños actos compartidos cobraban significado. Para Kayla, eso no fue una sorpresa, ya que su abuelo “era meticuloso y organizado”, y siempre había prestado atención a los detalles.
El impacto familiar del hallazgo
Cuando Kayla mostró el cuaderno a sus familiares, la reacción fue inmediata. “Mi familia quedó maravillada. Nadie lo sabía, y nos sorprendió, pero no fue así porque mi abuelo es tan organizado. Nos impactó que incluso lo hubiera escrito”, contó. La emoción fue tal que muchos rompieron en llanto. Más allá de lo emotivo, el documento también reveló hechos hasta entonces desconocidos, como que Jim y Kay se comprometieron solo seis meses después de empezar a salir, algo que ni la madre de Kayla sabía.

La libreta incluía menciones a los abuelos, también a tíos, amigos entrañables de la familia y lugares del barrio que Kayla reconoció de su infancia en San Luis. “Al revisarlo, reconocí nombres. Los nombres de mis tíos están ahí. Algunos de sus mejores amigos durante 60 años también estaban allí, quienes ayudaron a criarme. Está ambientado en San Luis, Misuri, y crecí aquí, así que pude reconocer algunos lugares”.
Memoria, rutina y amor persistente
La última entrada registrada en el cuaderno es del año 2010. Para ese momento, Jim ya comenzaba a bajar el ritmo, y su salud también se resentía. Con el paso del tiempo, desarrolló demencia, y eso también generó preguntas en la familia sobre el sentido profundo de su costumbre de anotar todo.
A pesar de la enfermedad, el registro sobrevivió como testimonio de una memoria amorosa, y al repasarlo, la familia reconoció no solo fechas y actividades, sino también platos y hábitos que aún hoy perduran. “El registro también menciona unas palomitas que Stipsits y su madre siguen haciendo, y la barbacoa familiar que todavía se usa”, explicó en People. Así como los nombres y lugares, las costumbres culinarias también fueron parte del legado.

Una historia que se volvió viral
Lo que comenzó como una limpieza doméstica se convirtió en un fenómeno viral. Kayla decidió compartir el hallazgo en TikTok, y el video que documenta el contenido del cuaderno acumuló más de 10,1 millones de visualizaciones. El interés masivo en la historia no solo radicó en la nostalgia del gesto amoroso, sino en la dimensión humana y universal de registrar lo ordinario como extraordinario. “Irradia el amor que sentía por mi abuela, y el hecho de que probablemente tuviera que escribirlo y luego volver a escribirlo todo es simplemente adorable”, reflexionó Kayla.
Más allá del impacto en redes sociales, el cuaderno se transformó en una ventana a la relación entre Jim y Kay, que Kayla siempre supo que era especial. “Mi abuelo me contaba una historia cuando conoció a mi abuela; se ponía muy nervioso y mareado. Me ayudaron a criarme, y su casa siempre fue el lugar de nuestras tradiciones”, dijo. Esa relación, tejida en lo cotidiano, escrita a mano con constancia durante casi seis décadas, se convirtió en un símbolo de permanencia en una época en que todo parece efímero.
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