Jo Nemeth, una mujer australiana de 56 años ha optado por un camino particular. Desde 2015, vive sin dinero, una decisión que, según explicó, le ha permitido encontrar una mayor conexión con las personas, la naturaleza y sus propios valores. Tal como le contó a The Guardian, no posee propiedades, no recibe ayudas sociales ni cuenta con ahorros. Su vida se basa en la autosuficiencia, la economía del regalo y el apoyo comunitario, un estilo de vida que, aunque desafiante, le ha brindado una profunda sensación de libertad y propósito.
La mujer tenía un buen empleo en desarrollo comunitario, una pareja estable y una vida económicamente segura. Pero algo no encajaba. “Era profundamente infeliz”, afirmó. Su sensación de malestar no era solo personal y cada vez le resultaba más difícil ignorar el impacto negativo del sistema económico.
“Sentía una creciente desesperación por el sistema en el que vivimos y el daño que le estaba haciendo a otras personas y al planeta”, explicó. El punto de inflexión llegó cuando sus padres, agricultores jubilados, le regalaron un libro sobre estilos de vida alternativos. Allí descubrió la historia de un hombre que vivía sin dinero. “Pensé: ‘¡Dios mío, tengo que hacer eso!’”.
Meses después, leyó El hombre sin dinero de Mark Boyle, que reforzó su convicción. En 2015, cerró su cuenta bancaria, le dio su último dinero a su hija Amy y dejó su empleo.
“¿Y ahora qué vas a hacer?“, preguntó la joven, preocupada. ”Voy a ver si puedo vivir sin dinero", respondió.
Los primeros pasos en una vida sin dinero
Jo se dio cuenta de que requqería muy pocas cosas para vivir. “Ya tenía ollas, sartenes y un cepillo de dientes. Descubrí que realmente no necesitaba mucho para estar cómoda”, contó.
El desafío era cubrir sus necesidades sin dinero. Se mudó a la granja de una amiga y construyó una pequeña choza con materiales reciclados.
En cuanto a la comida, pensó que tendría que rebuscar en la basura, pero no fue necesario. “Mis amigos me daban comida desechada. La gente suele tener cosas que nunca va a usar en el fondo de sus armarios”, explicó.
Y agregó: “Uno de los principales problemas que enfrenté era una voz en mi cabeza que me decía que ‘debería tener una vida normal’”.
Adaptación a un nuevo estilo de vida
Jo aprendió a vivir sin dinero, intercambiando habilidades y dependiendo de la economía del regalo. “Me costó un poco acostumbrarme a recibir sin sentir que debía algo a cambio”, dijo.
Cultivaba sus propios alimentos, hacía jabón y detergentes caseros, caminaba largas distancias o usaba autostop. “Me siento más segura ahora que cuando ganaba dinero”, afirmó. “A lo largo de la historia de la humanidad, la verdadera seguridad siempre ha provenido de vivir en comunidad”, sumó.
En lugar de aceptar regalos convencionales en Navidad o cumpleaños, pedía cosas útiles. “Mis padres me daban una bolsa de 5 kilos de arroz o un paquete de leche en polvo”, contó.
Sin embargo, había momentos difíciles. “Hay días en los que me canso. A veces extraño cosas como agua caliente o chocolate”, admitió.
Y cuando necesitó atención médica, tuvo que encontrar soluciones alternativas: “Sabía que en algún momento iba a necesitar dinero para algo esencial. Para mi tratamiento dental, lancé una campaña en GoFundMe donde ofrecía clases prácticas de tofu y vinagre de manzana a cambio de donaciones”.
En 2016, Sharon Brodie, una amiga de Jo, perdió a su esposo y quedó sola con sus hijos adolescentes. “Ni siquiera quería seguir viva”, confesó Brodie a The Guardian. Jo se mudó con ella para ayudar y pronto su forma de vida influyó en la familia.
“Vivimos de manera más sencilla, pero al mismo tiempo nos sentimos más a gusto”, dijo Brodie. Con el tiempo, la casa se convirtió en un hogar multigeneracional. La hija de Jo, Amy, su esposo y sus tres hijos pequeños se unieron.
“Si calcularas el valor en dólares de todo lo que hace mamá en esta casa, probablemente contribuye más de lo que nosotros pagamos en alquiler”, afirmó Amy.
Jo actualmente sigue viviendo sin dinero y trabaja como voluntaria en el huerto comunitario de Lismore. No está en contra del dinero, pero lo usa solo cuando es estrictamente necesario.
“Me di cuenta de que quiero volver a lo básico”, reveló. Actualmente está construyendo un pequeño cubículo en el patio trasero para vivir con aún menos comodidades.
Su amiga comprende su decisión. “Veo a Jo como una pionera”, aseguró. “Creo que llegará el momento en que todos tendremos que vivir como ella: de manera más sencilla, cultivando nuestros propios alimentos y ayudándonos unos a otros”, cerró.