El dictador Nicolás Maduro puso en duda este sábado la continuación de los vuelos de repatriación de migrantes venezolanos desde Estados Unidos, días después de que se conociera que el Gobierno de Donald Trump había puesto fin a la licencia otorgada a la petrolera Chevron para operar en el país.
Durante un acto oficial con motivo del Día Internacional de la Mujer, Maduro se refirió a la decisión de la Administración republicana de este martes y la acusó de generar “tremendo ruido sin explicación” y dañar así el vínculo que se había entablado en el último tiempo, especialmente tras la visita del enviado especial Richard Grenell a Caracas.
“Ahora tenemos un problemita ahí porque, con eso que ellos hicieron, han dañado las comunicaciones que habíamos abierto, ¿verdad? A mí me interesaban las comunicaciones que habían abierto, porque yo me quería traer a todos los venezolanos que tienen presos y perseguidos allá injustamente solo por ser migrantes“, comenzó diciendo el dictador chavista.

En ese mismo tono, sumó a continuación que “eso afectó los viajes que teníamos ya programados con nuestros aviones para traernos a nuestros hermanos migrantes y darles un abrazo amoroso cuando llegan a su tierra, como llegaron los tres aviones que nos trajimos, dos desde Texas y uno desde Honduras”.
Nuevamente, como lo ha hecho en otras oportunidades, cargó contra la Casa Blanca y la acusó de impedir el crecimiento del país por medio de sus sanciones, así como también de perseguir a sus connacionales y acusarlos de formar parte de la banda criminal El Tren de Aragua que, asegura, ya exterminó.
“Ser migrante no es un delito. Debe cesar en Estados Unidos la persecución contra los migrantes porque los migrantes tienen dignidad, tienen familia y merecen respeto humano. Debe respetarse los derechos humanos de los migrantes. Es triste y es lamentable que se den estos temas de persecución contra seres humanos que lo único que hicieron fue irse a buscar un futuro mejor en lo económico, producto de las sanciones que ellos mismos hicieron contra nuestro país”, sostuvo al respecto.
El pasado 31 de enero, el enviado especial de Trump para Venezuela, Richard Grenell, viajó a Venezuela y se reunió con Maduro en el Palacio de Miraflores con una agenda precisa: avanzar en la liberación de los estadounidenses injustamente detenidos y conseguir la reanudación de los vuelos de deportación de inmigrantes en situación irregular.

Poco después, el éxito de su misión fue evidente y comenzaron a despegar los primeros aviones de la aerolínea estatal Conviasa con venezolanos. En total, más de 400 personas fueron devueltas al país, desde Texas y hasta la base de Guantánamo, en Cuba.
Sin embargo, esta cooperación que se había conseguido en un clima de cordialidad pareció romperse a comienzos de esta semana, cuando Washington dio 30 días a la petrolera estadounidense para finalizar su trabajo en el país caribeño, lo que privará al régimen de ingresos clave para mantener su estructura fraudulenta y de represión.
Enseguida, la vicepresidente de la dictadura, Delcy Rodríguez, cargó contra Estados Unidos y acusó al nuevo Gobierno de ceder ante el “lobby del extremismo venezolano”.
“El nuevo Gobierno de los Estados Unidos ha sucumbido a la presión de sectores opositores fracasados y derrotados de Venezuela al sancionar definitivamente a la empresa estadounidense Chevron”, que “tiene más de cien años operando campos petroleros en Venezuela (pero) hoy, gracias al lobby del extremismo venezolano, ha sido apartada de sus operaciones en el país”, apuntó la funcionaria chavista.