La elección de enredaderas y trepadoras puede transformar por completo un espacio exterior, aportando color, aroma y dinamismo a jardines, patios y balcones. La variedad de especies y sus características particulares permiten adaptar estas plantas a diferentes necesidades y condiciones ambientales, desde la exposición solar hasta la resistencia al frío.
Infobae Deco se reunió con la experta jardinera, Suni Bustinza, quien compartió que la distinción entre trepadoras y enredaderas radica en su modo de crecimiento y adaptación al soporte. Según la explicación brindada, todas estas plantas pueden considerarse enredaderas, pero las trepadoras se destacan por su capacidad de adherirse de manera autónoma a superficies verticales. Ejemplos de este grupo son la enamorada del muro, que utiliza raíces con ventosas para fijarse a las paredes, y aquellas que emplean zarcillos, como la pasionaria o la parra. Los zarcillos son brotes en espiral que se enganchan a cualquier soporte disponible, facilitando el ascenso de la planta.

Por otro lado, las enredaderas requieren de una guía inicial para orientarse y desarrollarse. Es el caso del jazmín de leche, la santa Rita y la glicina, que, una vez dirigidas, continúan su crecimiento enredándose de forma natural. Esta diferencia en el modo de sujeción determina en parte el tipo de mantenimiento y el uso más adecuado para cada especie.

La selección entre una trepadora o una enredadera depende fundamentalmente del espacio a cubrir y de las condiciones ambientales. Factores como la cantidad de sol, la presencia de heladas, la necesidad de riego, la preferencia por flores o aromas y la facilidad de cuidado influyen en la decisión. No existe una opción universalmente superior, sino que la elección debe responder a las características del lugar y a las expectativas del jardinero.
Entre las especies más recomendadas por su facilidad de cultivo y rápido crecimiento, la santa Rita ocupa un lugar destacado. Esta planta, de intenso colorido, prospera con escasos cuidados y, de hecho, florece mejor cuando no se la fertiliza en exceso. La santa Rita requiere pleno sol y tolera bien la falta de riego, lo que la convierte en una opción ideal para quienes no pueden dedicar mucho tiempo al mantenimiento. Sin embargo, su principal desventaja es la sensibilidad al frío: en zonas donde las heladas son frecuentes, las ramas pueden quemarse y la planta debe rebrotar desde la base.

La enamorada del muro es otra trepadora muy utilizada para cubrir paredes, ya que se adhiere firmemente y crea un efecto de muro verde. No obstante, si se permite que crezca demasiado y se despegue de la superficie, puede atraer insectos y, en casos extremos, incluso roedores. Para evitar estos problemas, es fundamental mantenerla bien podada y pegada a la pared.

En cuanto a las especies con flor, la glicina destaca por su espectacular floración y su resistencia a las heladas. Es especialmente apreciada para cubrir pérgolas, ya que sus flores cuelgan entre los listones, creando un efecto visual atractivo. Sin embargo, la glicina puede volverse invasiva y desarrollar troncos robustos capaces de deformar estructuras metálicas, por lo que se recomienda plantarla en exteriores amplios.

La parra es otra trepadora de rápido crecimiento, fácil de propagar a partir de esquejes. Su particularidad es que pierde las hojas en invierno, permitiendo el paso de la luz solar en esa estación, mientras que en verano proporciona sombra densa. Además, ofrece el beneficio adicional de la producción de uvas.

El jazmín de leche es una enredadera perenne que mantiene su follaje verde durante todo el año. Aunque su periodo de floración es breve, su aroma es muy apreciado y su mantenimiento resulta sencillo. Al principio requiere ser guiado, pero una vez establecido puede alcanzar alturas considerables si se le proporciona un soporte adecuado.
Entre las especies nativas, la margarita naranja se destaca por su floración casi continua, su bajo requerimiento hídrico y su resistencia a plagas. Además, contribuye al equilibrio del ecosistema al atraer mariposas y colibríes. Su propagación es sencilla: basta con colocar un gajo en agua para que enraíce y crezca.

Las rosas trepadoras, en particular la variedad iceberg de flor blanca, aportan un toque romántico y un aroma intenso a cualquier rincón. No obstante, requieren mayor atención, ya que son más susceptibles a las plagas que otras especies como la Santa Rita o la margarita naranja.
El ampelopsis es una trepadora que ofrece un espectáculo visual cambiante a lo largo del año. Sus hojas verdes se tornan de un rojo brillante en otoño antes de caer, lo que permite disfrutar de diferentes paisajes en el mismo espacio según la estación.

Las enredaderas y trepadoras no solo cumplen una función decorativa o aromática, sino que también contribuyen a crear ambientes vivos y cambiantes, adaptándose al ritmo de las estaciones y generando un telón de fondo que realza el resto de las plantas del jardín.
Foto y video: Belén Altieri (IWoKFilms)
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