En un nuevo episodio de La Fórmula Podcast, el médico psiquiatra y legista Federico Pavlovsky reflexionó sobre la complejidad de las adicciones y explicó que se trata de una pérdida de control que persiste incluso cuando la persona reconoce el daño que causa. Destacó que, más allá de las herramientas diagnósticas de la psiquiatría, el verdadero reconocimiento suele surgir del propio individuo al compartir su experiencia con otros, como ocurre en los grupos de los doce pasos.
Además, señaló que el consumo cumple una función emocional —brindar alivio, calma o placer— hasta que deja de hacerlo, y que el proceso de recuperación requiere una profunda transformación de hábitos, vínculos y entornos. El especialista comparó la adicción con enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión, que demandan cuidados diarios y un entorno de apoyo sostenido. También remarcó la importancia de derribar prejuicios y fortalecer los espacios de tratamiento, al recordar que las personas con adicciones son uno de los grupos más estigmatizados y desatendidos del sistema de salud. El episodio completo podés escucharlo en Spotify y YouTube.
Federico es médico psiquiatra y especialista en adicciones, egresado de la Universidad de Buenos Aires, con residencia en Psiquiatría en el Hospital General Dr. Teodoro Álvarez y múltiples posgrados en áreas vinculadas a las adicciones y la psiconeurofarmacología. Desde 2010 dirige el Dispositivo Pavlovsky, un centro ambulatorio dedicado al tratamiento de consumos problemáticos y adicciones conductuales. Reconocido también como divulgador y conferencista, aborda temas como la ludopatía, las apuestas online y el uso compulsivo de tecnologías. Combina la práctica clínica con la formación de equipos interdisciplinarios y la escritura, y ha publicado y disertado ampliamente sobre la prevención y el abordaje de las conductas adictivas.
— ¿Cómo se define a un adicto?
— Yo diría que una expresión simple es una persona que ha perdido el control y que, pese a un impacto como muy notable, cuantitativo y cualitativo sobre su vida, y pese a entender perfectamente que lo que está pasando no está nada bueno, no puede parar. Nosotros tenemos escalas, tenemos tests, tenemos muchas preguntas de la psiquiatría para intentar diagnosticar, pero la verdad es que funcionan igual o mejor los autoinventarios, ¿no? En adicciones hay un problema muy grande, una lucha psicológica, emocional muy profunda, donde la etiqueta diagnóstica puesta por otros genera resistencias, aumenta la ambivalencia, genera el enojo. Muchas veces hay muchos pacientes que recién se reconocen como adictos cuando de pronto escuchan a otras personas compartir sus problemas, por ejemplo, en, en los grupos de los doce pasos, Alcohólicos Anónimos, Narcóticos Anónimos. En ocasiones, además, los médicos venimos de una cultura en donde, ah, las indicaciones son razonables, son científicas y el cumplimiento de las indicaciones es lo que debería ocurrir. Y eso en adicciones no ocurre desde el día cero, desde el momento cero, ¿está? En adicciones vos podés dar un millón de indicaciones y el paciente te mira y te dice: “Ni idea, qué sé yo, vemos”.

— Bill W., fundador de AA, decía que solo un alcohólico puede ayudar a otro alcohólico
— Sí, él era un tipo extraordinariamente inteligente, Bill W. Llevan casi 100 años el programa y lo crearon un médico y un inversionista de Wall Street, ambos alcohólicos. Y ellos de alguna manera crearon eso porque venían siendo muy maltratados, golpeados, encerrados, encarcelados, golpeados. Y ellos descubrieron que gran parte de su camino de recuperación implicaba hablar con otras personas, o sea, curarme con otros, ¿no? Y eso es muy propio del mundo de las adicciones. Yo empecé atendiendo pacientes como psiquiatra individual y me pasaba que había como una suerte de lucha de poder muchas veces y era difícil desarmar ese mundo porque, además, la verdad es que muchas personas también dudan, tengo una adicción, no la tengo, ¿por qué yo no tomo como los demás? Yo tomo igual que los demás, yo consumo, hay mucha gente que consume, ¿por qué yo se supone que tengo un problema? Y ese diálogo puede durar años. Y es muy pero muy artesanal. Y a veces por ahí vas a un grupo y participás de una experiencia menos amenazante en algún sentido y puede cambiar tu vida, ¿no? Hay algo como del, del relato “yo estuve ahí” o de la experiencia de pares que, en ocasiones, es muy determinante.
— ¿Hay una estadística sobre quienes consumen más si hombres, mujeres o es igual?
— Todavía muchos más hombres que mujeres y no por un problema epidemiológico en relación a que las mujeres no consumen, sino porque es mucho más fácil el acceso de los hombres al tratamiento. Hay muchas mujeres que tienen problemas de consumo, pero es difícil. Tienen hijos chicos, tienen una vida, tienen, suponete una “familia tradicional”. Muchas veces esas mujeres se ocupan al mismo tiempo de un montón de cosas. Esto por ahí es importante, ¿no? Yo creo que muchas veces hay como un estereotipo de la persona adicta, que es una persona que, no sé, vive abajo de un puente, homeless, está robando negocios, es un pibe chorro... Poblacionalmente, hay un porcentaje de adicciones… es el tercer motivo de consulta de salud mental en Argentina.
Hay mucha gente con problemas de adicciones que intenta llevar una vida normal. Padres, novios, parejas, compañeros de gimnasio, profes del gimnasio, médicos, psicólogos, abogados, jueces, deportistas de elite. Mucha gente que está tratando de estudiar en la facultad, que trata de sostener un laburo. Hay como una realidad, pero muchas de esas personas tardan muchísimo tiempo en pedir ayuda. Y, en general, se dice que los tratamientos de adicciones históricamente fueron diseñados por hombres para hombres. Y hay algo de cierto. Se está empezando a revertir, de tal manera que, de pronto, nosotros teníamos un 90% de hombres y 10% de mujeres y ahora de pronto tenemos un 60/40, un 70/30, pero en nuestra sociedad es difícil que la mujer consulte y en la madre que consume, hay además como una especie de doble estigma, por consumidora y por mala madre. Y faltan, faltan lugares específicos de mujeres, en donde las madres puedan estar con sus chicos internadas por temáticas de consumo. Es como un mundo todavía medio inexplorado.
— Imagino que esos años hasta llegar a la consulta no solo tienen que ver con reconocer la adicción, sino también con no querer dejar la sustancia que sentís que necesitás.
— Bueno, sí, esa es la vivencia, ese es el día a día. Las personas que consumen tienen un para qué, tienen una funcionalidad, cumplen un rol. Una de ellas estaba viendo tele, me acuerdo, y le preguntaba una chica que estaba en retiro nueve años, un día frío y un reportero le preguntó: ¿Pero vos por qué consumís, no? Y ella respondió, una chica de nueve o diez años: “Porque me quita, me quita el frío, me quita el hambre y me quita el miedo”. La verdad es que hay una estructura del para qué y hay personas que encuentran con el consumo un punto de estabilización, un punto de disfrute, un punto de alivio, un punto -de calma, un dolor o una manera de enfrentar como la vida diaria y eso funciona un tiempo y en un momento comienza a no funcionar, pero es muy difícil salir. Cuando ya está desarrollada la adicción, las personas no tienen ningún efecto agradable con el consumo y no pueden parar de consumir. Y además queda como instalada esta idea, esto es bien como de la neuropsicología, si querés.
En un momento es mucho más importante la expectativa del efecto que el efecto. Es decir, la idea de lo que te va a producir o la ilusión de lo que te va a producir, porque cuando consumís ya es decepcionante, pero cada vez se renueva la expectativa. De hecho, dicen que la expectativa en términos como neuroquímicos es mucho más intensa que el efecto del consumo. Yo tengo muchos pacientes que terminan consumiendo y te dicen: “No sé ni para qué consumí, no lo disfruté, la pasé mal, pero lo vuelvo a hacer y lo vuelvo a hacer y lo vuelvo a hacer”. Por eso también en adicciones hay algo del orden de la fuerza de voluntad, de poner garra, de poner fibra ahí. Se altera un sistema, se alteran cuestiones neurofisiológicas, neuroquímicas, del mundo de los hábitos, del contexto. Doble A decía: “lugares, personas y cosas”. Las adicciones tienen muchos mecanismos. Uno de ellos es individual, pero también es contextual, es vincular, hay muchas variables. Y tardás mucho tiempo y muchas personas están en esa lucha mental durante mucho tiempo y hay personas que tienen mucho miedo, porque es como un salto de fe también. Hay mucho dolor. Hay una mirada sobre las adicciones como si implicara como un nivel de disfrute y de ganas de no dejar y lo que ves es al revés, ves gente desesperada que quiere dejar, pero que no pueden y que se sienten autofrustradas porque lo intentaron muchas veces además y no pudieron.

— Hay un autor que dice que las personas con adicciones son las más comprometidas: pueden llegar a extremos por su droga, pero si enfocan ese compromiso en algo positivo, pueden destacarse. ¿Qué opinás?
— Sí, algo parecido dice Gabor Mate que es un psiquiatra de adicciones muy importante. Desarrollar una adicción es hacer un MBA. Quiero decir que son años, es inversión de tiempo, energía, dinero y mucho esfuerzo. Llevar adelante una adicción implica sacrificar muchas cosas, elegir vínculos, es un camino de aprendizaje, de formar hábitos, de llevar adelante una vida durante mucho tiempo. En medicina tenemos un dicho que es: no se enferma el que quiere, sino el que puede. La verdad es que desarrollar una adicción es un camino complejo, de muchas dimensiones, de mucho esfuerzo y de mucha inversión de tiempo, energía, dinero, con momentos buenos, con momentos malos. Y la verdad es que más que holgazanes, son personas como muy comprometidas con ese sistema de vida y con ese sistema y pueden llegar a-- como a cuestiones, eh, extremas y temerarias. Y, y es un sistema, es un sistema de vida, no, no, no, no es una, no es una anécdota, no es una mala noche, no es un mal verano, no es que te pasaste en una fiesta.
Se desarrolló un sistema de vida que incluye las sustancias para sobrevivir: para pasarla bien, para pasarla mal, para, para enfrentar el aburrimiento. Alguna de esas personas, cuando logran comenzar un proceso de lo que nosotros llamamos desintoxicación, que es detener el consumo a corto plazo, pero también de recuperación, que implica como modificar tu vida, se modifican hábitos y lo que vos ves, en muchos casos, es que ese vector de locura, de alienación, de cuestiones extremas, de mucho sufrimiento, se transforman en vectores de crecimiento personal y son personas que luego la rompen en distintas cosas. Son personas que después tienen un caudal de energía, de adrenalina, de sistematización, además, estuvieron en el infierno, y son personas que yo te diría que tengo ejemplos desde ámbitos deportivos a personas que luego pudieron terminar sus carreras y fueron personas como muy exitosas en su área.
Es decir, personas que cuando llevan ese caudal de adrenalina, en relación a una intención y un propósito vital, son personas que se destacan. Con lo cual creo que esa frase es literalmente así, porque hay una idea, sería en el imaginario social, de personas más bien perezosas, que no quieren cambiar, que son así... Y no, nosotros vemos personas como obsesionadas con el consumo y que no pueden parar y que invierten toda su energía allí. De hecho, creo que de alguna manera una frase más o menos habitual cuando una persona deja de consumir es: “Che, el tiempo que perdí. Me hubiera gustado parar antes, el tiempo que perdí”. Gabor Mate, este psiquiatra mencionaba antes, dice: “Las adicciones comienzan con dolor y terminan con dolor”. Y hay muchas personas realmente que llegan al mundo de las sustancias por trauma, el trauma es como una puerta, el trauma infantil. A raíz de un estudio que hicimos, nos obligaba a hacer la pregunta que a mí me parecía una pregunta un poco invasiva para las primeras entrevistas. Cuando llegaban personas adultas por consumo de drogas, preguntábamos si habían sufrido abuso sexual infantil. Entonces, cuando vos llegás a un consultorio, sos una persona adulta y venís por una temática de drogas, quizás si yo te pregunto si sufriste abuso sexual infantil, es una pregunta que podría sonar fuerte. Pero no, no sonó fuerte y de hecho un porcentaje alarmantemente alto de personas que consultan por problemas de drogas, sufrieron distintos tipos de abusos o de negligencias o de abandonos en la infancia. Algunos casos puntuales fueron abuso sexual y esta relación entre el trauma y el consumo es una relación muy estrecha. Al mismo tiempo, el consumo produce mucho trauma también, dolor y angustia. En Argentina, el 70% de las personas con adicciones viven con la familia. No viven solos o en un pueblo, sino en la ciudad y en un núcleo familiar.
— Me llaman la atención dos cosas sobre las personas que están sobrias hace muchos años: la primera es que siguen identificándose como adictos, aunque hayan pasado veinte años y la segunda es que muchos transformaron su obsesión en actividades como el deporte, el servicio o la fe.
— Cuando vos le preguntás a una persona que dejó de consumir hace un mes, 10 años de consumo, ¿no? Y le preguntás: ¿Cómo estás? Te dice: “Listo, no vuelvo a consumir. Ya está”. Cuando le preguntás a una persona que no consume hace 10 años, te dice: “Hoy no consumí”. Es decir, la adicción como proceso mental y como proceso, te diría casi espiritual también, las personas que se sostienen en sobriedad durante mucho tiempo tienen un nivel de expertise, sensibilidad, de permeabilidad, de cuidado y de vulnerabilidad, que saben que se tienen que cuidar día a día. Las personas que-- Están tratando de parar, están convencidas que no van a volver a recaer, que está todo bien, que ya está, que se curaron, en tres entrevistas y eso lo vemos todo el tiempo. Es decir, ves que los expertos, ves que las personas que logran tener un camino de sobriedad a largo plazo son personas que se mantienen. No es que todo el día están pensando en eso, pero se cuidan un montón día a día. La máxima de doble A, solo por hoy, las 24 horas, y son personas que tienen como una conciencia muy plena. Son muy libres, porque alguien podría pensar que son personas que están obsesionadas todo el tiempo pensando... No, no, son personas que están plenas en general y rompiéndola en lo que están haciendo, pero tienen un nivel de cuidado diario, personal, y hay gente que va a grupos de recuperación durante muchísimos años. La evidencia médica actual indica que las adicciones hoy se piensan como un proceso crónico, como si se pareciera a la diabetes, los problemas cardiovasculares o a la hipertensión, que no es un problema que se va a solucionar en tres meses, que vos vas a tener que hacer tratamiento, posiblemente de terapia, de psicoterapia, de grupos de apoyo, por ahí durante varios años.
Ahora, en las organizaciones como doble A o NA, hay una definición categórica que es: es una enfermedad crónica incurable y mortal. Que es una definición fuerte y se refiere a sin tratamiento. Pero ellos tienen un paradigma de pensamiento en donde esto es para toda la vida y que vos si desarrollaste una adicción, podés dejar de consumir, podés estar en sobriedad, en recuperación. Pero seguís teniendo ese punto de vulnerabilidad que te tenés que cuidar durante muchos años. Nos estamos metiendo en los 12 pasos, pero es un mundo muy interesante. El primer paso es: me declaro impotente frente a la enfermedad y el último, como dijiste, es el servicio. Es: me voy a mantener en recuperación, pero ayudando a otras personas. Y entonces se arma un loop muy impresionante social, que es: personas que fueron adictas, que sienten que todavía tienen ese problema, pero que no están en consumo, que ayudan a personas que acaban de llegar. O sea, un loop muy difícil de lograr. Creo que es la clave. Creo que van a cumplir 100 años por esto. Además, es que es anónimo, público, gratuito y otras cosas más. Han logrado algo increíble en ese punto. Esto que vos decís lo vemos muchos. Por ejemplo, en el dispositivo que yo coordino, tenemos un programa de atletismo, porque muchos pacientes dejan de consumir y se convierten en maratonistas o ultramaratonistas, literalmente. Muchas personas que dejan de consumir empiezan a hacer experiencias de exposición al frío como al estilo Wim Hof. Muchos pacientes retoman, hacen su segunda carrera o terminan la facultad. Ves algo muy impresionante.
— ¿Por qué es tan importante dejar ir la voluntad y aceptar ayuda?
— Hay un libro que se transformó en bestseller y es muy bueno, es Hábitos atómicos, que lo explica muy bien, muy simple. Es gracioso porque es un periodista, ni siquiera es un profesional de la salud, pero logró instalar un bestseller sobre un tema muy importante que son los hábitos. La fuerza de voluntad es como poner el cuatro por cuatro. La fuerza de voluntad es una fuerza que nos ocupa mucho tiempo, energía, es muy compleja y es un superpoder para usar momentos. El problema es el sistema de juego: lugares, personas y cosas. Es cómo se empieza a definir tu día, tus vínculos. Por ejemplo, en los tratamientos de adicciones hay un lema que es “un grupo por día”. Imaginate un tratamiento en donde vos todos los días de tu vida, durante mucho tiempo quizá, te dedicas a ir a un grupo. Vas a tu trabajo, tenés tu pareja, hacés tu vida, y en un momento del día te vas al grupo. Y ese es el nivel de radicalidad y el nivel que decís: “¡Ah! Pará”, el nivel de compromiso. ¿Qué buscás con eso? Los hábitos se establecen básicamente por un contexto y una frecuencia, y por la repetición.
— Explicame este concepto de lugares, personas y cosas.
— Lugares, personas y cosas es un lema inventado por Alcohólicos Anónimos para decir: “Che, ¿vos querés dejar de tomar? Ok, bueno, te vas a empezar a tratar. Pero vamos a definir juntos cuestiones que son determinantes para el mantenimiento de tu consumo”. Y es contextos, escenarios, lugares, determinados vínculos y determinadas actividades. Entonces, empiezan a establecer como un mapa conductual, un mapa contextual, en donde parte del tratamiento va a tener que ver con analizar con lujo de detalles esto, que tiene que ver con tu día, que tiene que ver con tus vínculos, que tiene que ver con cuándo vos utilizás la sustancia y para qué. Se hace como una, yo diría como una semiología. Por eso yo creo que además los tratamientos de este tipo no son los típicos tratamientos de salud mental o de psiquiatría en los que vos vas de pronto, qué sé yo, al psicólogo, al psiquiatra, por ahí una vez por semana, cada quince días. Estos tratamientos se tienen que meter en tu vida diaria. A veces en el registro de lo que hacés durante el día, a quiénes ves, qué hacés, de qué manera. “Che, ¿tu familia consume? ¿Consumen alcohol juntos?” Son tratamientos que se meten mucho en la diaria. Lugares, personas y cosas es un título que condensa: “Nos vamos a meter con esto”. Y si vos querés evitar consumir, nos vamos a meter con esto y vamos a analizar tus vínculos y tus emociones y los contextos por los que transitás. Es trinchera pura.
— Imagino que una persona que consumió durante años tiene muy alterado su sistema de placer, porque esas sustancias elevan la dopamina y la serotonina a niveles más altos que los que generan experiencias cotidianas, como comer un helado, una pizza o dar un paseo. ¿Una persona en recuperación puede volver a disfrutar de esos pequeños placeres? ¿El circuito de recompensa puede volver a funcionar como antes de la adicción?
— Hay una autora, una psiquiatra, que se llama Anna Lembke, publicó un libro llamado Dopamina. Muy bueno y lo explica perfecto. Cuando vos perseguís sistemáticamente el placer, lo que tenés es dolor, ¿no? Al mismo tiempo, a veces el dolor genera placer, curiosamente, porque hay un equilibrio muy curioso entre placer y dolor. Pero, el consumo crónico, como dijiste vos, una droga como la cocaína produce una liberación de dopamina mil veces mayor que las fuentes de liberación de dopamina naturales. Entonces, claro, son estímulos desproporcionados. Ahora, terminás no sintiendo nada, terminás sintiendo persecuta, terminás sintiendo cosas horribles y todo ese efecto se va, pero no podés parar. Es la pregunta del millón y la respuesta es categórica: se restablece completamente ese equilibrio. Hay muchas personas, por ejemplo, que consumen para tener sexo y entonces durante mucho tiempo no pueden tener sexo, porque el sexo sin drogas. La restitución de ese equilibrio de placer, de volver a sentir placer en pequeñas cosas que te parece imposible, se restablece 100 por ciento.
El problema es que es un proceso de meses y a veces de años. Pero ese equilibrio, ese volver a sentir placer en muchas pequeñas cosas de la vida, es un proceso que lleva mucho tiempo y que a veces lleva un año o lleva dos años. Cuando vos venís mucho tiempo consumiendo y dejás, hay como una especie de resurrección personal que dura un tiempo. Es como una novedad, te felicitan, te alientan, estás súper emocionado, la gente que te quiere, estás feliz y eso dura un tiempo. Y es un cuadro tan lindo, tan agradable, es como, no sé, como recibirte o lo que fuera. Es un momento muy lindo y ese momento, es muy emocionante y alguien, un paciente le puso la nube rosa, lo llamó, ¿no? Y es una nube que se disipa y de pronto estás al mes tres, mes cuatro, mes cinco, ya nadie te felicita. No tenés la adrenalina, no tenés la locura del consumo, pero bien, bien todavía no te sentís y hay un montón de cosas de tu vida que estás empezando a rehacer. Y esos caminos intermedios, a veces sin un grupo de apoyo, sin compañeros, sin personas cercanas, sin un terapeuta, esos caminos intermedios son muchas veces la materia prima de una recaída, por ejemplo.
— Estas características de una personalidad adictiva, que si no consume tal vez corre 42 kilómetros todos los fines de semana, ¿te acompañan toda la vida? ¿O hay quienes logran cambiar su “sistema operativo” y volverse personas más equilibradas, sin esa necesidad constante del todo o nada?
— Lo que pasa es que la adicción ahí cabalga sobre estructuras. Hay una idea de que existe una personalidad adictiva proclive a las adicciones, ¿no? Esa idea un poco se dejó en psiquiatría de lado. Sí es cierto que cuando vos estás consumiendo fuerte se afecta tu personalidad, te volvés una persona con algunos rasgos: la palabra no vale tanto, la mentira más cotidiana es una estrategia de sobrevivencia, no es que son mentirosos patológicos, es que si vos consumís y tenés una vida de relación con otras personas. “¿Qué te está pasando? ¿Por qué faltaste? ¿Por qué no viniste? ¿Por qué llegaste tarde? Venías al asado”, re dicen y mentís un poco sistemáticamente. Entonces, hay como una especie de, de afectación de tu personalidad muy propio de la vida de consumo. Hay personas que después se apasionan febrilmente y mantienen ese nivel de obsesividad. Pero hay muchas personas que dejan de consumir y encuentran un punto de equilibrio y que son personas que llevan una vida plena, saludable. Es cierto que posiblemente haya algo temperamental y que haya una fiebre y que haya una tensión y como si fueran personajes literarios, que, que por ahí algo de esa energía después la tenés que volcar en algo, pero no es en todos los casos ni hay una personalidad. Y después, por ejemplo, hay personas que lo que en psiquiatría se denomina trastornos de personalidad, que tienen maneras de ser, digamos, que necesitan tratar, corregir y que muchas veces la sobriedad es el primer paso para trabajar con aspectos de su personalidad, que drogado todo el día no los podés trabajar. Entonces, muchas veces la sobriedad es el comienzo del tratamiento, no el final. Muchas veces hay muchas personas que con la sobriedad tienen un primer escalón en donde ok, puedo empezar a dedicarme a cosas de mi vida que yo jamás pude, por ejemplo, el trauma.
— ¿Cuánto juega la genética en esto? ¿Hay algo comprobado que tenga que ver con algo que uno nace, es un gen, es algo que se hereda?
— Tenés algo que se llama heredabilidad, que es que hay familias donde hay mayor prevalencia de algunas adicciones. Hay familias de alcohólicos, transgeneracionalmente. Hay familias en donde hay algún nivel de correlación no causal, como de variables que aparecen juntas. Pero que no podrías decir que por tal gen vas a desarrollar un alcoholismo. Porque además está este campo, la epigenética, que son como las experiencias de la vida tempranas e, incluso si compartieras algún gen que te da mayor probabilidad de que experimentar algo con el alcohol, te criaste de pronto con una madre alcohólica, de pronto, y tus primeras comidas, tus primeras siestas, tus primeras experiencias de la vida, las risas, los momentos de tensión, de enojo, discusiones, el alcohol era un elemento presente y cotidiano de tus primeros años de la vida. Muchas, muchas personas comienzan consumiendo en su casa con hermanos, con padres. Ocupa un lugar. Me parece que es un área de investigación y es un área que va a tener más respuestas en los próximos años, este, pero hay enfermedades en la neurología y en la psiquiatría que la carga genética es determinante, es causal. Y acá no tenés una corea de Huntington. Sí es verdad que a veces ocurre que tenés cuatro generaciones del mismo problema y vos te quedás como asombrado, y por algo los psiquiatras preguntamos antecedentes familiares, pero también lo preguntamos por la historia familiar.
— Te escuché contar que sos corredor y que hay una metáfora que usás también para cuando estás lidiando con adictos, que es “no llegues a tener sed”. ¿Qué significa eso?
— Es esto que charlábamos hace un rato de la vulnerabilidad. En la maratón, por ejemplo, si vos llegás a tener sed te desmayaste antes. Porque la sed es un reflejo tardío de un nivel de deshidratación muy grande. Entonces, cada cinco kilómetros vos tenés postas de hidratación y los corredores más expertos no es que toman con sed, toman agua y se van hidratando. La imagen esta de no llegar a tener sed me parece trata de graficar, cuando vos estás en el mundo de los consumos: personas, lugares y cosas. No estar en el lugar equivocado, con la persona equivocada, en un contexto equivocado porque ya está, consumiste. Hay un momento en el que deja de depender de vos porque entrás en un, casi yo te diría, un estado crepuscular, en un trance en donde tu sistema instintivo, tu sistema adictivo se enciende, toma el control y es casi casi un estado de trance. Por eso hay muchas metáforas y hay mucha cuestión al respecto de trabajo con todo lo previo, con todas las variables previas, esto de no tener nunca sed. ¿Cómo dormiste? ¿Fuiste a terapia? ¿Faltaste a terapia? Estás enojado? ¿Cómo está tu estado de ánimo? ¿Tuviste algún problema nuevo? Todo un trabajo medio artesanal, medio arqueológico para no llegar a una situación que en ocasiones no tiene retorno. Pedí ayuda antes, utilizá los recursos, llamá a tu padrino... Hay un montón de protocolos para que esa persona no llegue a esa situación, no llegue a “tener sed”. Porque en la maratón te desmayás, en general no pasa nada. Pero y cuando una persona en consumo en el marco de una adicción tiene una recaída, alguna de esas recaídas son potencialmente mortales. Hay gente que no vuelve de esas recaídas, no vuelve porque abandona el tratamiento, no vuelve porque se muere este o no vuelve porque no soporta la vergüenza, el malestar, la el fracaso casi narcisístico de haber recaído. Y ese es un punto central.
— ¿Sentís como algo que creés que es importante, que tal vez no tocamos?
— Socialmente pienso que todavía tenemos una cosa que siempre me parece importante decir es que la población de personas con adicciones a lo largo de la historia es un colectivo de pacientes. Y no hay otro colectivo de pacientes que haya sido más abusado, maltratado, estigmatizado y eso un poco sigue ocurriendo todavía. Es muy difícil tener una adicción y hacer tratamiento, encontrar un tratamiento, buscar un tratamiento, empezar un tratamiento. En el ámbito público, en el ámbito privado, en el mundo, una de cada seis personas con adicciones hace un tratamiento. Quiero decir, hay personas que ni van a un consultorio a un hospital. Es una realidad social. En psiquiatría, en salud mental en Argentina es el tercer motivo de consulta, pero tenés muchos más tratamientos para salud mental general que para adicciones. Y aunque parezca mentira, en muchos centros de salud en el país todavía si vos tenés una adicción y te querés tratar por una adicción, te dicen que no te podés tratar ahí, que tenés que ir a otro lugar. Y eso sigue ocurriendo en muchísimos centros de salud. Y, por último, sobre todo para las personas y para las familias que escuchan esto. La verdad es que el gran éxito de una persona con una adicción no es solamente buscar la sobriedad a corto plazo, sino ingresar a algún tipo de tratamiento. Eso empieza a marcar la cancha de una manera absolutamente distinta. Porque muchos pacientes al no estar en ningún tratamiento, tampoco incluso se tratan aspectos médicos.
La principal causa de muerte de las personas con adicciones no es sobredosis, es HIV, hepatitis C, diabetes. Son personas que no van a ningún médico, que están fuera del sistema. Y estoy hablando de personas incluso con recursos, ¿eh? Están fuera del sistema, no van al médico clínico hace diez años, o sea, si tienen diabetes, ni idea, no importa y se terminan muriendo de eso. Entonces, es muy importante que ingresen, que ingresen las personas al sistema de salud y que empiecen a hacer un tratamiento. Y contrariamente a lo que mucha gente cree, este, no hay casos intratables y no hay casos de personas que nunca van a dejar de consumir. Hay casos de personas que tienen que encontrar su tratamiento y el tratamiento de pronto es una escuela de yoga, el tratamiento de pronto es una comunidad terapéutica, es un ambulatorio, es un psicólogo que encontraste que por alguna razón, este, qué se yo. O es, digo, no creo que haya un tratamiento estándar y no lo hay en el mundo porque no hay ningún tratamiento en el mundo que sea al que le den el Premio Nobel, por decirlo un poco en broma.
No hay ningún tratamiento así. Entonces, hay tratamientos para pacientes en determinado momento de la vida, pero hay tratamientos y te define la calidad de vida tuya y de tu familia, porque si tenés gente querida y gente cercana que eso es un poco lo que aprendés también acá, ¿viste? Yo atendía pacientes en psiquiatría, pero cuando empecé a atender adicciones, ya está, abrís la puerta y entran diez. O sea, no, no, no atendés más un paciente, atendés un paciente y una familia. Y cuando vos ves el efecto de un tratamiento y de una recuperación y de una sobriedad en chicos de catorce años, de un papá de pronto, entendés que es una persona, pero son muchas más cosas en juego y que vale la pena, ¿no?
— Quiero abrir una última ventana antes de hacerte la última pregunta y es sobre la marihuana. Creo que se la considera, por lo menos socialmente, mucho más inocua o que no genera dependencia. ¿En tu caso qué has visto? ¿Has visto muchos adictos llegar a vos por la marihuana?
— Yo empecé a atender adicciones en el año 2003. Nunca había visto un paciente en el consultorio por cannabis. Había pacientes que consumían otras drogas y que fumaban cannabis. Hace dos años, con la ingeniería genética, bueno, ahora venimos de Expo Cannabis. pero con la ingeniería genética, con las plantas, la tecnología, con una generación de chicos de 14, 15, 16, 20, que saben un montón de cannabis y de semillas y de producir cannabis indoor... Y es un cannabis que no tiene nada que ver con el que se fumaba hace veinte años. El que se fumaba hace veinte años tenía dos o tres por ciento de THC, que es el tetrahidrocannabinol y el que se fuma ahora tiene 30 por ciento. Este cannabis es muy potente, mucho más adictivo, que produce mucha más desorganización mental y que por primera vez, en algo que yo creí que no iba a haber, empezamos a recibir chicos que no pueden parar de fumar cannabis y no es que no pueden ir a la facultad, no pueden hablar. Entonces, motivo o consulta: “Che, ¿hay pacientes adictos al cannabis?” No había. Pero cuando vos generás que la, la potencia de una droga sea mucho mayor, del 2% al 30% en 15 años, generás otro cuadro mental, otro uso. Y son chicos heavy users, como se dice. Son chicos que están fumando porro desde tercer o cuarto año y fuman todo el día. Llegan con cuadros psiquiátricos, con depresiones y llegan por cannabis, eso no existía. Los adultos ya tienen otros consumos, ya vienen consumiendo muchas cosas. Pero sí como que hay una novedad. Es una planta estuvo prohibida durante muchísimos años y no se la investigó porque estaba prohibida. Hoy hay una industria del cannabis para muchas cosas. La industria médica del cannabis y las personas que quieren fumar cannabis, que son escenarios distintos. Ha pasado un poco con lo del alcohol, que en realidad, si bien está prohibido, es legal y también se ha banalizado mucho como si esto no fuera un problema. Y creo que con el alcohol también tenemos un problemón y en un punto no es un problema, ¿no?
— ¿La desintoxicación del cannabis es parecida a la de otras drogas?
— Muchos pacientes tienen un síndrome de abstinencia bastante interesante de siete a diez días, en donde cambia tu apetito, dormís más o menos horas, podés sentir ira. Vemos síntomas bastante intensos. Y a veces el cannabis medicinal sirve para disminuir algunos síntomas, o sea, que vos le das a los pacientes cannabis medicinal dosificado, dado en un contexto determinado para disminuir un poco la intensidad de algunos síntomas de un cuadro de abstinencia que dura de pronto, cinco o diez días. No es un cuadro de abstinencia en psiquiatría o en toxicología. Hay cuadros de abstinencia incluso potencialmente mortales. Si vos detenés el consumo, tenés que tener toda una estructura alrededor médica. Puede ocurrir con el alcohol, por ejemplo. Tenés que tener una estructura clínica porque el cuadro de abstinencia puede ser muy grave. Los opiáceos, también. En cannabis, en cocaína, en otras drogas no, no, no están así. Puede ser que tengas durante algunos días, no la pases bien, vas a tener síntomas que uno explica, que uno cuenta, que hay mucho apoyo en esos días, pero los síndromes de abstinencia en general son super transitorios, no son determinantes.
— Fede, te voy a hacer la última pregunta que les hago a todos los invitados y es que nos dejes algo que, en el último tiempo, te haya dejado pensando, sorprendido o conmovido y lo tengas dando vueltas en la cabeza. Puede ser: la recomendación de un libro, una frase, una anécdota, cualquier cosa que sientas valiosa para compartir.
— Tiene que ver con el último tema que estoy leyendo. Por alguna razón, un poco de casualidad, me puse a leer algo que se conoce como experiencias cercanas a la muerte, que es esa transición curiosa que ocurre en donde algunas personas tienen paro cardíaco, luego son reanimadas y cuentan una cantidad de experiencias muy particulares, muy parecidas, distintas edades, religiones, credos religiosos y políticos, socioeconómicos, ¿no? Yo venía leyendo una autora que me gusta mucho, Elizabeth Kübler-Ross, que es una médica que, que se dedicó a estudiar toda su vida los moribundos y después me encontré con esta bibliografía. Yo creo que si trabajás adicción estás como muy en contacto con la vida y con la muerte. Aceptar la muerte de algunos pacientes a lo largo del recorrido clínico fue una variable del desarrollo profesional y personal. De ver morir gente, quiero decir. Entonces el tema de la vida y la muerte están muy presentes ahí todo el tiempo. Y me pasó algo interesante como psiquiatra en relación a temas que por ahí uno no habla mucho, incluso esto lo estudié recientemente y lo empecé a compartir con pacientes y con familiares, y me empezaron a mandar viñetas o casos reales de cosas que les habían pasado, de estas experiencias curiosas de cuando alguien está por morir y que de pronto, , hay una tipificación de experiencias.
Y me quedo con esto, con algo del orden de estas experiencias, en donde de la transición entre la vida y la muerte y que a mí en lo particular en este momento, me están haciendo como pensar mucho y que tiene, si querés, una arista indirecta en relación a un poco a lo que me dedico todos los días. Cuando mi teléfono suena, una parte de mi mente dice: “Che, ¿habrá pasado algo?” Entonces, es un tema que está como muy presente. Pero también la vida. Esos dos polos están ahí como todo el tiempo. Es un médico que en 1975, hace 50 años, tenía 22 años y a los 24 se puso a estudiar gente en la terapia intensiva y escuchar qué decían. No fue a buscar algo en particular, fue a charlar con gente que había tenido paro cardíaco.
Hace cincuenta años de paro cardíaco te morías. Era muy raro que sobrevivieras. Ahora hay desfibriladores, cambio mucho. Y el tipo empezó a estudiar y escuchar estos casos, que todas las experiencias se repetían. Es un psiquiatra y a los 24 o 25 años escribió este libro que se llama La vida después de la vida. El psiquiatra se llama Raymond Moody. Y entonces una de las cosas más impresionantes es que hay una cosa tragicómica que muchas personas cuando están en este estado la están intentando reanimar, revivir. Y algunas no quieren ser reanimadas y se enojan con los que los reaniman. Me parece un tema increíble y yo lo empecé a contar y me empezaron a mandar: “Esto le pasó a mi mamá, esto le pasó... “ Empezaron a mandarme relatos de pacientes, ¿no? Y yo dije este es el típico tema de cosas que, que tienen mucho que ver con nuestras ansiedades, angustias, temores, cosas cotidianas, incluso el temor de uno a la muerte. A mí me gustaría fuera así para mí y me gustaría que fuera así para mi abuela, para mi padre, que haya sido así, porque yo no tenía referencia, no tengo referencia de qué fue lo que pasó. Así que bueno, este es un tema que últimamente en particular, este, eh, me, me tiene medio atrapado en el buen sentido.
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