En una nueva edición de El Puente, el ciclo de entrevistas de Infobae conducido por Julieta Puente, se abordó una incógnita: ¿El trabajo puede convertirse en una adicción?
La psicóloga Analía Tarasiewicz brindó definiciones, criterios y testimonios en torno a un fenómeno que atraviesa generaciones y profesiones.
Según la especialista, el uso cotidiano de la palabra workaholic no siempre se corresponde con su verdadera definición. “Siempre que conocemos a una persona que trabaja mucho, automáticamente le ponemos la etiqueta: ‘Sos workaholic, sos adicto al trabajo’. ¿Cuál es la diferencia?”, preguntó Julieta Puente. Tarasiewicz explicó que no es lo mismo involucrarse intensamente en el ámbito laboral que desarrollar una adicción: “Hay que entender la diferencia entre ser workaholic o adicto al trabajo y trabajar mucho, porque uno puede trabajar un montón, pero no necesariamente tiene que caer en una adicción”.
Entre los criterios diferenciales, la psicóloga subrayó la intencionalidad y los límites. “Si esto es una estrategia que tengo, si estoy trabajando mucho porque quiero llegar a un fin, por ejemplo comprarme la casa o ascender un puesto, no necesariamente implica adicción. El adicto pierde el control y no puede poner un límite”, aseguró.

Los primeros síntomas
El cuadro se agrava cuando se desarrollan conductas obsesivas y se rompe el equilibrio vital. Tarasiewicz detalló: “Empezás a tener una obsesión, no podés frenar. De repente ya no vas a las fiestas, a los cumpleaños, no te encontrás con tus amigas y recibís reclamos. Incluso aparecen problemas de pareja. Todas las conductas empiezan a girar en torno a esto”.
Otro de los síntomas mencionados es la alienación, cuando “la identidad se funde con el rol laboral”, un proceso donde la persona empieza a hablar solo de trabajo fuera de su horario y entorno profesional.
Emprendedores, nuevas generaciones y el peligro de la autoexigencia
Consultada sobre los fenómenos actuales vinculados al mundo del emprendedurismo, Tarasiewicz señaló que los perfiles independientes presentan riesgos particulares: “Eso tiene que ver más con un perfil y con lo que yo llamo el dolor laboral. Cuando uno se vuelve adicto a algo hay algo no resuelto en el fondo que está resonando, por ejemplo, un mandato familiar o la autoexigencia exacerbada”.
En la conversación, la especialista afirmó: “Es terrible porque no podés con todo y te volvés cada vez más adicto. Empezás a encontrar también picos de estrés y hay gente que incluso cae en burnout”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el burnout como un fenómeno vinculado al entorno de trabajo, y su incidencia creció en las últimas décadas.

¿Trabajo, éxito o reconocimiento?
El deseo de trabajar mucho suele asociarse al placer por la actividad, pero también puede esconder una búsqueda de validación. La psicóloga planteó: “¿Cuánto se relaciona la adicción al trabajo con la adicción al éxito?”. Y respondió sin rodeos: “Un montón. Cuando necesitamos likes, aplausos, mucho reconocimiento y eso está de base como cosas no resueltas que generan baja autoestima, por la búsqueda de ese reconocimiento cada vez se necesita más ‘trabajar para tener más instancias donde me digan que soy bueno, que puedo brillar’”.
En ese contexto, la validación externa y el mundo digital adquieren un peso considerable. “Lo que representa el trabajo para cada uno tiene que ver mucho con el significado personal, con el yo virtual que hoy se construye especialmente entre las nuevas generaciones”, precisó.
Las consecuencias en la salud
Entre las consecuencias más visibles, Tarasiewicz enumeró: “Aislarse, tener conductas mucho más repetitivas y más obsesivas, problemas psicofísicos, pensamientos rumiantes, dolor de panza, dolor de cabeza, insomnio, problemas de relacionamiento y también falta de claridad porque todo el tiempo está pensando en eso y no sabe hacia dónde está yendo su vida”.

Ante la consulta de la conductora sobre la dificultad para afrontar el tiempo libre, Tarasiewicz agregó: “Cuando uno llena el espacio con trabajo habla mucho de algo que puede estar pasando emocionalmente. Está la pregunta: ¿Cuál es el punto que hace que no quiera estar conmigo mismo?”.
Estrategias para salir del círculo obsesivo
La detección es el primer paso, pero también el más difícil. Según la invitada, “el primer paso es reconocerlo. El segundo, buscar ayuda. Empezar a hablar con personas cercanas y, si es posible, recurrir a un profesional”. La clave, explicó, está en “empezar a hacer una diferenciación entre mi vida y mi trabajo”.
Una estrategia sugerida por la especialista comienza con prestar atención a la salud física y a las emociones: “Hay que observar el cuerpo, leer los patrones, notar cómo sube la dopamina durante la conducta adictiva y cómo el cuerpo empieza a pasar factura: enojo, ira, desmotivación, temblores, dolor de panza o insomnio”.
Además, propuso como ejercicio identificar los momentos fuera del trabajo que resultan placenteros: “El placer puede ser algo muy simple, cocinar sin el celular, salir a pasear, desconectarse”, y recomendó aumentar las actividades que generen oxitocina, como convivir con afecto.
Sobre la incidencia por generación y género, Tarasiewicz fue contundente: “Mi generación, que es de arriba de 40 años, está más acostumbrada porque es la generación del sacrificio. Los millennials y más jóvenes tienen muchos casos de adicción, pero también de burnout, porque están en una etapa de transición donde hay mucha incoherencia entre el discurso y la gestión del liderazgo”. Sostuvo, además, que esos cuadros son más frecuentes a partir de los 35 años.
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