
El hallazgo de dos crías de pterosaurio, apodadas Lucky I y Lucky II, con fracturas en las alas, sepultadas hace 150 millones de años en lo que hoy es el sur de Alemania, permitió a los paleontólogos reconstruir tanto las circunstancias de su muerte, como los mecanismos que han sesgado el registro fósil de estos reptiles voladores.
El estudio, publicado este viernes en Current Biology y realizado por un equipo encabezado por Robert S.H. Smyth y David M. Unwin de la Universidad de Leicester, revela que tormentas catastróficas desempeñaron un papel decisivo en la preservación de los pterosaurios más jóvenes, mientras que los adultos rara vez quedaron fosilizados en condiciones similares.
Las calizas laminares del archipiélago de Solnhofen, en lo que hoy es Baviera, formadas durante el Jurásico Superior, han proporcionado más de 500 ejemplares de pterosaurios en los últimos dos siglos y medio. Este conjunto fósil, célebre por su excepcional conservación, ha sido fundamental para el estudio de la anatomía y los tejidos blandos de los pterosaurios, incluyendo detalles como los sacos de la garganta y la estructura de las membranas alares. Sin embargo, la abundancia de individuos pequeños y la escasez de adultos completos han desconcertado a los especialistas, quienes ahora atribuyen este patrón a procesos tafonómicos selectivos.

El análisis de los especímenes MBH 250624-07 (Lucky I) y SNSB-BSPG 1993 XVIII 1508 (Lucky II), ambos asignados a Pterodactylus antiquus, muestra que estos individuos, con envergaduras estimadas de 180 a 220 milímetros, murieron siendo neonatos, probablemente con solo días o semanas de vida. La evaluación de su desarrollo óseo, basada en 22 caracteres morfológicos, confirma su estado neonatal y sugiere que apenas experimentaron crecimiento tras la eclosión. La longitud del cráneo de estos ejemplares, de 25 a 33 milímetros, y la del húmero, de 11,3 milímetros en el más pequeño, los sitúan en el extremo inferior del rango de tamaño conocido para la especie.
Ambos esqueletos presentan fracturas diafisarias —parte central de los huesos largos— en sentido oblicuo, de forma completa en el húmero, con bordes nítidos y sin signos de curación, lo que indica que las lesiones ocurrieron poco antes de la muerte. En uno de los casos, la fractura afecta al húmero izquierdo y en el otro, al derecho, con desplazamientos angulares de aproximadamente 40° respecto a la diáfisis proximal, indican los autores del paper. El estudio descartó causas como el daño por carroñeo, y atribuye las fracturas a fuerzas de torsión y flexión generadas durante tormentas violentas.
La hipótesis de los autores es que las ráfagas de viento de una tormenta tropical provocaron la rotura de las alas de estos pterosaurios, incapacitándolos para el vuelo y precipitando su caída a la laguna, donde se ahogaron y fueron rápidamente sepultados por lodos carbonatados.

Las condiciones hipersalinas y sin oxígeno del fondo de la laguna, junto con el entierro veloz, permitieron la preservación íntegra de los esqueletos y, en ocasiones, incluso de tejidos blandos. Este proceso, denominado modelo CATT (catastrófico-atricional), explica la conservación de individuos pequeños y la rareza de los hallazgos de adultos completos en el conjunto de la zona de Solnhofen.
El análisis cuantitativo de 42 ejemplares de Pterodactylus antiquus revela dos vías tafonómicas distintas: la mayoría de los individuos pequeños y medianos se conservan completos y articulados, mientras que los restos de mayor tamaño suelen ser fragmentarios y desarticulados. Este patrón se repite en otros pterodactiloideos del yacimiento, como los denominados Ctenochasma elegans y Aurorazhdarcho micronyx, pero contrasta con el caso del conocido como Rhamphorhynchus muensteri, cuyo registro fósil muestra una acumulación gradual y una mayor proporción de restos desarticulados. Según los expertos, esto sugiere que era un habitante autóctono de las lagunas, a diferencia de los individuos que no pertenecían al lugar que fueron arrastrados por tormentas.
La investigación aporta evidencia directa de que los pterosaurios eran capaces de volar desde una edad muy temprana. Las fracturas observadas en los neonatos Lucky I y II similares a las lesiones alares que sufren aves y murciélagos actuales durante el vuelo, respaldan la hipótesis de una capacidad de vuelo precoz. Otros neonatos del mismo yacimiento, de tamaño y desarrollo comparables, carecen de traumatismos esqueléticos, pero probablemente también murieron durante tormentas, lo que refuerza la interpretación de que la mortalidad masiva de juveniles está vinculada a eventos climáticos extremos.

El modelo propuesto por Smyth y sus colegas subraya que los sesgos de preservación han distorsionado profundamente la visión tradicional de la fauna de pterosaurios de Solnhofen. La aparente abundancia de especies pequeñas y la ausencia de grandes individuos no reflejan la composición real de los ecosistemas jurásicos, sino las condiciones excepcionales que favorecieron la fosilización de los más vulnerables. La rareza de pterosaurios con envergaduras superiores a dos metros en Solnhofen es lo que denominan los paleontólogos artefacto tafonómico, es decir alterado o formado por procesos físicos, químicos o biológicos que ocurren después de la muerte de un organismo, como lo demuestran hallazgos de grandes ejemplares en otros yacimientos contemporáneos.
El estudio concluyó que los eventos climáticos extremos, como las tormentas tropicales, no solo determinaron la muerte y preservación de los pterosaurios más jóvenes, sino que también han condicionado la interpretación de su evolución y paleoecología. La influencia desproporcionada de yacimientos como Solnhofen en la comprensión de los pterosaurios exige cautela al extrapolar sus datos, ya que el registro fósil disponible sigue siendo insuficiente para responder muchas de las preguntas fundamentales sobre estos reptiles voladores.
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