
Dos académicos estadounidenses revelan cómo la percepción colectiva puede moldear la forma en que la sociedad adopta nuevas costumbres y valores. Sus hallazgos no solo explican por qué ciertas normas persisten, sino que también muestran cómo es posible generar cambios profundos y duraderos en áreas clave como la salud pública, la igualdad y los derechos civiles.
Un estudio reciente de la Universidad de Buffalo sostiene que la clave para lograr un cambio de comportamiento duradero no radica necesariamente en modificar las normas sociales, sino en transformar los marcos mentales que las sustentan.
Esta propuesta, elaborada por los profesores Justin Bruner y Ryan Muldoon, plantea que la mentalidad colectiva actuó como un motor más eficaz para impulsar transformaciones en temas como la salud pública, la igualdad y los derechos civiles.

El hallazgo central del trabajo de Bruner y Muldoon se basó en una observación: las normas sociales, incluso cuando resultaron obsoletas, mostraron una resistencia notable al cambio. Los autores sostuvieron que, en muchos casos, resultó más efectivo intervenir en la manera en que las personas interpretaron una situación que en la norma misma.
“Nuestro marco ayuda a aclarar qué camino es más factible en un contexto determinado y qué tipos de compensaciones implica cada enfoque”, explicó Bruner. El modelo desarrollado ofreció una perspectiva conceptual y herramientas prácticas para decidir si convenía modificar la norma o el marco mental que la respaldaba.

Aplicación del modelo en salud pública y cambio social
Este enfoque presenta una amplia aplicabilidad. Según Bruner, “ya sea que el objetivo sea reducir la evasión fiscal, cambiar las normas sobre género y raza, o mejorar la salud pública, a menudo es crucial preguntarse cómo la gente enmarcó la situación en primer lugar”.
Si el esquema mental que subyacía a una norma no se alineó con los objetivos del cambio, incluso las reformas más elaboradas fracasaron. El artículo, publicado en la revista Philosophy & Public Affairs, invitó a repensar las estrategias de intervención social desde esta perspectiva.
Un ejemplo ilustrativo es el cambio de percepción social respecto al tabaquismo. Fumar, antes considerado una práctica aceptada e incluso atractiva, pasó a verse como perjudicial y socialmente indeseable. “Lugares como bares, aviones y campus universitarios ahora se consideran espacios inapropiados”, señaló Bruner.
No se alteró la definición de espacio público, sino la idea de cuáles de estos espacios resultaron adecuados para fumar. Este giro en la mentalidad colectiva produjo una reducción significativa del consumo de tabaco en lugares públicos y una menor exposición al humo de segunda mano.

Dificultades y estrategias para modificar normas sociales
Determinar el mejor camino para modificar comportamientos sociales resultó una tarea compleja. Bruner advirtió que existió una interdependencia entre las acciones individuales, las reglas seguidas y las expectativas sobre el comportamiento ajeno. “Es difícil separar el esquema de la regla”, afirmó. Por ese motivo, el modelo desarrollado junto a Muldoon se presentó como una hoja de ruta dinámica, capaz de adaptarse a contextos específicos y sugerir la estrategia más eficaz para promover cambios positivos.
La puesta en práctica de este enfoque suele requerir intervenciones que aprovechan lo que los científicos sociales denominaron “variedad”: la tendencia de las personas con marcos conceptuales similares a interactuar con mayor frecuencia. Modificar la frecuencia y el tipo de encuentros entre individuos permitió la ruptura de los vínculos entre normas y esquemas mentales, dando lugar a nuevas formas de comportamiento.
Bruner destacó que intervenciones de este tipo ya ocurrieron en la historia reciente, desde la era de los derechos civiles hasta algunas iniciativas actuales del Banco Mundial. Reunir a la comunidad, identificar normas perjudiciales y explorar alternativas más beneficiosas resultó fundamental para el cambio social.

Liberalismo, normas sociales y derechos individuales
El estudio también resaltó la importancia de la diversidad, el desacuerdo y el dinamismo como recursos esenciales para el funcionamiento de las instituciones liberales en sociedades abiertas.
El liberalismo, entendido como una filosofía política centrada en los derechos individuales, la igualdad y la libertad, se apoya en permisos por defecto. Según Bruner, “en una sociedad liberal, si la postura por defecto conllevó consecuencias negativas, reconsideramos, legislamos o regulamos”.
Las normas sociales, como restricciones informales, ejercieron una influencia significativa sobre los individuos. Por ello, comprender y, cuando resultó necesario, modificar estas normas resulta tan relevante como conocer las leyes y la política formal. Solo así es posible proteger y fortalecer los derechos individuales en sociedades que aspiraron a una verdadera libertad.
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