
En una época donde los vínculos afectivos se ven atravesados por nuevas formas de conexión —más veloces, menos comprometidas y profundamente condicionadas por el miedo a la soledad—, surge un patrón relacional que los psicólogos ya identifican con nombre propio: el síndrome de Tarzán.
Esta conducta, que no distingue edades ni perfiles, afecta tanto a millennials como a centennials, y está empezando a provocar estragos en la estabilidad emocional de quienes la padecen y se ven involucrados en sus dinámicas.
Según explica la psicóloga Lara Ferreiro, entrevistada por El Confidencial, este síndrome se manifiesta en personas que “salen de una relación y entran en otra sin haber hecho el duelo, como si un clavo sacara a otro clavo”.
La especialista lo vincula con un efecto “anestésico” que impide procesar las emociones de pérdida, y advierte que quienes siguen este patrón “repiten comportamientos disfuncionales” porque no reflexionan sobre los errores del pasado.
Relación con el personaje de Tarzán y su salto emocional
La denominación proviene de una analogía con el clásico personaje de la literatura: Tarzán, que se desplazaba por la selva balanceándose de una liana a otra sin poner jamás los pies en el suelo. En el plano afectivo, este salto continuo entre relaciones sin tocar el “suelo emocional” se traduce en una negación del vacío, la tristeza y la soledad.

La psicóloga María José Arregui, en declaraciones a 20Minutos, explicó que esta conducta responde a una tendencia cultural más amplia: “Como sociedad estamos más centrados que nunca en evitar contactar con emociones como el dolor, el aburrimiento y la sensación de vacío”.
En su análisis, Arregui señala que, al buscar “sustituir” rápidamente a la expareja, se evita transitar el duelo, lo que termina agravando el malestar.
Causas: miedo a la soledad y baja autoestima
Entre las causas más frecuentes del síndrome, los especialistas coinciden en el miedo a estar solos, la baja autoestima y la necesidad de validación constante. Para muchas personas, quedarse sin pareja activa una sensación de inseguridad emocional que resulta intolerable.
“La falta de seguridad en uno mismo y en su capacidad de enfrentar la vida sin una pareja puede fomentar este comportamiento”, en palabras de especialistas consultados por Glamour.
Además, señala que quienes tienen una “dependencia emocional profunda suelen sentirse incapaces de dejar una relación sin tener otra en puerta”, reforzando así un ciclo de vínculos que funcionan como escape más que como conexión real.

Efectos en la salud mental y la vida afectiva
El impacto del síndrome de Tarzán no es menor. Desde lo psicológico, genera una acumulación de duelos no resueltos que terminan afectando tanto la autoestima como la capacidad de construir una identidad sólida. Las relaciones iniciadas bajo este patrón suelen ser superficiales y están marcadas por la inestabilidad emocional.
El psicólogo Raúl López, citado por El Confidencial, asegura que estas personas “llevan consigo todo ese equipaje y bagaje de otras relaciones que no han funcionado”, lo que impide cualquier tipo de crecimiento emocional genuino.
La búsqueda constante de afecto externo se convierte en una barrera que impide el autoconocimiento, y refuerza un sentimiento de vacío existencial que se vuelve crónico.
Aunque el terreno más visible del síndrome de Tarzán es el afectivo, este patrón también se observa en el ámbito profesional. Algunas personas cambian constantemente de trabajo con la esperanza de encontrar algo que los llene, sin reflexionar sobre lo que realmente necesitan.

Sin embargo, es en las relaciones de pareja donde los efectos son más profundos. Quienes lo padecen inician nuevos vínculos sentimentales sin haber sanado emocionalmente de relaciones anteriores, lo que les lleva a repetir patrones de comportamiento.
Cómo romper con el patrón: sanar antes de saltar
Para los expertos, la solución comienza por aprender a transitar el duelo sin buscar salidas inmediatas. “La reflexión, el autoconocimiento y el tiempo para sanar son elementos esenciales para poder construir una relación más sólida en el futuro”, sostiene Lara Ferreiro. Sin este proceso, se entra en un ciclo destructivo que daña tanto la identidad personal como la calidad de las relaciones posteriores.
En el mismo sentido, María José Arregui sugiere que el primer paso para superar el patrón es “pararse a explorar cómo me estoy sintiendo con esa ruptura y si ha tocado algo de mí”.
Las preguntas sobre el compromiso, la vulnerabilidad o la autoestima pueden convertirse en claves para salir del bucle repetitivo y generar vínculos más conscientes.
El camino hacia relaciones más sanas comienza, según los especialistas, por recuperar la autonomía emocional. Aprender a estar bien con uno mismo, sin depender de una pareja para sentirse valioso, permite crear vínculos desde un lugar de elección y no desde la necesidad.
Dejar de aferrarse a las “lianas” y empezar a caminar por cuenta propia puede ser el primer paso hacia relaciones más genuinas y menos destructivas.
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