
Nacieron en una era donde lo digital más que una herramienta representa casi el aire que respiran. Hijos de los millennials, han mutado en la manera de aprender, socializar y percibir el mundo. Tienen una particularidad digna de una escena de ciencia ficción en una película de los años 80: nunca conocieron un tiempo sin pantallas táctiles ni inteligencia artificial.
Crecen con tablets en las manos antes de saber escribir y buscan respuestas en asistentes virtuales —muchas veces— más que en sus propios padres.
Su infancia transcurre en un entorno donde la inmediatez es norma y la paciencia, una rareza. Se los llama “niños iPad”, porque llegaron al mundo en el mismo momento que la primera tablet y las redes sociales tal como las conocemos. No distinguen entre lo físico y lo digital: su educación, sus relaciones y hasta su entretenimiento ocurren en un ecosistema donde las pantallas median cada experiencia.
Su creatividad, memoria y la autonomía depende muchas veces de algoritmos para tomar decisiones. Navegan un futuro donde lo tecnológico es más que un soporte: se trata de la extensión misma de su identidad.
Hablamos de la Generación Alfa. Compuesta por nacidos entre 2010 y 2025, se perfila como la más numerosa en la historia de la humanidad, con una proyección de 2.500 millones de personas para 2025. Este grupo demográfico está marcando un cambio sin precedentes en la forma en que las nuevas generaciones interactúan con la tecnología.

Esta generación, que ha desplazado a la Generación Z como la más joven, presenta características únicas debido a su inmersión total en el entorno digital desde el nacimiento.
El impacto de la tecnología en la Generación Alfa no es casual. Tal como destacó el analista social y demógrafo Mark McCrindle, estos jóvenes son los primeros en crecer completamente rodeados de innovación tecnológica, desde el entretenimiento hasta la educación.
Estos hitos marcaron el inicio de una era en la que la tecnología dejó de ser una herramienta externa para convertirse en un elemento intrínseco del desarrollo humano.

A medida que esta generación avanza hacia la adultez, con los mayores alcanzando los 14 años en 2024, surgen preguntas sobre cómo la tecnología moldeará su futuro. Según el Pew Research Center, las generaciones se definen por los eventos y circunstancias que las marcan, y en el caso de los Alfa, la tecnología es el eje central de su identidad.
El sociólogo Martín Wainstein sostiene que la Generación Alfa respira bajo parámetros de inmediatez y vive con un ADN fuerte basado en la concreción de multitareas. “Nació vivencialmente sumergida en la últimas tecnologías. Las comenzó a usar en sus primeros años, desarrollando habilidades visuales, por sobre otras, para el manejo diestro de pantallas. Han adquirido una gran competencia para las multitareas, pero pareciera que al costo de ser más impacientes y tener un foco de atención más lábil e intermitente”, explica a Infobae.
Y señala: “La inmersión en las nuevas tecnologías los han sumergido desde muy pequeños en las redes sociales, en las que tienden a socializar en línea, y a vivenciar su vida guiados por algoritmos, aplicaciones o videojuegos. Han crecido rodeados de tecnología como tablets, smartphones, inteligencia artificial y asistentes virtuales. Están siempre conectados a través de múltiples dispositivos y se comunican con emojis, GIFs, memes y videos”.

Para el experto, los Alfa “prefieren plataformas como YouTube, TikTok y Twitch en vez de televisión tradicional y juegan en línea y socializan a través de videojuegos como Minecraft, Roblox y Fortnite”.
Inteligencia artificial: del aprendizaje a la “pereza metacognitiva”
La inteligencia artificial (IA) ha transformado la vida cotidiana de la Generación Alfa, integrándose en su educación y en sus interacciones sociales desde edades tempranas. Un ejemplo destacado es ChatGPT, que alcanzó 50 millones de usuarios en solo dos meses tras su lanzamiento, superando la velocidad de adopción de tecnologías como el teléfono o las redes sociales.
En el ámbito educativo, la integración de la IA genera, al igual que el uso excesivo de pantallas, genera interrogantes. Mientras que algunos sistemas escolares, como el de la ciudad de Nueva York, han prohibido su uso en las aulas, otros reconocen su potencial para personalizar el aprendizaje.
Según un estudio de Cecilia Chan, investigadora de la Universidad de Hong Kong, publicado en MIT Technology Review, la IA puede ofrecer retroalimentación inmediata y adaptada a las necesidades de cada estudiante, lo que representa una oportunidad única para mejorar los procesos educativos.

Sin embargo son varios los expertos que marcan cuestiones a atender. Sobre el impacto de la inteligencia artificial en el aprendizaje, Fabio Tarasow, coordinador académico del Proyecto Educación y Nuevas Tecnologías (PENT) de FLACSO, sostiene a Infobae que aún no hay investigaciones de largo plazo que permitan prever su evolución.
Sin embargo, menciona estudios que plantean una preocupación creciente: “Vi varios papers de universidades renombradas sobre el término de pereza metacognitiva”. Este concepto hace referencia a la dependencia de la inteligencia artificial para realizar tareas que podrían ejecutarse sin asistencia tecnológica.
“Se puede producir lo que se llama pereza metacognitiva, en el sentido de que podríamos hacer ciertas cosas, pero dejamos que las haga la inteligencia artificial”, explica Tarasow.

En este escenario, los adultos y jóvenes que ya adquirieron habilidades como la lectura, la redacción o el análisis pueden evaluar y mejorar el trabajo automatizado. Sin embargo, remarca el experto, “no se sabe qué va a pasar con estas generaciones que no necesariamente van a aprender a hacer ciertas cosas porque van a poder hacerlas a través de la inteligencia artificial”.
Para Tarasow, esta incertidumbre es un desafío a futuro. “Es una duda, un cuestionamiento”, reconoceel investigador, y subraya que aún no hay certezas sobre el impacto definitivo de estas tecnologías en la formación cognitiva de las nuevas generaciones.
La pandemia, el escenario donde las interacciones sociales se trasladaron al ámbito virtual

La pandemia de COVID-19 sin dudas aceleró el ecosistema de los Alfa. Los confinamienetos, jugaron un papel crucial en la relación con la tecnología.
Durante este periodo, las interacciones sociales se trasladaron al ámbito virtual, lo que reforzó su dependencia de herramientas digitales para mantener el contacto con amigos y familiares. Esta dinámica plantea interrogantes sobre cómo será la socialización en el futuro, especialmente en un contexto donde la IA y las plataformas digitales son protagonistas.
Al comparar a los Alfa con generaciones anteriores, se observa un cambio significativo en la forma en que los niños acceden a la información. Muchos prefieren utilizar asistentes virtuales como Siri y Alexa para resolver sus dudas, en lugar de acudir a sus padres. Este comportamiento refleja no solo la confianza en la tecnología, sino también un cambio en las dinámicas familiares tradicionales.
Tarasow destaca la persistencia de herramientas digitales como YouTube en la búsqueda de información y aclara que la interacción de la Generación Alfa con asistentes virtuales como Siri o Alexa no es una realidad generalizada. “No es nuestra realidad que todos los chicos de la Generación Alfa interactúen con Siri y con Alexa. Eso se da en algunos casos”, explica.
Según el especialista, lo que sí es evidente “es el uso temprano de tecnologías digitales”, desde las búsquedas en Google hasta las redes sociales y la inteligencia artificial.

En este contexto, señala que YouTube sigue siendo una de las principales herramientas para acceder a información: “De alguna manera, eso es algo que permanece desde hace no muchos años. La permanencia de YouTube es un hecho interesante cuando otras redes sociales como Facebook se han ido marchitando”.
La accesibilidad a la tecnología desde edades tempranas, requiere una supervisión constante por parte de los padres para garantizar un uso seguro y equilibrado. Aunque la tecnología ofrece innumerables beneficios, también es fundamental establecer límites y fomentar un uso responsable, según los expertos.
El primer celular, la puerta de entrada al algorítmo
Es imposible hacer una radiografía de los Alfa sin un telefono celular que, en realidad, es hoy una pequeña computadora más que un telefono. La psicóloga infantil Jarmila Tomkova sugiere que la introducción a los dispositivos tecnológicos comienza alrededor de los 3 o 4 años, cuando los niños los perciben como juguetes.
Sin embargo, recomienda que el primer teléfono móvil se entregue a los 10 años o incluso antes, dependiendo del nivel de madurez del niño. Según Tomkova, lo más importante es enseñarles a posponer la gratificación y a utilizar la tecnología de manera consciente.

El psicólogo estadounidense Jonathan Haidt, en su libro La generación ansiosa, señala que quienes atraviesan la adolescencia en un contexto de conectividad permanente a través de los teléfonos móviles, han desarrollado una baja tolerancia a la frustración, junto con dificultades para gestionar el aburrimiento y un aumento en los problemas de ánimo y la ansiedad.
En esa línea, el estudio Kids Online, desarrollado por el Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (CEPPE) de la Universidad Católica de Chile y el Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile, en colaboración con el Ministerio de Educación chileno y Unicef, reveló una tendencia significativa en el acceso temprano a la tecnología. Tras encuestar a 3.011 niños, niñas y adolescentes de entre 9 y 17 años, el estudio determinó que la edad promedio en la que obtienen su primer teléfono móvil se redujo de 11 años en 2016 a 8,9 años en 2022.
En Argentina, el acceso al teléfono celular suele volverse necesario cuando los niños comienzan a desplazarse solos, lo que generalmente ocurre alrededor de los 12 años, al iniciar la escuela secundaria.

No obstante, la médica psiquiatra infantojuvenil y jefa del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires, Gisela Rotblat (MN 111.628), advirtió en una nota reciente con Infobae que “los niños y adolescentes están obteniendo sus primeros dispositivos a edades cada vez más tempranas”.
“En nuestro país, los niños adquirieron su primer celular alrededor de los 9 años”, señaló, y agregó que “cuando un adulto entrega un celular a un niño debe saber que abre la puerta a una cantidad de información, contenido e interacciones que difícilmente pueda controlar”.
Wainstein asegura que, “los niños que nacieron en el 2010, en el 2012/3, a los 3 años ya estaban tocando con sus deditos la pantalla de un iPad, que popularizó las tabletas, en el cual los Angry Birds exponían y enseñaban sus estrategias”.
Sensibilidada ante el cambio climático
Nacida durante algunos de los años más cálidos registrados, esta generación enfrenta el cambio climático no solo como observadores, sino como activistas en la lucha contra el calentamiento global. La preocupación por temas sociales y ambientales es central en su conciencia, y muchos sienten una responsabilidad activa en la mitigación de estos problemas.

Además, desde temprana edad, la Generación Alfa participa en debates sociales y políticos, mostrando una notable empatía y un fuerte compromiso con causas globales como la lucha contra el racismo y la pobreza.
“En muy pocos años establecieron diferencias con la anterior generación Z nacida en los 90 que fue pionera en la digitalización pero aún en forma mixta. Los Alfa crecen en un mundo aún más automatizado y con inteligencia artificial, por lo que se espera que tengan un enfoque más autodidacta y adaptable a nuevas tecnologías, que queden un poco a un lado temáticas como movimientos sociales, feminismo, cambio climático y diversidad y al vivir en un mundo en el cual esos temas ya son parte del discurso cotidiano, su activismo puede ser aún más temprano y enfocado más en la acción que en la discusión”, analiza Wainstein.
Para el sociólogo, “han aprendido a acceder a la información instantáneamente, lo que influye mucho en su paciencia y atención. Tienen poco aguante para fijar su atención y se aburren fácilmente si el estímulo no es continuamente desafiante”.

Sigue Wainstein: “Por edad y estilo verbalizan poco y es difícil saber cómo piensan ya que se comunican poco con los adultos”.
Se pueden, también, evaluar sus intereses y sus gustos a través de qué tipo de música/canciones los movilizan. “Allí se observa que sus preferencias musicales se caracterizan por una inclinación hacia géneros electrónicos, ritmos bailables y mensajes de empoderamiento”, explica el sociólogo.
Wainstein pone como ejemplo artistas juveniles como Olivia Rodrigo o Taylor Swift. Ambas, dice, “resuenan temas emocionales, empoderamiento y experiencias juveniles de nostalgia, fracasos sentimentales primerizos e intensos, centrados en el amor/desamor y temáticas que dramatizan temas como la autoestima, la auto exploración y la identidad amenazada por relaciones tóxicas”.
Hace falta ir a buscar The Archer (Taylor Swift) donde habla de inseguridades y auto aceptación. O All the Good Girls Go to Hell, donde Billie Eilish critica el cambio climático y la indiferencia social.
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