
La presión por alcanzar un cuerpo “perfecto” nunca fue tan abrumadora como en la era digital. Desde Instagram hasta TikTok, las redes sociales imponen estándares de belleza cada vez más exigentes, que afectan la percepción corporal de millones de niñas y adolescentes.
En el Día Internacional de la Mujer, Infobae habló con expertas en nutrición y salud mental, quienes advirtieron que la exposición constante a estos ideales inalcanzables está generando un preocupante aumento en la insatisfacción corporal, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y la obesidad infantil.
“Las redes sociales pueden ejercer una presión significativa, promoviendo estereotipos de belleza que se asocian, de manera engañosa, con el éxito y la felicidad”, señaló para comenzar la médica integrante de los grupos de trabajo de Obesidad y de Cirugía Bariátrica de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) y directora de posgrados en la Universidad Favaloro Ana Cappelletti (MN 76523)
Su advertencia refleja una realidad alarmante: la obsesión por la imagen y la comparación en línea están afectando profundamente la salud mental y física de las nuevas generaciones.
La distorsión de la imagen corporal en la era digital

Las adolescentes pasan horas navegando por plataformas en las que los cuerpos parecen esculpidos sin imperfecciones. Sin embargo, lo que ven no es real. Filtros, retoques digitales y ángulos estratégicos crean un estándar de belleza inalcanzable. “Los adolescentes, y las niñas más aún, tienen menos alfabetización de redes, lo que los lleva a compararse continuamente con las imágenes que ven en línea”, explicó en este punto la médica psiquiatra Juana Poulisis (MN 97898), miembro de la Academia de Trastornos Alimentarios.
Un fenómeno derivado de esta exposición es la llamada “dismorfia de Snapchat”, una obsesión creciente por parecerse a la versión editada de uno mismo. “Es un fenómeno en el que las personas, especialmente las y los adolescentes, desarrollan una preocupación excesiva por su apariencia debido al uso frecuente de filtros”, agregó Poulisis. En algunos casos, esta distorsión de la autoimagen puede derivar en la búsqueda de procedimientos estéticos o dietas extremas para ajustarse a esos ideales irreales.
Romina Lambert es médica pediatra (MP 2.241) especialista en Nutrición Infantil y miembro del Comité de Nutrición de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y la comisión directiva de la SAP filial Bahía Blanca, y consultada por este medio advirtió que la obsesión por los likes y comentarios en redes refuerza la idea de que la aceptación social depende de la apariencia física. “La constante comparación con estos cuerpos, que de tan perfectos dejan de ser reales, crea baja autoestima, depresión y ansiedad”, enfatizó. En muchos casos, este ciclo de validación digital termina por desencadenar conductas alimentarias poco saludables, como la restricción extrema, los atracones o la purgación.
Obesidad y trastornos alimentarios: dos caras de un mismo problema

Mientras las redes sociales normalizan cuerpos ultra delgados, los índices de obesidad infantil siguen en aumento. ¿Cómo es posible que coexistan dos problemáticas aparentemente opuestas?
“La obesidad y los trastornos de la alimentación aumentaron en todo el mundo desde hace décadas”, aseguró Cappelletti. “Las dietas extremas y el estigma sobre la obesidad juegan un papel clave en la perpetuación de ambas problemáticas”.
Para la doctora en Psicología, especialista en clínica, docencia e Investigación en Psicoterapia orientada en Mindfulness Mariam Holmes (MP 20463), “la obesidad infantil y los TCA son problemas complejos que involucran factores biológicos, psicológicos y socioculturales”. “Los recientes cambios en la alimentación y el estilo de vida junto al aumento en el sedentarismo, pueden contribuir a la obesidad infantil —analizó la experta—. Por otro lado, los TCA pueden estar relacionados con factores como la presión social, la ansiedad y la depresión, así como con la exposición a imágenes idealizadas y estereotipadas en los medios de comunicación”.

En este punto, Poulisis aportó un dato inquietante: “El trastorno alimentario más frecuente es el trastorno por atracón y aproximadamente el 50% de los pacientes obesos presentan conductas descontroladas como atracones”. La relación entre ambas enfermedades —en su mirada— radica en que la restricción alimentaria extrema, promovida por estándares de delgadez, puede desencadenar un descontrol posterior, generando un ciclo vicioso de dietas y sobrealimentación.
Además, Lambert destacó la pérdida de hábitos alimentarios saludables: “Se perdió la comensalidad, los chicos comen solos con las pantallas, en la casa no se cocina”. La falta de una alimentación consciente y equilibrada desde la infancia, sumada a la influencia de la publicidad y las redes sociales, agravó la crisis de la alimentación juvenil.
Las graves consecuencias en la salud física y mental

Tanto la obesidad como los TCA no solo afectan la apariencia, sino que comprometen seriamente la salud a largo plazo.
“La obesidad aumenta la incidencia de síndrome metabólico, diabetes, enfermedades cardiovasculares, autoinmunes, inflamatorias y cancerígenas”, advirtió Lambert. A su vez, el impacto psicológico es profundo: la baja autoestima y la ansiedad son comunes en personas con sobrepeso o que sufren burlas por su imagen corporal.
En el otro extremo, la restricción alimentaria severa tiene efectos devastadores. “Los pacientes con bulimia pueden tener alteraciones hidroelectrolíticas graves”, añadió Lambert. La anorexia, por su parte, puede provocar desnutrición severa, osteoporosis, fallas orgánicas e incluso la muerte.
Al respecto, Holmes subrayó que los efectos no son solo físicos: “Los TCA pueden tener consecuencias graves para la salud mental, incluyendo la depresión y un mayor riesgo de suicidio”.
Factores de riesgo y predisposición a los trastornos de la alimentación

El desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria no responde a una única causa, sino a una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales. Cappelletti advirtió que “la predisposición para desarrollar obesidad o un TCA puede estar influenciada por factores genéticos, pero el contexto social, educativo y familiar también juega un papel clave”.
Por otro lado, la forma en que el cerebro procesa el papel de la alimentación y la autoimagen también incide en estas problemáticas. “Tanto la obesidad como los trastornos alimentarios tienen una base biológica”, explicó Poulisis. “Los comportamientos alterados con la comida pueden potenciar las señales desreguladas del cerebro: un cerebro con tendencia al sobre control puede llevar a la restricción extrema, mientras que uno más impulsivo puede desencadenar atracones”.
Ambas expertas coincidieron en que no se trata solo de factores individuales, sino también del impacto del entorno y la cultura de la dieta. “El mandato de ‘cumplir’ con un patrón alimentario extremo para alcanzar un ideal de figura corporal es el principal desencadenante de estos trastornos”, señaló Cappelletti.
El peligro de la sobreinformación y las dietas extremas

En un mundo saturado de información sobre alimentación y salud, distinguir lo confiable de lo peligroso es cada vez más difícil.
“El exceso de información juega en contra de quienes desean llevar una vida saludable y comer bien”, alertó Cappelletti. Para ella, la constante aparición de dietas de moda, consejos contradictorios y mensajes extremistas en redes sociales genera confusión y ansiedad.
Con ella coincidió Holmes, para quien “la sobreinformación puede ser abrumadora y confusa, especialmente para aquellos que buscan comer de manera saludable”. “La cantidad de información disponible sobre nutrición y salud puede llevar a la ansiedad y la indecisión, lo que puede hacer que las personas se sientan abrumadas y no sepan cómo tomar decisiones informadas sobre su alimentación”, sostuvo.
Cómo fomentar una relación saludable con la comida

Ante este panorama, las expertas coincidieron en que la clave es encontrar el equilibrio.
“La base de una alimentación saludable es el camino del medio”, enfatizó Poulisis. “No existen demonios en la comida, no hay alimentos prohibidos o permitidos. Todo está en la moderación”.
Algunas claves dadas por las especialistas incluyen:
- Dudar de los mensajes absolutistas: “Siempre hay que desconfiar de promesas de resultados rápidos o mágicos”, aconsejó Cappelletti.
- No usar la comida como castigo o recompensa: “Es fundamental respetar las señales de hambre y saciedad en los niños, en lugar de insistir en que terminen el plato”, aconsejó la nutricionista.
- Priorizar la educación alimentaria: “Identificar qué nos nutre va más allá de la comida: los afectos, el descanso y la actividad física también son esenciales”, destacó Lambert.
- Aceptar el propio cuerpo: “El peso está genéticamente determinado —sostuvo Poulisis—. “No se trata de alcanzar una imagen ideal, sino de cuidar el bienestar general”.
- Disfrutar de la comida: “Comer de manera consciente y disfrutar de la experiencia de comer”, sumó Holmes.
De la alfabetización digital a la autoaceptación

Combatir los ideales de belleza tóxicos y promover una relación sana con la comida requiere educación y conciencia. Poulisis destacó una estrategia eficaz: la disonancia cognitiva, que enseña a cuestionar los mensajes de las redes sociales. “Cuando los pacientes aprenden a criticar estos mensajes, experimentan un conflicto interno que los motiva a modificar su propio ideal de belleza”, explicó.
En un mundo donde las pantallas dictan cánones de perfección inalcanzables, el verdadero reto es aprender a mirarnos con aceptación y comprensión.
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