
Al parecer el otoño se está adelantando, pero el calendario y los calores indican que sigue siendo verano, la mejor época del año para disfrutar los vinos rosados.
Es más, en el verano europeo, que comienza a la par del invierno en la Argentina, se bebe más vino rosado que otra bebida, sobre todo en la Costa Azul. De ahí la fama mundial de los rosados de La Provence que ha llevado a figuras del mundo a comprar bodegas, como lo hicieron Brad Pitt y Angelina Jolie en su momento con Chateau Miraval.
Con el tiempo, esa costumbre se trasladó a los bares y brasseries de París, esas que tienen las pequeñas mesas redondas en las veredas y dos sillas en las que la gente se sienta a ver qué pasa en la calle, mientras disfrutan una copa de vino rosé, entre otras cosas.
El vino rosado ha pasado por distintas etapas, siendo actualmente una de las categorías en auge. Esto se debe a muchos factores. Por un lado, supo ser una categoría muy popular por estas tierras. Sin embargo, aquellos vinos rosados (como sus pares blancos y tintos), no tenían el foco puesto en la calidad sino en la cantidad. De ahí que, además, solían ser abocados.

Luego llegaron al mercado los rosados “hijos de las sangrías”, que no son la bebida popular que todos conocen (vino tinto, cítricos, azúcar y hielo), sino un método de elaboración por el cual se obtiene mosto apenas “entintado” de la primera prensada, cuyo objetivo es lograr que el jugo de uva restante, macere y fermente con el 100% de los hollejos.
Así se logra una mayor concentración en el vino, aunque hay que estar atentos con el desbalance del mismo. Y con ese mosto separado al inicio (10%, 20%, etc.), se termina de fermentar como un blanco. El resultado, eran vinos rosados, pero subidos de tono.
Encima, tenían el mismo alcohol que sus pares tintos (14%, 14,5%) y, a veces, también taninos. Es decir, estaban lejos de lo que un vino rosado debía ser. Y esa fue la razón fundamental por la cual el consumidor les dio la espalda, y por ende, terminaron desapareciendo.
Porque la clave estaba en hacer vinos rosados desde la viña, eligiendo las uvas más aptas y cosechándolas en el momento justo para obtener vinos más livianos, refrescantes y con gracia. Esto implica, cosechar las uvas antes, para que el azúcar no de un alcohol potencial superior a 13%, y a su vez mantenga una acidez natural mayor a 6gr/l.

Fue este gran cambio lo que derivó en un nuevo auge de los vinos rosados. Y, esta vez sí, la gente los recibió con los brazos abiertos. Porque eran consecuentes con su función. Es decir, cada vino tiene su objetivo, más allá de ser agradable de beber.
Y así como los tintos y blancos más pretenciosos buscan ganar complejidad con la guarda y ser los mejores compañeros de los platos más sofisticados, y los espumosos ser los reyes de las celebraciones, los rosados también tienen su razón de ser.
Por empezar, no compiten por calidad con los demás, ya que difícilmente se puedan consagrar como grandes vinos. Básicamente, porque se elaboran rápido. Se cosechan las uvas, se maceran corto y en frío (hasta 24 horas), para luego terminar la fermentación como vinos blancos.
Se estabilizan y listo, se fraccionan. Es más, son los primeros vinos que están listos y, gracias al calendario, son los rosados del hemisferio sur los que más se lucen en el verano europeo. Porque más allá de ser del año, llegan con toda la frescura y vivacidad de la juventud, compitiendo de igual a igual con los vinos rosados consagrados que ya tienen casi un año en el mercado.

El anhelo de todo bodeguero que hace vinos rosados es lanzarlo en primavera y agotarlo al finalizar el verano. Y son vinos que pueden llamar la atención por su color o por sus botellas, pero su finalidad es clara, agradar a todos y que sirvan para pasar el rato o abrir la fiesta gastronómica.
No mucho más, más allá que son ideales para acompañar algunos embutidos, chacinados y todo tipo de arroces, sobre todo las paellas valencianas. También acompañan muy bien ensaladas, sándwiches gourmet, sushi rolls y pizzas diversas, todas comidas que se lucen más en verano.
Ojo de Tigre Rosado 2024
Finca Alto Las Piedras, Rivadavia, Mendoza ($8.000)
Este vino rosado tiene varios atributos, más allá de su muy buena relación calidad-precio. Es poco conocido (aún), de nombre atractivo y botella llamativa. Sus aromas bien afrutados y su boca fresca hablan de una buena elaboración. Además, tiene gracia en su trago y se puede disfrutar solo, o en tragos con frutas de estación y hielo.
Puntos: 88

Casa Petrini Rosé 2024
Bodega Casa Petrini, Tupungato, Mendoza ($13.000)
El enólogo de la casa, Ariel Angelini, todos los años se luce con este vino rosado, elaborado a base de Malbec (70%) y Tannat (30%). Una combinación que, además de ser original, logra expresar en las copas un buen carácter frutal y con una frescura sostenida, que da vivacidad al final de boca. De paladar franco y amplio, y es ideal para disfrutar entre dos, por copas y en cualquier situación, ya que viene en botella pequeña (500cc) y con tapa a rosca.
Puntos: 90,5
María Carmen Rosé 2023
Bodegas Bianchi, Mendoza, San Rafael ($70.000)
El enólogo Silvio Alberto pateó el tablero para elaborar este flamante y elegante vino rosado, blend de Pinot Noir (35%), Cabernet Franc (30%), Merlot (30%) y Malbec (5%). Las uvas se cosechan todos juntas, se prensan, se desborra y limpia el mosto, y fermenta en barricas y permanece ahí por 12 meses. De buen cuerpo y carácter frutado, con cierta complejidad. Su frescura resalta la fruta y le aporta profundidad. De esta primera cosecha se hicieron solo 3.556 botellas.
Puntos: 92
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