
El desequilibrio libidinal es causa de conflicto vincular. Uno quiere más y el otro se molesta cuando le da un beso o la acaricia porque interpreta que quiere tener sexo. La asociación entre expresiones de afecto y sexo es inevitable, tanto que quien no tiene deseo se aleja cada vez más de los contactos.
Las mujeres pasan por etapas más prolongadas de bajo deseo sexual, aunque la frecuencia también aumenta en los hombres. Más allá de la baja libido, la consecuencia que esta provoca es más persistente, se trata de la ansiedad anticipatoria que se cuela cada vez que el otro se acerca. Nunca ansiedad y sexo se han llevado bien, una anula o confunde a la otra, siendo el deseo sexual el afectado. Cuando la ansiedad hace de las suyas, cualquier acercamiento, insinuación o palabra se convierte en un avance de la pareja para tener sexo. La interpretación que se hace de esa conducta se naturaliza como una verdad “si se acerca quiere sexo”.
Causas de la libido baja
El deseo sexual (ganas de tener sexo) es tan variable y dinámico que puede experimentar cambios a lo largo de la vida y por diferentes factores. Si bien las causas orgánicas (enfermedades físicas, postparto, cambios hormonales, fármacos, etc.) son importantes, mucho más frecuentes son las causas psicológicas: el estrés, responsabilidades diarias, la exigencia, la autoimagen, la estima, el grado de valoración del erotismo y de la actividad sexual, las ideas preconcebidas y las religiosas, los problemas vinculares y los modos que tiene la pareja de encontrarse sexualmente.
Ansiedad anticipatoria libidinal
Se denomina así a la expectación o estado de alerta a la hora de tener sexo. Afecta tanto a hombres como a mujeres y compromete las primeras etapas del encuentro: acercamiento, deseo, excitación (lubricación/erección). La ansiedad anticipatoria libidinal se observa en hombres con disfunciones sexuales en la erección y en la eyaculación y en mujeres con poca lubricación o con anorgasmia. Este estado de alarma impide estar más relajados y concentrarse en las sensaciones placenteras.

En síntesis: el cuerpo está tenso y el acercamiento sexual es vivido como una amenaza. Cuando aparece la ansiedad anticipatoria, no solo la libido baja, también aparece enojo y rechazo a todo acercamiento. Es frecuente además que se vea al otro como un “calentón que solo quiere sexo” y del otro lado: “Nunca quiere tener sexo, ya no le intereso”. Estas frases como otras tantas que se piensan o se dicen no hacen más que impedir hablar del tema libremente, sin ideas preconcebidas.
Muchas veces, la sexualidad en general, es muy proclive a quedar encasillada en reglas fijas, como si lo conocido fuera garantía de que las cosas van a funcionar y, cuando no sucede, se recurren a pensamientos que se naturalizan como certezas: “Ya no le resulto atractiva”, “llevamos muchos años en pareja, es normal que esto suceda”, “con la vida que vivimos no tenemos tiempo para pensar en sexo”; “siempre hacemos lo mismo y eso no va a cambiar”; “cree que con tocarme un poco me voy a calentar”, etc. Estas y otras frases ocupan su lugar en las personas insatisfechas, y con resignación, repiten las mismas conductas, esperando quizá que la situación se resuelva o se cronifique como un hecho consumado.
Modelos de relación
No existe un modelo de relación que sea garantía de un encuentro sexual satisfactorio, por lo tanto, no sirve asirse de esquemas preconcebidos que en otros pueden funcionar y en la pareja no. Las redes sociales, el porno, los comentarios exitosos de amigas o amigos suelen mostrar un mundo sexualizado que no condice con la realidad de la pareja, aumentando aún más la decepción. La presencia constante de la vida de los otros en las pantallas, crea la ilusión de algo alcanzable con solo reproducir lo que se dice o hace. Las parejas deben buscar cuál es su estilo, su forma, sus códigos de encuentro en general y sexual, no existen modelos externos ni tampoco sirve compararse con lo que otros hacen en la cama. La responsabilidad sexual es solo de la pareja y se gesta en la intimidad de cada uno y del vínculo.
¿Qué hacer?
1) Descartar causas físicas o farmacológicas que pueden bajar el deseo sexual.
2) Hay que considerar que la libido no es uniforme, tiene sus variaciones a lo largo de la vida.
3) Es frecuente que en esos momentos de baja libidinal la persona recurra a un montón de conjeturas que impidan la comunicación franca. También es habitual que los pensamientos negativos dañen la estima, la autoimagen, los sentimientos y los vínculos sociales. No dar lugar a pensamientos que obturen saber la verdad de lo que está ocurriendo.

4) No dejar que este problema se convierta en una disfunción y se cronifique.
5) Muchas veces se confunde “adicción sexual” con deseo sexual alto. La adicción sexual es una compulsión, por lo tanto, la persona que la sufre siente el impulso de tener una experiencia sexual urgente, indominable: ver porno, masturbarse o tener relaciones casuales, siempre imperiosas. En este caso no hay erotismo, solo existe una necesidad de descarga de tensión sexual.
6) El deseo sexual alto es tener ganas de contacto erótico, pero puede controlarse, es decir, puede postergarse, no es imperioso. La valoración de deseo sexual alto no implica que, sí o sí debe tener relaciones, puede activarse con estímulos visuales o táctiles: “me atrae mirar en la calle”, “se acercó y me provocó ganas”, etc. Cuando no existe patología de personalidad o sexual, la persona regula esas sensaciones. No es un “sexópata ni un insatisfecho sexual”, es una persona que tiene fantasías y desea compartir sus ganas, consensuando el encuentro.
7) Las parejas deben buscar su propio modelo de erotismo, acercarse sin ánimo de genitalidad, solo por el hecho de estar juntos, abrazados, besándose o acariciándose. Vencer esos miedos premonitorios requieren de cuerpos que se junten y prueben modos eróticos no intimidantes.
8) Las diferencias en la libido son un problema sexual por resolver juntos, de ninguna manera se debe culpar ni reprochar al otro por su deseo. Esta idea de equilibrio libidinal se basa en el concepto erróneo de “media naranja” o complementariedad vincular: las parejas no se complementan, se acompañan, cada uno con sus individualidades y acuerdos en común.
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