
Nadie podía pensar hace 35 años que un rompecabezas llegaría a ser el juguete más vendido en el mundo, pero el caso es que el 30 de enero de 1978 el escultor y arquitecto húngaro Hernö Rubik solicitó la patente de lo que entonces llamó “cubo mágico”.
Completar este rompecabezas tridimensional, más conocido como cubo de Rubik, requiere de una serie de habilidades tales como concentración, memoria, coordinación óculo-manual, matemáticas, buenas destrezas psicomotoras y agilidad mental, entre otras.
El récord mundial en velocidad de ejecución lo ostenta un joven con autismo. Se podría pensar que este chico tiene todas esas habilidades. Sin embargo, no es así. Precisamente el documental The Speedcuber, que se puede ver en Netflix, le describe como un adolescente con dificultades de coordinación ojo-mano y destrezas motoras muy deficientes.
Por no hablar de otras características: dificultades para comunicarse, hacer amigos, gestionar sus emociones y su conducta (por lo general, repetitiva o ritualista), procesar adecuadamente información sensorial (visual, auditiva o táctil)…
“Entonces, ¿cómo hace Max para lograr y mantener ese récord? ¿Es posible que sea capaz de llevar a cabo una serie de movimientos previamente memorizados?”. Esto se pregunta María del Sol Fortea Sevilla, profesora de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, especialista reconocida internacionalmente en el seguimiento de esta afección, en un reciente documento que publicó que analiza el espectro autista y las destrezas mentales. “Sí, es muy posible -responde- las personas con autismo tienen una gran capacidad de memoria a la que acceden de manera inmediata cuando lo necesitan”.

Hay muchas personas con autismo, algunas con habilidades denominadas savant (son esas capacidades prodigiosas y extraordinarias, superiores a lo considerado normal, que muestran estos individuos con trastornos del desarrollo como, por ejemplo, el autismo), y pocos destacan como Max. Algunos ejemplos que lleva a la investigación la especialista son Manuel, Aitor, Luis, los tres con autismo.
“Manuel es muy torpe motrizmente; por ejemplo, para él, pinchar comida con el tenedor o llevarse la cuchara a la boca sin derramar el contenido es una actividad complicada que le supone un gran esfuerzo de concentración para que el final no sea muy positivo”, explica la investigadora. Igual le ocurre con la escritura, que es ilegible a pesar de sus ocho años haciendo ejercicios diarios de caligrafía. No sabe saltar o correr. Sin embargo, es capaz de tocar cualquier instrumento musical de mano; sus dedos corren a una velocidad impresionante sobre un teclado de la computadora (sin mirar las teclas y sin cometer errores) y reproduce cualquier coreografía de Michael Jackson sin dificultad.
¿De dónde brota la capacidad?
Cuando se le pregunta a la profesora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, la especialista contesta que es una cuestión de capacidad de memoria visual y, en su caso, también auditiva, de motivación y de práctica hasta la saciedad de aquello que le motiva.
Luis es una persona dependiente con discapacidad intelectual grave: no habla, apenas se comunica, no es autónomo en su vida cotidiana, necesita supervisión constante y ayuda para tareas de alimentación e higiene. “Pensamos que no sabía leer -dice la especialista-, pero es capaz de identificar los títulos de películas o vídeos de Disney para elegir el film que desea ver (además de navegar por Internet hasta encontrar lo que quiere)”. Si no sabe leer, ¿por qué es capaz de hacerlo? Luis tiene una gran habilidad para memorizar patrones visuales relacionados con sus centros de interés.
Cuando Aitor tenía 3 años su terapeuta le estaba enseñando a ensartar bolitas en la cuerda para hacer un collar. Le costaba muchísimo hacerlo y, de repente, una de las cuerdas cayó al suelo, la miró y dijo “jota”. Aitor apenas sabía hablar y nadie le había enseñado a leer, pero reconoció un patrón en esa cuerda. Se comprobó si sabía leer y se demostró que no, pero memorizaba patrones visuales de manera espontánea, en especial letras, números, formas, que asociaba con imágenes que ya no olvidaba.

“Estos son ejemplos de habilidades hiperdesarrolladas en personas con autismo -afirma la catedrática-. Pero la literatura recoge muchos ejemplos de habilidades savant en personas con autismo, siendo las más reconocidas aquellas relacionadas con la música, el dibujo o la memoria o el cálculo”.
También es muy frecuente que algunos sujetos con autismo tengan hiperlexia, es decir, habilidad para leer palabras de manera precoz sin una enseñanza formal previa. Pero quizá la habilidad más común sea su capacidad, muy superior a la media, de retener información y recordarla. Información relacionada con la propia motivación, al igual que ocurre en las personas con desarrollo típico: aprendemos más aquello que nos interesa y más practicamos.
“Max, Manuel, Aitor y Luis son auténticos sabios en sus áreas y lo consiguen gracias a su tremenda capacidad para almacenar patrones visuales. Max, al igual que Manuel, muestra graves dificultades de coordinación motora fina; el alto interés que manifiesta por los cubos de Rubik hace que practique continuamente hasta lograr que los movimientos de sus manos sean tremendamente rápidos y parezcan coordinados”, añade la investigadora.
Max y Manuel logran una excelente coordinación de sus manos para lograr éxito en aquello que más les gusta: hacer cubos a gran velocidad y producir música. Es posible que la sociedad no favorezca el afloramiento ni potencie el desarrollo de esas habilidades savant que poseen todas las personas con autismo. Quizá, potenciando esas capacidades tendrían más posibilidades de acceder al mundo social y así mejorar sus relaciones hasta tener amigos. “Tendríamos que reconocer las grandes habilidades que existen dentro de los trastornos del espectro autista -asegura Fortea Sevilla- como un modo de potenciar sus posibilidades”.
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