Eliana Guercio abre el relato con una declaración desbordada por la emoción y la certeza de un amor que trastocó los planes: “Me re enamoré mal y no nos queríamos separar”, cuenta a Teleshow al borde de las lágrimas. Así, Guercio, hoy panelista, exbailarina y actriz, enmarca un antes y un después en su vida, donde las decisiones dejaron de lado la razón para dejarse guiar por su corazón y sus deseos.
Su historia junto al arquero Sergio Romero tuvo el vértigo de los giros impensados. Todo empezó con un noviazgo breve y desbordado, que se tornó matrimonio casi sin transición. Contra los pronósticos, contra las voces de “No, no, no se conocen” que llegaban por parte de familiares y amigos, Eliana y Sergio apostaron por su hermosa locura.
Eliana se inclinó por el amor sin medias tintas. “Dije: ‘Bueno, todo indica que esto tengo que probar’. Habiendo sentido un amor que nunca había sentido, un enamoramiento que nunca había sentido, no me podía perder la oportunidad de saber qué iba a suceder”, contó a Teleshow, recordando esos días.
Su carrera artística en pleno ascenso quedó atrás. Lo nómade, lo incierto, se volvió rutina. Los matices llegaron con la nostalgia de lo que fue, la dureza de adaptarse lejos de sus padres, los tropiezos de otros idiomas, las mudanzas constantes. A pesar de todo, Eliana exhala gratitud. Mira hacia atrás y contempla el trayecto: el sueño familiar, los hijos, el perro, el amor, todo construyéndose día a día. Hoy comparten 17 años juntos.

Eliana remarca, con su honestidad brutal y sin filtro: “Dejé atrás el miedo, porque cuando el amor empuja —como un viento imprevisto— hay decisiones que justifican hasta la más radical de las mudanzas".
Cada paso era una apuesta. Apostar a perder, o a ganarlo todo. Sin embargo, algo se impuso con fuerza atronadora. El sentimiento. Ese lazo invisible que parece desafiar la lógica y dar batalla a los juicios ajenos. “A pesar de todo —confiesa Eliana—, sentí que valía la pena elegir el proyecto compartido”. La elección no negó sus miedos; simplemente los transformó en coraje.

Pero Eliana no rebobina ni reniega: “Tenía mucho peso todo lo que yo estaba construyendo con mi propia familia. Entonces, como que a la hora de poner en la balanza, yo estaba y estoy feliz”.
—¿Qué te enamoró así de Sergio Romero?
—Primero lo vi muy seguro de él mismo. Trabajando en el teatro de revistas y la tele, es como que te tienen un poco de miedo, no te encara un chico así tan fácil que sabe que puede rebotar. Él muy seguro, vino, se presentó, me dio la mano, me dijo quién era... Me encantó el amor a sus padres, sus hermanos, como que los incorporó todo el tiempo en la charla. Lo vi muy sencillo, muy de barrio, como yo.
—¿Y sentías que tu trabajo en Argentina ya no era prioridad?
—Yo no la venía pasando muy bien con mi laburo, o sea que tampoco era algo que me ataba demasiado. No en ese momento, porque estaba haciendo El champagne las pone mimosas y estaba pasándola bien… Pero había pasado unas temporadas un poco duras, y poniendo en una balanza mis sentimientos.

—¿Y cómo fue para vos y para él decidir el casamiento tan rápido?
—Obviamente fue una relación corta de noviazgo. Casarte era todo medio una locura. Nosotros solo queríamos estar juntos.
—¿Te costó tomar la decisión de dejar todo?
—Fue como una fuerza mucho más poderosa que mi decisión sino que era un sentimiento arrollador. Él no podía venir a Argentina y, bueno... yo tenía que irme para allá, sí o sí.
—¿Cómo llevaste el desarraigo, la distancia con tu familia?
—Extrañé mucho a mi papá y a mi mamá, porque yo vivía con ellos hasta el año anterior de conocerlo. Pero tenía la posibilidad de viajar seis veces al año a Argentina porque Sergio viajaba con la selección, entonces yo me sacaba el pasaje y me venía también. Se me hizo muy llevadero. No es que yo para venir a Argentina lo tenía que dejar a él solo. Él estuvo diez años en la Selección Argentina y son seis viajes mínimo al año que tienen los jugadores. Yo me enteraba que él viajaba y me venía también con las nenas.

—¿Cómo fue tu experiencia en Holanda?
—Espectacular, amo Holanda, porque a los argentinos nos quieren obviamente por Máxima. Lo único que quieren es que aprendas a hablar en holandés. Yo la pasé genial, el país es hermoso, ordenado, te quieren, te cuidan. Sergio era una estrella del equipo donde jugaba. Yo todos los domingos me iba con un ramo de flores a casa porque es el premio que le dan al jugador del partido. Todo era un cuento de hadas.
—¿Te costó el idioma? ¿Pensaste en trabajar?
—Es difícil, estudié lo necesario como para poder ir al supermercado, dialogar un poco con la gente. Fui con la fantasía de trabajar, aunque sea de cajera de supermercado. Yo le dije a Sergio: lo único que necesito es un auto para movilizarme y un trabajo, porque yo trabajo desde muy chiquita y no sé cómo voy a hacer para no trabajar… pero después vino Jazmín y el tema del laburo lo dejé de lado, estaba totalmente obsesionada con la gorda.

—¿Y después de Holanda?
—Después nos fuimos a Génova, Italia. Muy argentino, muy como nosotros. Amor, cariño, abrazo, juntadas, comida rica, lindo clima. Después de Génova nos fuimos a Mónaco. Tranquilo, muy lindo, como un lugar escenográfico. Solo estuvimos un año ahí, pero fue como unas vacaciones porque se me pasaron volando.
—¿Las nenas se adaptaban bien a esos cambios?
—Bárbaro. Mis hijas hablan inglés, como si hubieran nacido allí. Una maravilla. Lo mejor que me llevo, más allá del cariño de la gente, es que las chicas sepan hablar tan bien inglés (se ríe). Es enriquecedor total para su vida, su futuro, para poder viajar y no tener los inconvenientes que tengo yo.

Las sombras de la fama: críticas, periodismo y la defensa de Sergio Romero
—¿Te afectó el trato de algunos los periodistas y la opinión pública sobre Sergio, en su desempeño profesional?
—Sí, me afectó porque me parecía muy pero muy injusto... A la gente que no está mirando los partidos de afuera, le podés decir que el chico no juega. Pero eso no es real. Sergio fue suplente de David De Gea, que era en ese momento el mejor arquero del mundo. Y no es que Sergio no jugaba, jugaba todas las otras copas que disputaba el Manchester United, llegó a las finales de todas las copas... A Sergio lo aman en Manchester, tienen sus canciones, siguen tuiteando que la última Europa League la ganó con Sergio en el arco.
—¿Cómo lo vivía él? ¿Le afectó?
—Él siempre fue muy seguro, muy tranquilo. Tenía claro lo que hacía, no le afectó en el rendimiento ni en lo personal. Cualquier mujer enamorada se enoja cuando atacan al marido por algo irreal. A él le pasaba lo mismo conmigo cuando veía cosas injustas… a mí me dolía más que a él, creo.

—¿Sentiste alguna vez que eso podía bajarle la autoestima o influir en su carrera?
—Podría haberlo hecho, te puede enfermar… Pero él tiene una inteligencia emocional distinta, no te digo que es indestructible, pero cuando sabe lo que hace está seguro y no le afecta nada. Fue siempre muy generoso con los periodistas, no porque se lo deban, pero por lo menos que no mientan.
—Hay una mirada muchas veces prejuiciosa sobre la pareja del futbolista. ¿Cómo llevaste ese lugar?
—A mí me causa mucho orgullo su compromiso con su país, lo importante que es haber vestido durante tantos años la camiseta argentina. Yo elegí acompañarlo desde un lugar de respeto, por la selección, por su carrera... No se trata de perder nada, para mí era ir por todo lo que soñé.

Volver...
—¿Cómo fue regresar a la Argentina después de tantos años?
—Volví al país después de veinte años y puedo laburar. No es que estaba negada. Cuando hablé con Santiago del Moro en la radio, se lo pedí yo y me dio lugar. Me dijo: “Vas a ver que después del Club del Moro vas a volver a la tele”, y yo le dije: no, de ninguna manera, no quiero volver. Pero fue paulatino, de a poquito, y ahora estoy a full.
—¿Y cómo te recibió la gente del medio a tu regreso?
—Entré por primera vez después de casi veinte años a Telefé. Los técnicos, los sonidistas, todos me decían: “Me encanta que seas la misma piba que conocimos cuando tenía veinticuatro años”. Todo el mundo me destaca y me lo siguen diciendo: que no cambié. A mí me encanta ver los ojos brillosos de Sergio cuando escucha que me dicen todo eso. Creo que sí, que hice las cosas bien porque la gente me quiere.

—¿Sentiste en algún momento que tu carrera artística podía terminar por apostar a la vida familiar?
—No, porque nunca soñé con ser famosa. Sí, de chica, pero a los veinte me di cuenta que no tenía el carisma para eso, fue un trabajo para comprarme mi casa y nada más. Lo logré antes de conocer a Sergio, y cuando lo conocí sentí que podía abrirme al amor.
La familia hoy: proyectos, hijos y nuevas generaciones
—Los proyectos de la pareja y la familia, ¿cómo están hoy?
—Mis hijos tienen mucho arraigo en Argentina, obviamente. Tengo una que juega al tenis y sabe que va a tener que viajar y probarse afuera, en Estados Unidos, para avanzar en el deporte. Pero la base siempre será nuestro país.
—Cuando Sergio ejerza como técnico, ¿van a volver a mudarse?
—Ahí otra vez abrimos la puerta a tener que viajar, quizás. Es un signo de pregunta, porque nunca sabés a dónde podés terminar. Los chiquitos son muy dúctiles a cualquier cambio, les encanta. Decís: nos vamos a Mar del Plata o a Dubái y se adaptan. Se hacen amigos rápido, son muy sociables. A las más grandes les va a costar más porque tienen su grupo de amigas, rutina y colegio, pero es parte de crecer.

—¿Y la futura tenista, Jazmín, tendrá representante? ¿Será Sergio o vos?
—En la medida en que no lo necesitemos, calculo que el papá. Ya de chico Sergio arreglaba solo sus contratos, tiene experiencia. Yo, después de una mala experiencia, prefiero manejarme sola.
—¿Le ves futuro deportivo a tu hija?
—Tiene la cabeza del padre, es competitiva, trabajadora, muy mental para su edad. Sabe que tiene que esforzarse mucho y lo hace. Dejó el colegio presencial para entrenar seis a ocho horas por día y estudia a distancia. Lo único que le pedimos es que termine el secundario y, en la medida en que estudie y no abandone, la apoyamos en todo.

—¿Hay algo que te haya marcado especialmente de todos estos años?
—Sí, me marca mucho ver el sueño de la familia cumplirse todos los días. Ver crecer a los hijos, formar cada nuevo hogar y sentir una felicidad real. También me marcó el haber podido mantener mi esencia, que me destaquen que soy la misma persona, y compartir eso con Sergio y con nuestros hijos. Todo eso es impagable.
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