Luego de haber estallado frente a las cámaras de televisión y de ausentarse el miércoles de la presentación que debían hacer con Bandana en el ciclo de Ángel de Brito, Lissa Vera dio un móvil en LAM (América) donde se refirió a su estado de salud, la vuelta con sus compañeras de grupo y en especial, el tensísimo vínculo que hoy mantiene con Lourdes Fernández.
La vuelta de Bandana se anunció como uno de los regresos más esperados del pop argentino: después de 25 años, el grupo formado por Valeria Gastaldi, Lissa Vera, Lourdes Fernández (Lowrdes) y Virginia da Cunha pretende subirse de nuevo al escenario. Pero el clima dista de ser una fiesta. Si bien la expectativa y el anhelo de reencuentro mueven a miles de fans, las internas y los roces emocionan y tensan en partes iguales a las protagonistas.
“La presión del regreso se nota, y el desgaste también”, admitió sin vueltas. “Mi cuerpo me dijo basta. Tuve ataques de ansiedad, ataques de llanto, y cuando me di cuenta de que tenía tres cables pelados, dije: ‘No. Voy a ponerme las pilas solamente con el ensayo’”, contó, dejando en claro que la exigencia fue tan intensa que la obligó a frenar obligatoriamente.

“Empecé a sentirme mal, no podía dormir, se me desfasó todo. Bajó la presión, estaba totalmente anémica… Es todo el estrés”, relató. El relato avanzó entre risas nerviosas y toses, signo inequívoco de alguien que llegó al límite: “Estoy comiendo hígado como si estuviese embarazada porque estaba totalmente anémica”. El consejo no fue otro que frenar, aunque la propia Lissa siga sintiendo el peso de las expectativas y la autocrítica: “El cuerpo te avisa. Cuando te dice basta, tenés que frenar. Y eso es muy personal”.
El regreso de la banda pop estuvo irrumpido por un hecho que sacudió tanto a las integrantes como al público: la grave situación que atravesó Lourdes Fernández (Lowrdes) frente a la violencia de su expareja. Allí fue Lissa Vera quien tomó la iniciativa, con una mezcla de urgencia, compromiso y desgarro.
Aquella decisión de dar la cara, de hablar con periodistas y de accionar ante las instituciones, fue aplaudida colectivamente, pero también abrió nuevas grietas internas: “Tener que ir a la justicia, hablar con gente, tener botón antipánico… Eso no es gratis. Me dijeron que tratara de descansar porque me iba a explotar la cabeza”.
Las secuelas de ese episodio todavía se sienten en el grupo. A la pregunta sobre si existió una charla privada con Lowrdez, Lissa fue honesta. “Creo que eso se va a dar cuando esté preparada. De hecho, vi una nota de ella y dije: ‘Todavía no está lista’. Hay que respetar eso”, dijo. “A mí me pegó el coletazo. Imaginate cómo le habrá pegado a ella”, sostuvo.
La imagen de armonía pop que muchos suponen detrás de Bandana está lejos de la realidad que cuenta Lissa Vera con crudeza. Si bien hay profesionalismo y una historia compartida, las emociones están a flor de piel y los desencuentros se sienten en cada detalle cotidiano. “Las chicas no me dijeron nada, pero es muy personal lo que me pasa. El cuerpo te avisa, y yo con lo que tengo que cumplir es con el show. Las notas las di de baja por mi propio bien y por el bien del proyecto”, definió, subrayando su decisión de priorizar la salud por encima de la exposición mediática.
El circuito interno del grupo, muchas veces idealizado, tampoco escapa a los roces. “Hoy trabajamos mucho y nos reímos también en el ensayo. Es que para llevar adelante un show tenés que conectar primero entre nosotras, después con el público, y eso tiene que ser genuino. Si no, no funciona. Para los fans, esa conexión es clave”, explicó, en referencia al delicado equilibrio entre los lazos personales y las obligaciones laborales.
Sin embargo, no todo es suavidad: la herida entre Lissa y Lourdes sigue abierta. Entre las integrantes abunda la comunicación profesional —hay grupo de WhatsApp, videollamadas y coordinación para ensayos—, pero también aparecen silencios. “No la llamé porque sabía que no me iba a querer escuchar. Le dejé espacio, es lo que me aconsejaron. Si hoy dice que no le importé, bueno… yo sé lo que hice”, se defendió, ante las acusaciones de falta de empatía.
En ese vaivén, la cantante no escondió su fastidio: “A veces siento que ella quiere desacreditar lo que hice, pero si no me hubiese importado, me quedaba en mi casa. Y la que fue sola a denunciar fui yo”. La tensión es evidente, especialmente ante la mirada de los fans y la prensa. “Yo no tenía por qué meterme ahí, pero es lo que hace un amigo: te dice lo que no querés escuchar”.
A pesar del desgaste, el compromiso con el proyecto sigue en pie. “Yo voy a estar al cien el domingo, con eso cuenten. Y después del show, hablaremos de todo”, afirma, postergando una charla profunda para después de cumplir con la expectativa del público. “La terapia bandanesca vendrá post-show”, ironizó la artista, asumiendo que la coyuntura interna no se resuelve de un día para otro.

La vuelta de Bandana no solo reavivó el anhelo de los fans, sino también las expectativas de shows y proyectos para festejar los 25 años del grupo. Sin embargo, detrás de los anuncios y la promoción, la realidad es menos lineal de lo que sugiere cualquier flyer. “Ahora estamos con el show del domingo. Vamos a ver qué sucede después, porque hay dos que no viven acá y eso hay que sincronizarlo”, concluyó.
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