
Elina Costantini ha dado un paso importante en su vida personal al lograr que Costantini sea su apellido oficial, una decisión que va más allá de lo administrativo y se convierte en símbolo de identidad y legado familiar. Según pudo saber Infobae, en su DNI ahora figura ese apellido. Esta determinación, tomada con serenidad y profundo respeto por su familia de origen de acuerdo a las fuentes consultadas, marca el inicio de una nueva etapa en la que la historia de amor con Eduardo Costantini y la proyección familiar a partir del nacimiento de la hija de ambos, Kahlo Milagro, ocupan un lugar central.
La decisión de Elina de oficializar el apellido Costantini responde a una búsqueda de autenticidad y pertenencia. No se trata de la simple adopción de un apellido, sino de hacerlo propio. En su entorno, señalan: “Costantini es su elección, su marca y su verdad. No hay réplica ni versión compartida. Solo una: Elina Costantini, una identidad que nace de sí misma y se sostiene en lo que construyó con su vida, su voz y su propósito, expresando un sentido de pertenencia y continuidad familiar.” El trámite, realizado en Argentina, refleja una voluntad de continuidad familiar y de unión, sin alterar el afecto ni los lazos con su familia de origen.

En el plano profesional, Elina Costantini ha consolidado una trayectoria que abarca el arte, el diseño, la filantropía y la moda. Su nombre se asocia a iniciativas culturales de gran alcance, como la Semana de la Alta Costura Argentina, y a una labor constante en causas solidarias, especialmente en la protección animal y la ayuda a la infancia. Esta nueva etapa personal y profesional se caracteriza por una mirada sensible hacia lo humano y lo estético, y por un compromiso sostenido con el bienestar y la educación.
Historia de amor
Elina y Eduardo Costantini se conocieron de manera inesperada. Ella se lo contó a Infobae en una entrevista: “Yo había ido a un shopping que está enfrente de Malba, y llovía sin parar. No encontraba taxis, Uber... ¡nada! Y dije ‘Bueno, voy a esperar en Ninina, en el bar de Malba, hasta que pare de llover’. A los 10 o 15 minutos, Eduardo se sienta en otra mesa. Empezamos a cruzar miradas, miradas, miradas... hasta que yo pido la cuenta y él se acerca a la mesa a hablar conmigo”.
En ese momento, Elina atravesaba una etapa de plenitud personal y tenía planes de trabajar en Europa, pero el vínculo con Eduardo se consolidó rápidamente. “Tenía miedo al amor. Estaba muy feliz conmigo y no quería equivocarme. Pero no hay que tener miedo... Tenerle miedo al miedo es lo peor que hay.” Tras ese primer encuentro, la relación se formalizó al día siguiente y, desde entonces, no se separaron.

La consolidación de la pareja estuvo marcada por dos propuestas de casamiento, ambas cargadas de anécdotas y emociones. La primera llegó de manera inesperada durante una procesión en Belgrano, un 8 de diciembre. Elina recuerda: “No me la esperaba para nada. Pasé todo el tiempo mirándolo y me decía por dentro: ‘¡Qué raro está este hombre, todo el tiempo nervioso!’ Salimos de la procesión de la Virgen y me pidió casamiento. Me invitó a comer y me dijo si me quería casar con él. Y ahí, no sé, yo me quedé así... paralizada... Porque cuando algo me gusta o me emociona mucho, en vez de ponerme a llorar... me quedo paralizada. Me desmayo, me baja la presión... Es muy gracioso.” La situación se volvió aún más divertida cuando Eduardo, nervioso, buscaba el anillo en el bolsillo del pantalón y, al no encontrarlo de inmediato, pensó que Elina le diría que no. Finalmente, ella aceptó, aunque su reacción inicial fue de sorpresa total.
Poco después, una segunda propuesta tuvo lugar en Europa. Eduardo organizó el viaje con la intención de volver a pedirle matrimonio. “Eduardo es muy romántico conmigo, es divino.” Tras aceptar nuevamente, la pareja regresó a Buenos Aires, donde ya estaba todo preparado para el casamiento. “Arriba del avión, me dijo: ‘Aterrizamos y vamos al registro civil’.” Para Elina, independiente y con una carrera forjada por sí misma, el cambio fue intenso y repentino, pero eligió dar ese paso y formalizar la unión. El 22 de febrero de 2020, una gran fiesta en el Hotel Alvear fue el marco propicio para la boda.

El legado familiar adquirió una dimensión especial con la llegada de su hija Kahlo, quien representa la continuidad de la historia y el amor que une a la familia Costantini. En ella se proyecta el sentido de pertenencia y la huella de una elección que trasciende lo personal para convertirse en parte de una historia compartida.
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